Capítulo 2. Estupideces

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Fue como si mi alma volviera a mi cuerpo solo por unos segundos, para después abandonarlo completamente de nuevo

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Fue como si mi alma volviera a mi cuerpo solo por unos segundos, para después abandonarlo completamente de nuevo. Todo era un silencio sepulcral, nadie aplaudía ni vitoreaba como en antiguos juegos, todos pensaban lo mismo que yo.

La mujer de ochenta años asintió con valentía y comenzó a avanzar hacia el centro del escenario.

Había perdido contacto con ella, pero yo la adoraba, era dulce, amable y había intentado de todo para que yo ganase los juegos cuando me tocó estar en esa posición; fue mi rayo de esperanza en ese entonces.

Y ahora estaba ahí, camino a su inevitable muerte.

Miré a mi izquierda, Librae estaba observando a Mags, pero no había nada en su rostro que me dijese que planeaba tomar su lugar.

Las palabras salieron sin pensarlo de mi boca, y levanté la mano antes de siquiera intentar mover un solo músculo.

—Me ofrezco como tributo.

Yo sé que es imposible que el silencio se sintiese aún más silencioso, pero es que en aquellos momentos juraría que eso era justo lo que estaba pasando.

Cuanto me odiaba ¿Por qué tenía que ser tan buena persona?

Me acerqué a Mags y sonreí como pude, lágrimas podían asomarse por sus ojos.

—Está bien, estaré bien. — la abracé, sentí como la gente comenzaba a aplaudir detrás de mí.

Mags me tomó de los hombros y me dio una última mirada.

—Tranquila, aprendí de la mejor de aquí.

Alejaron a Mags y por primera vez me di vuelta a mirar al público que me vitoreaba, eso me estaba poniendo más de los nervios, básicamente estaban celebrando que acababa de ofrecerme a ser asesinada en lugar de una anciana.

La presentadora dio unas palabras más, pero yo conecté con la mirada de Finnick, quien me negaba con la cabeza y apretaba la mandíbula. Odiaba admitir que tenía razón.

Que bien que me conoces Finnick Odair.

No pude evitar pensar, ¿Qué pasaba si Finnick no era elegido? ¿Se iba a ofrecer para acompañarme? Sabía que no, que eso sería estúpido y que lo mejor era que se quedase aquí; lo mejor para mí, para él, para todos, pero ¿Simplemente se quedaría ahí y permitiría que me mandasen a morir?

Por más que me doliese, prefería esa opción, prefería que no le importase pero que se quedase a salvo.

No me di cuenta cuando la mujer ya había sacado el papel de aquella fuente.

—Y el tributo masculino escogido es...

Por favor, Dios, si es que de verdad existes, por favor.

Por favor no.

GOLDEN; Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora