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Capítulo 0. Vuelta a casa

* Para quienes hayan leído este capítulo antes, he añadido algunas escenas nuevas.

Amelia

Aproximadamente 12.000 metros de altura es lo que me separan de tierra firme. Las nubes yacen esponjosas debajo de nosotros o se disuelven al paso de las enormes alas del avión. La vuelta a casa no iba a ser fácil, pero tampoco fue exactamente como la tenía planeada y poco a poco entenderéis porqué.

Hace dos años que tomé la decisión de marcharme, necesitaba salir de aquí o me iba a ahogar. Comencé a ir a terapia, la psicóloga con la que interactué me ayudó bastante, pero el detonante que me hizo huir de aquí, todavía me cuesta enfrentarme a él. Ocasionado muchas veces por la gente que me rodeaba, qué entendí que no lo hacía de forma intencionada, pero consiguieron agravar mis inseguridades hasta día de hoy. Clara, mi psicóloga estuvo de acuerdo con que necesitaba un cambio de aires para que me diera cuenta de que no todo el mundo piensa igual que mi círculo cercano, pero lo que ella no esperaba es que cambiara incluso de país.

Elegí Noruega como destino, encontré la oportunidad de aprender inglés y noruego mientras trabajaba. Además tendría un buen sueldo que ahorraría para el día que decidiera volver. Mis padres tenían miedo de que hiciera amistades, encontrara el amor y me quedara allí a vivir, pero lo cierto es que lo segundo no pasó y aunque el trabajo lo disfruté, seguía echando de menos mi lugar de origen.

Tras aterrizar me muevo junto con los demás pasajeros para recoger las pertenencias. El aeropuerto de Barcelona es enorme, pero consigo salir de él con fluidez. Una fila larga de taxis esperan para llevar a los pasajeros a sus destinos, así que no pierdo tiempo y me subo al primero que veo libre. El conductor, un hombre que aparenta la misma edad que mi padre, me ayuda a subir la bolsa de viaje al maletero con una sonrisa.

Le doy un asentimiento indicándole la dirección y cuando descubre que soy de aquí, comienza a hablar en catalán entusiasmado contándome anécdotas con pasajeros extranjeros y su mal inglés.

—Debo practicar más mi pronunciación —carraspea divertido echándome un vistazo por el espejo retrovisor—, sobretodo para no insultar a las señoritas cuando me refiero a que no deberían irse de aquí sin recorrer nuestras maravillosas playas.

No reprimo las carcajadas, además le entiendo totalmente, antes de realizar este viaje me comunicaba con los pacientes como bien podía.

Bajo del taxi dándole las gracias al conductor deseándole un buen día y la brisa marina que recorre las calles de la Rambla me da la bienvenida. Inhalo cerrando los ojos y sonrío relajada. Tenía miedo que al llegar a casa todas las inseguridades, el nudo en el estómago junto con el estrés viniesen de golpe, pero eso no ocurre.

Las ruedas de la maleta repiquetean contra el pavimento de la acera. Comienzo a dejar atrás la gran avenida de altos árboles escasos de hojas para girar por una calle más estrecha topándome con el edificio emblemático del Palau de la música. Continuo mi travesía hasta dar con mi edificio. Hace esquina, lo que me proporciona una gran luz durante todo el día prácticamente. Si bien no es un edificio antiguo, tampoco es de los más nuevos. La fachada luce de un color rosáceo con los bordes pintorescos de las ventanas en color crema, le da un aire a las típicas casas de la parte vieja de una ciudad.

Acto seguido le mando un mensaje a mi padre para avisarles de que he llegado, no he bloqueado el teléfono cuando una llamada entrante de mi madre ilumina la pantalla. Sonrío negando con la cabeza, nunca puede esperar.

—Hola, mamá —saludo sacando las llaves para abrir el portal.

—¡Cariño! —exclama mientras escucho a mi padre regañarle por llamarme tan rápido, nunca cambiarán— ¿Cómo ha ido el viaje, estás muy cansada?

Química explosivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora