Capítulo 3. Visita

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—Finnick ¿Qué demonios hace Plutarch Heavensbee en tu habitación?

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—Finnick ¿Qué demonios hace Plutarch Heavensbee en tu habitación?

El vigilante jefe que reemplazaría a Seneca Crane se encontraba de lo más tranquilo sentado a los pies de la cama, no se veía amenazante, no tenía dos guardias gigantes que pudieran romperle la cara a Finnick; lo que se me hubiera hecho mucho más normal que esto. Se encontraba sereno, como si supiera que su presencia no causaría ninguna molestia para él.

—Aledis necesito que te vayas a tu habitación y no preguntes ni digas nada ¿Puedes hacer eso?

Enarqué las cejas, no me estaba mirando, miraba fijamente a aquel hombre dentro de su habitación.

—Me sorprende la tranquilidad con lo que dices eso considerando lo sospechoso de la situación.

Por fin me miró.

—Aledis por favor, necesito que confíes en mí y te mantengas fuera de esto. — pocas veces lo había visto hablar así de seriamente, estaba casi implorándome que me fuera. — Por favor.

Muy pocas veces en mi vida había sido así de obediente, solo asentí y me di la vuelta rápidamente, caminé a mi habitación sin poder sacarme la situación de la cabeza ¿Acaso Finnick estaba de lado de Snow? ¿Querían algo de él? ¿Querían deshacerse de él? ¿Sería capaz de traicionarme? ¿De traicionarnos a todos?

Llegué a mi habitación con muchas más preguntas que respuestas.

¿De qué demonios me estaba perdiendo?

Media hora después, cuando estaba arreglando mis cosas, recibí una inesperada visita.

Por alguna razón, ahora Plutarch estaba en mi puerta, con una sonrisa amigable y sospechosa. Miré hacia ambos lados cuando le abrí, había venido sólo, ni una señal de guardias o del mismo Finnick.

Me alarmé un poco, yo estaba sola pues mi equipo nos recibiría en unos minutos, y si este hombre trabajaba con Snow entonces no podía significar nada bueno.

— Señorita Griesmann, gusto de verla.

—Me encantaría decir lo mismo.

A veces se me olvidaba que en cosa de dos semanas este hombre podría matarme en segundos, quizás debía de ser más amable.

—¿Me permite hablar con usted unas palabras? Seré breve.

No cedí, me quedé mirándolo sin responder nada e intentando descifrar lo que quería.

—Estoy bastante seguro de que le interesará, tiene que ver con lo que estaba conversando con su compañero hace un rato; sé que usted quedó bastante intrigada con la situación.

Mientras hablaba, tenía esa misma expresión de sonrisa ladeada de siempre. Se encontraba imperturbable.

Con aquello último me había convencido, sabía que no aguantaba más la curiosidad. Así que me hice a un lado y lo dejé pasar a mi habitación.

GOLDEN; Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora