Día de playa

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—Pero Sandy, ¿aún sigues durmiendo?

Una toalla húmeda me cae en la cara y cuando consigo quitármela de la cabeza veo a Ken desnudo rebuscando en su maleta.

—Ya voooooy —contesto remoloneando un poco más en la cama.

—Venga, que estoy muerto de hambre —dice acercándose a mi lado y apartando el pelo de mi cara.

Ken deja un camino de dulces besos en mi mejilla hasta llegar a mi boca.

—Ponte ya el biquini y coge tu bolsa, que ayer me dijo mi madre que nos íbamos a la playa en cuanto acabásemos de desayunar—dice dando una palmotada a mi culo.

—Pues entonces me voy a dar una ducha antes—advierto mientras camino a la ducha.

—¿De verdad?

—Totalmente de verdad. Si quieres te recuerdo la noche de ayer.

Ken se ríe y accede porque no puede rebatir mi motivo.

—¿Te importa si me voy bajando a desayunar? Tengo que reponer energías por lo de ayer.

—No me importa, bájate ya. Que si no me vas a estar metiendo prisa todo el rato.

—Ok. No tardes —dice acercándose a mí y besando mis labios.

Me miro en el espejo del baño y me pregunto cómo Ken pretendía que saliese de esta habitación sin ducharme.
Tengo restos de maquillaje por toda la cara, el rímel corrido casi hasta el mentón lo que me da un aspecto bastante tétrico y mi pelo...madre mía, mi pelo parece un nido de pájaros. Francamente no me extraña nada este aspecto después de la noche, bueno mejor dicho, después del día de ayer.
Antes de salir de viaje ya follamos en su habitación, después el dedo de mi suegro en la comida, más tarde el polvazo en la terraza a la hora de la siesta, y por la noche se nos ocurrió dar un paseo por la playa, con lo cual acabé a cuatro patas en la arena después de un buen revolcón y penetraciones varias dentro del mar.
Aunque sé que era una cerdada, en cuanto subí de la playa y me tumbe en la cama del hotel, me dormí. Estaba agotada.
Y obviamente, necesitaba una ducha como el comer.

TOC TOC TOC

La puerta de la habitación es golpeada por unos nudillos algo impacientes.

Seco con la toalla mi cuerpo lo más rápidamente que puedo para ir a abrir y mientras tapo mi cuerpo, mi centro se contrae al pensar que pueda ser mi suegro. Ken tiene la otra tarjeta de la habitación y abriría.

—Hola, Sandy —mi suegra me mira de arriba abajo, alza las dos cejas y me mira con los ojos achinados—¿Aún estás así?

—Sí, pero ya solo me queda secarme el pelo y vestirme.

—Y bajar a desayunar—apunta mi suegra

—Sip—contesto débilmente.

—Entre todos me estáis consiguiendo estresar. Me voy a ir al Spa mientras acabáis.

Con aire de hartazgo se da la vuelta sin decir nada más y sale de mi habitación.

TOC TOC TOC

Joder, qué suegra más pesada. Abro la puerta tras un largo suspiro, pero ahí no está mi suegra.

—Buenos días, gatita.

La voz sensual de Hugo acompañada por esa forma que tiene de llamarme cuando estamos solos, me hace sonreír de manera coqueta.

Mi suegro mira fijamente la toalla que tapa mi cuerpo desnudo y alarga su mano hacia mi cuerpo. Muy lentamente comienza a tirar de la toalla hasta dejarla caer al suelo y dejarme desnuda frente a él.

Vacaciones en familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora