Él primer bebé que Lionel conoció fue el hijo de una de sus vecinas, amiga de toda la vida de su mamá.
Apenas tenía un año pero recordaba vividamente el momento en el que lo vio en la cunita, dormido, con su rostro en paz y las manitas en dos puñitos. Miró a su mamá haciéndole saber que no podía esperar a que creciera para poder jugar con él.
Los años pasaban y ambos se vieron crecer al otro, fueron juntos al mismo jardín por lo tanto compartieron su primer día en la vida escolar, también empezaron en la misma primaria que estaba a unas cuadras de sus hogares, el día a día de ambos consistía mayormente en compartir con él otro.
Fueron el primer amigo del otro.
También el primer enemigo.
Pablo Aimar era un muchacho de un corto temperamento, carácter fuerte y firme, no le gustaba llamar la atención, tampoco permitía que los demás le pasarán por encima y el pulso no le temblaba a la hora de tener que responder cuando algo le molestaba.
Lionel Scaloni era alguien con una personalidad juguetona y tranquila por naturaleza, con una paciencia admirable, también un enorme sentido del humor que le aseguraba un encanto extra a su existencia. Él solía abogar por la paz y el diálogo cuando se presentaba algún problema, no dejarse llevar por las emociones y pensar con coherencia antes de actuar.
Cuando entraron a la adolescencia, la relación entre ellos se complicó con el pasar de los años.
Por una razón bastante boluda si llegaban a explicarla en voz alta.
Al más joven le rompía soberanamente las pelotas la marcada diferencia entre sus físicos y como el más grande se aprovechaba de esto en cada pequeña oportunidad que tenía.
Haciéndole un comentario, algún chiste, cargandolo como un costal de papas sin hacer esfuerzo alguno, entre más pequeñas bromas que lograban disgustarlo.○○○
–¿Vos pensás qué se llevan así por la edad?– dijo Mary, madre del nacido en noviembre.
–Ya se les va a pasar, no te hagas la cabeza– le contestó su amiga mientras le pasaba el mate. –Y aunque se juren odiarse no pueden estar más de dos días separados del otro–
–¿Por qué lo decis?–
–¿Viste que yo quería ir en las vacaciones de invierno a Pujato?– su acompañante asintió con su cabeza. –Bueno, viste también que al final fui sola, ¿sabés por qué?– sonrió.
–Dejá de hacerte la misteriosa– le acercó nuevamente el mate para que pudiera cebarse uno para ella misma. –Dale, decime–
–Lionel no quiso ir porque no dejaste que Payito lo acompañara– dijo en voz bajita acercándose levemente a ella.
La mujer abrió la boca y ojos del asombro, como si una pieza del rompecabezas se hubiera completado.
–¿De qué hablan?– dos cuerpos se aparecieron en el comedor, eran sus dos hijos que habían llegado de entrenar. El más bajito se había sentado frente a ellas inmediatamente mientras que el más alto pasó de largo hasta su habitación después de saludarlas.
—¡No!, de nada, de nada— contestó su madre sin todavía poder disimular la sorpresa que había experimentado unos instantes antes.
–¿Cómo les fue hoy flaquito?– preguntó la otra mujer para poder desviar el tema.
El joven se dejó caer en el respaldo de la silla mientras suspiraba.–Yyyy...–
–Para el culo– respondió alguien más, él segundo joven había vuelto a aparecer en el comedor. –Llegó un entrenador suplente y es un pajero–
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dios que castigo | scaloni x aimar.
RomanceLas desventuras de un enano enojón y un fuertote sarcástico. 💒 ●algo más tranqui, pequeñas anécdotas :* ●dinámicas alfa, beta y omega. ●esta vez prometo que sí va a ser cortito. ●no hay una línea temporal tal cual, es mayormente un AU.