Capítulo 2: Compartimiento 306

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Capítulo 2: Compartimiento 306

Durante las siguientes semanas el pequeño rubio no había logrado conciliar el sueño con normalidad. La sola idea de abandonar la comodidad de su casa y su acostumbrado aislamiento de la sociedad, desataba una mezcla de emociones que no podía descifrar.

Por un lado estaba ansioso de conocer nuevas personas, pero por otro, temía las miradas curiosas que muchas veces se tornaban ásperas y llenas de juicios.

Astoria, siendo la bruja perspicaz que era, se había dado a la tarea de pasar cada hora a su lado, hablando de sus aventuras en Hogwarts, de lo grandioso que era el castillo y de lo increíble que resultaba el solo hecho de vivir la experiencia. Sin embargo, a pesar del ánimo alegre que esta profesaba, Scorpius tenía muy presente que se veía afectada por su pronta ida. Había noches en las que podía escucharla llorar en su habitación. El niño comprendía la situación, por lo que se centraba en disfrutar el tiempo con su madre, en especial cuando paseaban por el callejón Diagon en busca de sus materiales escolares.

— ¿Crees que podré ingresar al equipo de Quidditch?

Preguntó tras salir de la tienda con una gran y hermosa escoba de la que resaltaba el nombre "Saeta de trueno" en letras doradas.

— ¡Claro que sí! - dijo ella con entusiasmo - por eso te compré la mejor escoba, porque sé que harás grandes cosas, Scorpius.

La sonrisa en el rostro de Scorpius se ensanchó de inmediato. Sin embargo, un vago pensamiento surcó su mente. Detrás de aquella gran puerta a la que no había vuelto a ingresar, le pareció ver una copa dorada de Quidditch. Si ni su madre ni su tía habían jugado alguna vez, solo hacía falta atar cabos para saber a quién pertenecía.

La noche antes del viaje recibió la visita de la tía Daphne y Orla. Su madre, que con el pasar de los días se había tornado más melosa, se alejó para hablar con su hermana, lo cual Scorpius agradecía.

La tía Daphne parecía tener el poder de calmar a su madre frente a cualquier situación, lo cual era algo digno de admirar, teniendo en cuenta el como era Astoria. Ella era su perfecta cómplice y quizá, la única persona con la que él podía hablar además de Orla. De hecho, en algunas ocasiones había tenido la oportunidad de charlar acerca de "aquel tema". Recibiendo respuestas aparentemente sensatas. La imagen, aunque empobrecida que tenía de su padre, se había construído a base de ligeras cosas que ella le había comentado.

No todos son buenos o malos, Scorpius, a veces la gente solo toma malas decisiones.

Le había escuchado decir una noche mientras su madre dormía.

El concepto que Daphne tenía sobre la libertad y la verdad eran aspectos que definían su personalidad rebelde y desenfrenada. Desde que tenía uso de razón, la tía Daphne odiaba seguir lo que todo mundo hacía, moviéndose como una hoja al viento; por lo que resultó una total sorpresa que un día, apareciera de la mano de un hombre de cabellos castaños. Su nombre era Gustav, el eterno prometido, como solía llamarlo su madre, a quien solo hizo falta conocerlo una vez para comprender que eran el uno para el otro.

Las cenas familiares, que siempre habían sido de tres, ahora contaban con dos puestos más, pues el tío Gustav tenía una hija de su misma edad llamada Orla.

Orla Foritt fue su primera amiga. Ella, al igual que él guardaban algo en común: eran dos niños solitarios con ansias de jugar; por lo que no fue nada complicado que congeniaran. Sin embargo, si bien era cierto que se divertían juntos, poseían diferencias muy notables. Mientras Scorpius era un niño tímido y despistado, amante del quidditch y las criaturas; Orla se divertía dibujando e investigando todo a su alrededor. Para el rubio era sorprendente el orden que esta tenía en sus cosas, lo que contrastaba por completo con la actitud curiosa que muchas veces la llevaba a ensuciarse con tal de descubrir algo. Era un extraño equilibrio que Scorpius había aprendido a aceptar.

Sins of the Father [Harry Potter]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora