3._Amaretto

146 36 3
                                    


La luz del sol tras la cortina apartó a Mary de su sueño. Por varios segundos se quedó viendo esa tela resplandeciente hasta que los recuerdos de la noche pasada la hicieron sentarse en la cama de manera algo brusca. Lo primero que hizo fue mirarse el brazo, pero la sonda no estaba ahí. No tenía puesto los zapatos y su cabello estaba desamarrado. Se rascó la cabeza viendo a su alrededor y cuando ubicó su calzado se levantó para ir al baño a lavarse el rostro.

Al salir al pasillo, arreglándose el cabello con las manos, el olor del pan tostado acaricio su olfato y la hizo preguntarse que hora era. Ella tenía un compromiso esa mañana y no podía llegar tarde. Estaba segura de haber dormido bastante, pero se sentía todavía soñolienta y la boca la tenía un poco seca. Eso lo atribuyó al medicamento que el hijo de Dai le había dado. Algunas medicinas tenían ese efecto. Cuando llegó a la sala buscó un reloj. El del cuarto no lo miró y necesitaba saber que hora era, mas ahí no encontró algo que se la señalará. Más allá de los amplios sofás y la delicada alfombra había una barra como esas de los bares y sentado allí, Dai disfrutaba de un desayuno muy variado, pero un tanto frugal en cuanto a las porciones.

-Buen día- le dijo Mary al llegar junto a él que tenía puesto un suéter con cuello de tortuga.

-Buen día- respondió Dai doblando el periódico que leía para dejarlo sobre la mesa- Luce muy bien.

-Gracias. El medicamento y el suero hicieron su trabajo- respondió Mary con calma. Se sentía un tanto extraña- ¿Puedo tomar un vaso con agua?

-Sientase como en su casa- respondió Dai y la siguió con la mirada mientras ella iba hacia el lavado.

Mary tenía sed y mucha. Se bebió tres vasos como si nada.

-Disculpe, puede decirme ¿Qué hora es?- le preguntó cuando iba por el tercero.

-Las ocho y treinta- contestó Dai viendo su reloj de pulsera.

-Tengo que irme- exclamó con un poco de preocupación, pues se le estaba haciendo un poco tarde.

Dai se levantó para ir a buscar las cosas de la mujer. Su guitarra, su mochila y teléfono móvil que estuvo guardando.

-Consegui un cargador, pero solo por media hora. Espero tenga suficiente batería- le dijo Dai al regresarle el teléfono.

Cuando Mary encendió el celular vio que la batería estaba al sesenta porciento.

-Es más que suficiente- respondió la muchacha guardando el móvil para colgarse la guitarra sobre el hombro- Lamento las molestia. Nos vemos mañana si todavía quiere siga dándole clases.

-Por supuesto, pero espero acepte venir a mi departamento está vez. Tiene que reconocer es un sitio cómodo y seguro...para desmayarse.

-Adiós señor Dai. Que tenga buen día- respondió Mary y dejó el lugar rápidamente.

-Casi tierna- murmuró Dai antes de cerrar la puerta y mirar su reloj.

Mary bajó por las escaleras. Odiaba los ascensores. Si le tocaba subir diez pisos podía aguantarse la claustrofobia, pero si le tocaba descender prefería usar las escaleras. Medio corriendo cruzó la puerta del edificio y así avanzó por la acera hasta la estación del metro que no estaba lejos. En los andenes habían algunas pantallas de televisión con volumen muy bajo. En ellas se estaban transmitiendo un boletín especial de noticias en que se hablaba de una mujer encontrada muerta en la calle no lejos de allí. Mary dio una rápida mirada a la televisión, pero no se detuvo a enterarse de nada.

El día domingo Dai cancelo la clase debido a un compromiso de última hora que no podía evadir ni postergar. Mary no se quejo y le ofreció verlo otro día, pero él prefirió mantener el acuerdo de las noches de los viernes y las mañanas de los domingos a lo que Mary no puso objeción.

Notas Negras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora