Pese a su mutua animadversión, Elena e Irene fueron elegidas por sus jefes para organizar una fiesta benéfica. New Boxes, en colaboración con otras empresas, solía llevar a cabo este tipo de eventos para contribuir a la difusión de su nombre y, al mismo tiempo, mostrar una cara solidaria. El acontecimiento tuvo lugar a mediados de diciembre, un sábado por la noche. Hacía frío. Cierto es que no podríamos usar el término frío para calificar el clima invernal de Málaga, pero, como ocurre de manera habitual, aquella noche la sensación térmica era menor debido a la humedad.
La gala se celebró en la décima planta del edificio principal de la empresa, que se encontraba en la Malagueta, cerca de la plaza de toros. Al salir del ascensor, Pedro esperaba a los invitados en el vestíbulo. Pedro Durán no ocupaba ninguno de los cargos relevantes en la empresa. Su presencia pasaba desapercibida entre los mismos empleados, así que no era de extrañar que muchos de ellos no lo reconocieran como el portero y jefe de mantenimiento. Aquella noche le fue encomendada la tarea de recoger las prendas de abrigo para colgarlas en el guardarropa.
Las amigas de Elena habían sido invitadas. Pilar no se encontraba con ánimo pero, tras las súplicas de Elena, acabó por acceder. Llegaban un poco justas de tiempo porque, como siempre, Pilar y Amanda habían tenido que esperar a Clara. Cuando llegaron al recibidor, se despojaron de los abrigos y se los entregaron con premura a Pedro que, al recibirlos todos a la vez, no pudo más que sostener dos de ellos, el tercero se le resbaló de las manos y cayó al suelo. Desafortunadamente, era el de Clara.
―Oye, tú, ten más cuidado. ¿Sabes lo que cuesta este abrigo? No podrías pagarlo ni con el sueldo de un año.
―Lo siento, señora. No he podido sostenerlo. Le pido mil disculpas.
Pilar observó el gesto hastiado de Pedro. Nadie se merecía la forma en que Clara se había dirigido a él. Parecía a punto de echarse a llorar. Seguramente estaba harto de soportar a esnobs como ella, que solían desencadenar incidentes como el que acababa de ocurrir. Pilar hizo el amago de disculparse por su amiga, pero, en su lugar, bajó la cabeza tímidamente y se dirigió al salón, que estaba repleto de gente. Habían dado cita a más de trescientas personas, todas ellas principales figuras del mundo empresarial. Dolce Gabbana, Versace, Pedro del Hierro o Victorio y Lucchino, eran algunos de los diseñadores que, entre un largo etcétera, vestían a los asistentes esa noche. Del techo colgaban lámparas de diseño en forma de globo hechas de un fino cristal, que permitía que la luz cálida de las bombillas se extendiese por la sala. Alargadas mesas de cristal opaco, adornadas con delicados jarrones de vidrio y relieves dorados, servían como enclave para el catering encargado para la cena. Pese a todas las exquisiteces, en un intento de crear un evento más informal, no se había asignado mesa a los invitados, sino que estos tenían la libertad de sentarse donde gustasen. Una orquesta de cinco integrantes tocaba baladas de los años ochenta desde un pequeño escenario separado del resto del salón por tres escalones.
Amanda se acercó a la barra y, coqueteando un poco con el barman, le pidió una copa de champán. Pilar y Clara se acercaron por detrás.
―Podrías avisar, ¿no crees? ―dijo Clara.
―Sí, faltaría más, para que intentes ligarte al camarero antes que yo ―replicó Amanda.
―¿Y por qué ella? ¿Qué pasa conmigo? ―interpeló Pilar.
―¿Bromeas? ―Clara le hizo un desaire con el gesto y luego la revisó de arriba abajo.
― Sin menospreciar, Clara ―se defendió Pilar―. Hemos venido aquí para apoyar a Elena y pasar un buen rato, así que no lo estropees. Ya te he pedido disculpas por lo de el otro día en la piscina. No sé qué más puedo hacer. Tengamos la fiesta en paz―Clara torció el gesto y miró hacia otro lado― .Y a ti, Amanda, ¿ qué más te da que Clara se ligue al camarero o a quien sea? Tú estás casada.
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Ángeles terrenales
RomanceDaniel, un ejecutivo cuya única meta es alcanzar la cima en su empresa, cree tenerlo todo hasta que aparece Ángela, una chica que intenta capturar los momentos mágicos que nos ofrece la vida. Sin dejarse atar por convencionalismos, Ángela deja fluir...