El verano tomaba un lugar cada vez más recurrente en sus vidas, parecía que un día despertaban y automáticamente estaban nuevamente bajo la intensa sensación térmica que las fechas navideñas dejan a su paso.
De alguna manera u otra, siempre supieron lidiar con el calor.
Cuando eran más unos cachorros que unos adolescentes al borde de la adultez, salian al gran patio de los Aimar con la excusa de regar las plantas, que terminaba resultando en ellos tirándose agua de cualquier manera posible. Baldes, babuchas, si había más presupuesto pistolas de agua, mangueras, todo aquello que pudiera retener líquido.
Después llegaron los teres para afrontar las meriendas intentandose ocultar del sol intenso característico de la tarde.
Y por último cualquier bebida alcohólica rebajada con la primera gaseosa de dudosa procedencia durante las noches hizo su aparición; donde si tenían la suficiente suerte una brisa refrescante veraniega los mimaba a la vez que la rondita entre sus amigos se volvia amena hasta que los primeros rayos del amanecer se anunciarán.Por más que algunos no fueran fieles amantes de la última estación del año, nadie podía negar su mayor beneficio: descanso, un muy largo descanso.
○○○
–¿Y?, ¿qué tal?– dijo el mayor con ambas manos extendidas, una enorme sonrisa y la cara roja como un tomate.
–Estás mal de la cabeza– contestó seco Pablo interrumpiendo el silencio que se había generado dentro de la habitación.
Dentro de todo, Lionel siempre había sido un joven bastante clásico. Podía ser bastante bizarro en algunas ocasiones o tomar medidas drásticas como vestirse de mujer para ir al baile, sin embargo, esto superaba por completo al omega.
–¿Sabes lo que pasa?, tenes envidia loco– volvió a girarse para poder admirarse nuevamente en el espejo, tocando sus recientes cabellos —literalmente— amarillos.
–Sabes que no te envidio ni un poco tener el pelo color meo– bufó acercándose a su amigo, todavía incrédulo de lo que sus ojos le hacían procesar –Yo entiendo que los peluqueros tienden a romperte el orto con los precios...pero no podes, Lionel–
–Sí sí puedo– contestó orgulloso de su propio trabajo como estilista –¿Qué no estás viendo?– y soltó una carcajada.
–No podes salir así a la calle boludo– se cruzó de brazos, recargandose levemente en el tocador.
–Ya lo hice, en la mañana fui a comprar fiambre–
–Ah no, realmente sos un sin vergüenza–
–¿Qué se supone que querías que haga pibe? prefiero bancarme un par de miradas feas a un bife de mi vieja–
Pablo dio una última mirada al nuevo look del alfa, cuestionandose cómo tanta gente lo veía como un hombre inalcanzable cuando genuinamente se trataba de un pelotudo más.
Bueno, era mejor para él que se mantuviera con esa imagen de inalcanzable.
–No te vas a quedar así eh– advirtió, tomando sus llaves para poder ir a su casa siendo naturalmente seguido por Lionel.
–¿Premio o castigo?– preguntó sonriente al no tener ni idea de lo que podría estar cruzándose por la mente del menor en ese preciso instante.
–Voy a arreglarte la cabeza Lio– respondió una vez entraron a su hogar encaminandose para la habitación de su hermana –Bue, al menos por afuera–
Cuando el alfa quiso contestar, lo único que se escuchó fue un grito proveniente de la señora Aimar seguido de un "¿¡Qué te hiciste?!".
○○○
ESTÁS LEYENDO
dios que castigo | scaloni x aimar.
RomanceLas desventuras de un enano enojón y un fuertote sarcástico. 💒 ●algo más tranqui, pequeñas anécdotas :* ●dinámicas alfa, beta y omega. ●esta vez prometo que sí va a ser cortito. ●no hay una línea temporal tal cual, es mayormente un AU.