Capítulo 1. Un amor adolescente
La cafetería se encuentra exactamente igual que hace unos años. El letrero de la calle tintinea algo desgastado, pero ofrece la suficiente luz para detallar el rostro de Hugo.
Abre la puerta para mí y con un gesto de cabeza me ofrece pasar primero. Cuando mis pies pisan el suelo de madera los recuerdos me golpean con fuerza y me siento abrumada.
Una parte de mí disfrutó los años de instituto y otra cultivó muchas de las inseguridades por las que todavía peleo.
—¡Pero mira quiénes están aquí!
Una figura pequeña y algo regordeta aparece en nuestro campo de visión con el delantal rodeando su cintura y la bandeja bajo el brazo.
Elisa, la dueña de Dolç paladar*, se mantiene igual que su local, aunque con unos años más que no puede esconder. Siempre ha llevado una vida de trabajo y ahora se puede ver reflejado en su rostro.
Hugo se acerca deslizando una de sus manos por mi cintura, a la vez que sonríe y se inclina para recibir un casto beso de la mujer, quien seguidamente me estrecha entre sus brazos.
—Que bueno verte tan activa como siempre, Eli.
—¡Ah bribón! Sigues igual que en tu adolescencia, ¡camelándome para que te de mis mejores galletas! —realiza aspavientos de forma divertida mientras dirige su mirada hacia mi— Viene una vez a la semana y siempre tiene algo con lo que conquistarme, ándate con ojo cariño, tiene mucha labia.
El pellizco que se lleva en su mejilla por la sonrisa de suficiencia me hace reír por lo bajo y me deshago de su agarre disimuladamente. El calor de su roce se mantiene en mi piel y suspiro.
—Id a coger mesa, creo que hay una o dos libres, ahora os llevo el pedido —ordena la mujer con otro aspaviento de manos y parpadeo con las palabras en la punta de la lengua.
Es Hugo quién toma la iniciativa y me arrastra del brazo hasta una de las mesas libres, pero no cualquier mesa y se que es consciente de ello cuando toma asiento con una sonrisa ladeada.
Una cantidad de insultos se arremolinan en mi lengua.
Se recuesta en el sillón y pasa su brazo izquierdo por encima del respaldo sin quitar la sonrisa de su boca, que comienza a marcar un pequeño hoyuelo en su mejilla.
Esta mesa se encuentra al final del local y este forma la letra "L", por lo que nos encontramos detrás del muro, sin visibilidad para los que entran. Era el lugar más aclamado entre los estudiantes cuando ibas a una cita, la privacidad te permitía... ciertas ventajas.
Me retiro el abrigo haciendo contorsionismo cuando él decide romper el silencio.
—¿Por qué pones esa cara? —lame sus labios divertido— ¿No estás cómoda aquí?
Me inclino hacía él por encima de la mesa cruzando mis manos sin desviar la mirada de sus ojos bajando la voz.
—Sabes perfectamente en que mesa estamos.
—Una como tantas de la cafetería —se encoge de hombros.
—Hugo —gruño molesta—, es la mesa de "hacer manitas".
La vergüenza me ataca al estómago.
Parpadea haciéndose el sorprendido y copia mi postura.
—¿Y haremos "manitas", Amelia? —pregunta con un aire provocador qué me deja sin aliento.
Ruedo los ojos exasperada apretando los labios para evitar dejar salir una sonrisa.
—¿Recuerdas cuando Miguel y Sara fueron pillados por la profesora de Historia?
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Química explosiva
RomansaUna historia donde el pasado vuelve cuando menos te lo esperas y saca a relucir todas aquellas inseguridades escondidas en lo más hondo del baúl. Un antiguo amor, estigmas sociales, conflictos internos y mucha, pero mucha química. A veces el fuego...