Capítulo 4: El miedo

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Me encontraba allí, acojonado, pero vivo.

Me distraje un momento lo suficiente como para dar un rodeo con la mirada a todos los espacios que aún me quedaban por examinar de la nave.
Y me detuve en un punto.

Lo que veía era un montón de estanterías de aluminio galvanizado en una de ellas pude encontrar dos bloques grises de gran tamaño, parecían algún tipo de masilla para modelar y arreglar arañazos en coches. En las siguientes habían garrafas de algún líquido azul. Desconocía cuál era su contenido, pero supuse que era algún tipo de líquido para coches.

Estaba tan ensimismado en mis pensamientos que no me dí cuenta que me observaban.

- Español, ¿como llamar tú? - Me dijo el más alto y gordote de todos, acercandose cada vez más a mí. No intimidar, ser amigos.

Me quedé callado durante un largo rato. Pero el hombre insistió.

-Nombre, ¿amigos?. Volvió a preguntar.

Yo continué callado. Pensé que si le negaba mi nombre sería peor que si me callaba. Y la verdad es que tenía tanto miedo y me parecía tan irreal todo, que no sabía cómo contestar. Así que paso el tiempo y yo continúe en silencio.

Se acercó más aún, tanto que su cara y la mía quedaron separadas por unos pocos centímetros.

- Mira españolito, o me dices tu nombre o te pego un navajazo y te desangras como un cerdo aquí mismo. Lo he intentado hacer por las buenas espero que tu también lo quieras de lo contrario ya sabes lo que te espera.

Su castellano era perfecto, tan perfecto que podría asegurar que llevaba bastante tiempo viviendo en España.

Me había hecho creer que no hablaba nada de mi idioma. Supongo que en un intento de no descubrirse.

Me desafió con la mirada.

Su mirada era tan intensa, tan llena de odio, tan impredecible que de prontó noté humedad en mis pantalones. Me había meado encima.

Contesté con brevedad mi nombre.
Al volver a mirar al hombre a los ojos, tan dañinos, tan llenos de ira. Me percaté que poco a poco iba cambiando su expresión.
Se estaba riendo de mi.

- Pero Iván, ¿Te acabas de mear encima? ¿Cómo un bebé? Me vas a hacer pensar que no me vales. Y me vas a terminar metiendo en un lío. Si no eres un hombre fuerte no me sirves para nada.

Por fin entendí, tenía que sobrevivir no valía con estarme quieto. Tenía que ganarme mi libertad pero ¿Haciendo que?

- ¿Qué es lo que tengo que hacer?, si usted me lo dice, lo intentaré hacer lo mejor que pueda.

- Nada de intentar. Nadie te va a enseñar. Mañana lo harás. Y por tu bien, espero que lo hagas bien y a la primera. De lo contrario...

Me miró e hizo un gesto que consiguió que se me erizara cada tramo de mi piel.

- Me parece bien. -Hablé lo más templado y educado que pude.
-Pero, cuando me dirá usted que es lo que voy a hacer. ¿Cuál es mi cometido en todo esto?. Aún no lo entiendo.

- Iván, ¿Ves eso de allí?.

Dirigió su dedo hacia los bloques de masilla para tapar y modelar los arañazos en los coches.

- Si, respondí con fuerza. Demostrando entereza.

- Son 20 kg de C4. El C4 es un tipo de explosivo plástico que como puedes ver, tiene apariencia de plastelina de color gris y es fácilmente modelable. ¿Lo quieres coger?

Se levantó y me desató las manos y los pies de la silla. Por fín me sientí un poco más liberado.

Aún así en mi cabeza nada más que retumbaba la palabra explosivo. ¿Que irían a hacer volar por los aires? ¡Cielo Santo! Quería preguntar pero la prudencia se adelantó a mi curiosidad.

- Si. Contesté. Y él me lo cedió para que lo examinase. Aunque no me hacía mucha gracia cogerlo. ¿ Quién iba a ser tan tonto de coger un explosivo?
Pues yo claramente.

Tenía un tacto gomoso, aceitoso. No tenía la apariencia de los explosivos que solemos ver en la tele.

- Iván toma un poco en tu mano y acercame los cartuchos esos. Vamos a hacer explosivos.

Estuvimos toda la tarde trabajando. Cuando terminamos y había cogido algo más de confianza le pregunté que para que serían.
El me respondió:
- Mañana iremos a Madrid todos. Al llegar al centro nos bajaremos tu y yo. Tú llevarás esa mochila.
Ví una mochila elegante, en color negro.

La hemos preparado con explosivos. Entrarás dentro del edificio. Una vez dentro tendrás que pasar desapercibido, te sentarás en uno de los sofás y dejarás la mochila entre uno y el otro, con cuidado de que no te vean.
Como has podido ver la bomba se acciona con un activador de cargas a distancia que activaremos una vez que salgas del coche.
Tendrás que deshacerte de la mochila en diez minutos como puedas de lo contrario la bomba estallará de cualquier forma y donde tu la hayas dejado.

Al oírlo recuerdo que sentí una combinación rabia y miedo, no podía, no sabía, no era capaz de hacerlo.

- ¡No puedo hacerlo!. No, búscate a otro. Mátame si quieres. Yo no lo haré. No soy ningún asesino.

El hombre se empezó a poner rojo de ira, no aceptaba el no por respuesta y le gustaba tenerlo todo controlado.

- ¡Mira subnormal!.
Me enseña un taco de fotos tuyas, de los dias anteriores. Entrando en el trabajo,en casa, por la ventana....

-¿Cómo, me estuvieron siguiendo Iván?. Le dice Sara sorprendida.

- Si. Le dice Iván.

Mire las fotos y me sorprendió muchísimo verte a ti en ellas.
¡Sara no quería que te hicieran daño!

Iván continúa.

- ¿ Qué ahora lo harás? Sabes lo que le pasará a ella si no lo haces, ¿verdad?.

Asentí con la cabeza. Mirando al suelo. Aún no sabía lo que se avecinaba, no sabía las consecuencias.
Y tenía mucho miedo.

El hombre se fué y me dejó sumergido en mis pensamientos. Trataba de buscar alguna escapatoria, pero por más que le daba vueltas. No conseguía hayar ninguna que me pudiera sacar de ese lugar, de esa situación.

Empezaron a pasar las horas más lentas y los minutos de hicieron más largos, los segundos se volvieron insoportables y de repente me empezaron a pasar por al lado imágenes de los momentos felices de mi vida, toda mi vida paso por delante de mi, mis padres, mi hermana, tú, mis amigos. Risas y más risas. Y entre todos ellos, la melancolía.

CondenadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora