La mañana siguiente el desayuno transcurrió en silencio. Mags, algo desanimada, apenas y picaba su fruta. Omari intentaba calcular una porción de comida perfecta para no pasar hambre en las próximas horas pero que no fuera pesada y le hiciera pasar algún malestar.
Por otro lado estaban Zuri y Finnick, en extremos contrarios de la mesa para evitar tener que conversar respecto a lo ocurrido. Zuri tenía la vista clavada en su desayuno, segura de que si levantaba los ojos se encontraría con los de Finnick, quien parecía hechizado.
El muchacho intentaba memorizar cada rincón del rostro de la chica, asegurándose de que pensaría en ella y en la noche anterior mientras visitaba a un gran patrocinador. Lo hacía por mera necesidad, se repetía, para no tener que pensar mucho en lo que se veía obligado a hacer pero muy en el fondo sabía que mentía.
La pelinegra al fin se levantó de la mesa y esperó a que su hermano hiciera lo mismo, para avanzar hasta la puerta.
Mags miró a Finnick, expectante y luego el chico recordó.
- Oh, esperen. No se vayan todavía-se puso de pie y corrió hacia su habitación.
- Un regalo, para ustedes-dijo Mags por lo bajo mientras se acercaba a abrazar a sus tributos.
- Bien, cierren los ojos- los muchachos obedecieron.
Zuri sintió algo frío acariciar su cuello y la respiración de Finnick sobre su nuca. No pudo evitar tensarse, la cercanía la ponía nerviosa.
- Bien, ya pueden ver.
Del cuello de ambos chicos colgaba un pequeño y delicado relicario en forma de concha, con el nombre de cada uno escrito y con una foto de su difunto hermano Johari.
Zuri finalmente miró a Finnick, conmovida y se lanzó a sus brazos para darle un abrazo.
- Gracias- susurró con la voz hecha un hilo.
- No mueras, por favor- suplicó a la chica, mientras acariciaba su cabello.
[...]
Una vez que Alexei terminó de ayudar a Zuri a vestirse, habló con un dejo de preocupación.
- Espero que estés bien, sirenita- palmeó su hombro con cuidado.
- Moriré ahí adentro, Alexei. Pero está bien, mientras mi hermano regrese, estará bien.
- Espero que hayas entrenado para tolerar el frío, de acuerdo con tu ropa, hace mucho frío a dónde vas- murmuró él hombre mientras acompañaba a la chica al tubo de cristal que la llevaría a la arena.
Sin decir nada más, la chica se metió en la plataforma y la compuerta se cerró. El tubo empezó a elevarse poco a poco y su cuerpo comenzó a temblar de frío.
Unos pequeños copos de nieve comenzaron a posarse en la cabeza de Zuri cuando finalmente estuvo en la arena. La cornucopia plateada se veía cubierta de blanco, una ventisca obstruía la visión de la morena, que intentaba con desesperación encontrar a su mellizo.
Un suave silbido que bien podría confundirse con el viento llegó a los oídos de Zuri, pero ella sabía muy bien que no era el viento sino su hermano. Sin dudarlo miró a su izquierda, intentando localizar la proveniencia del sonido. Y finalmente lo encontró, a tres plataformas de ella.
El gong por fin sonó y la chica corrió tan rápido como pudo a la cornucopia, con su hermano siguiéndola. El haber entrenado les daba mucha ventaja, pues parecían ser los tributos más rápidos. Sin pensarlo dos veces tomaron una mochila cada uno, unas cuantas armas y desaparecieron en el espeso bosque, esperando no ser perseguidos por el resto de profesionales.
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S I R E N I A | Finnick Odair
Fiksi PenggemarTras la muerte de su primogénito Johari durante la quincuagésima quinta edición de los Juegos del Hambre, el Sr. Y la Sra. Jones hicieron todo lo que estuvo al alcance de sus manos para asegurarse que ningún otro hijo suyo les fuera arrebatado en lo...