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Neteyam

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Neteyam

Voy corriendo por el bosque, salto por algunas ramas, y esquivo otras. La libertad que me transmite es insuperable.

Acomodo mi arco detrás de mi espalda, junto con sus flechas; la condición para venir solo era venir armado y estar atenti, aunque no me permitan manejar armas de fuego.

Respiro profundo antes de seguir, el aire me llena los pulmones y me siento en calma; antes de seguir avanzando, escucho ruidos.

Estoy cerca del viejo laboratorio, ¿serán humanos?

Me escondo detrás de unas hojas, esperando ver humanos armados, tomo mi arco, coloco una flecha y apunto hacia el vagón.

Los ruidos siguen, suena como si aplastaran la maleza con pasos, poco a poco una respiración agotada se hace presente.
Empino mi arco, listo para disparar si es necesario.
Pero entonces sale una humana. No tiene armas, ni siquiera porta un uniforme militar; sus prendas lucen sucias, pero aún así, son de ellos. La máscara que lleva se ve desgastada, apunto de quebrarse. Baje el arco, justo para después mirar que va a hacer.

Cuando ve el viejo laboratorio suspira, parece aliviada. Dirijo mi vista a sus pies, y noto que solo lleva una especie de tela, no los habituales zapatos de los soldados.
Ella mira a su alrededor y avanza a la entrada del lugar. Antes de que su pequeña mano siquiera logre tocar la manija, un slinth aparece tras ella.

—¡Ay carajo! —exclama muy bajo.

Sin entender del todo bien que había dicho, me muevo un poco, para tener un mejor panorama.

Ella retrocede y hace que su espalda choque con el viejo laboratorio. Puedo notar como su respiración se agita cada vez más, a la vez que sus ojos se abren, la humana parece pensar en hacer algo, pero se ve interrumpida nuevamente, cuando un disparo azota al animal.

Oh no.

Decido esconderme aún más, lo ideal sería irme de aquí, pero mis pies no se mueven, solo sigo enfocado en aquella chica.

El slinth cae al suelo, muerto de inmediato, me contengo de cualquier cosa, regresando mi vista a ella, un ápice de tristeza cruza por su cara, después murmura algo para ella misma, y decide avanzar a donde sea que venía el disparo.

Del bosque aparecen tres hombres, fuertemente armados, dos de ellos toman a la chica con fuerza, mantienen una conversación poco amable a mi parecer. El tercer hombre habla con un comunicador como el que nos dio padre.

Siento que ahí termino la escena, sin entender porque tres hombres, mucho más grandes que ella son necesarios para escoltarla.

Pronto es mi sorpresa cuando ella encaja algo en la pierna de un tipo. Saca de ahí lo que creo que es una daga y lo clava en el brazo del otro, antes que el último haga algo, ella salta sobre él y le quita la máscara; sus movimientos son rápidos y hábiles, como si lo hiciera todos los días. Sin esperar algo, ella corre directo a donde estoy. Pasa por debajo de la rama que me sostiene y corre al bosque.
Antes de avanzar, veo como más hombres salen del bosque.

Corro detrás de ella. Es tan pequeña, pero también muy hábil.

Ella se detiene, y quita el cabello que ha ido a su cara, para poder ver a todos lados.

Esta perdida.

Puedo oír pasos acercándose.

Antes de que avance más, o que algún animal la ataque, bajo rápidamente, la tomó en brazos, y la subo a la copa del árbol.

Sus ojos vuelven a abrirse, mostrando esa expresión de terror.
Intento calmarla poniendo un dedo sobre mis labios para que guarde silencio. Sorprendentemente lo acepta, y se queda quieta.

La suelto para que este apoyada por si misma. Ahí noto que esta sangrando, pues mis manos están salpicadas. Se las muestro, y ella toca sus brazos.
Estos se encuentran lastimados, el color rojo palpita haciendo contraste con su piel, es igual de frágil que la piel de Spider.

Actuó sin pensar, y tomo su tobillo para revisar sus pies, la humana deja un golpe en mi brazo, así que la suelto.

—Estás herida —digo. Espero que hable el mismo idioma que los humanos que conozco.

Parece entender, pero no responde, solo se dedica a ver sus heridas.

—Va a sanar —responde.

Asiento con la cabeza, aunque luce doloroso.

Ninguno dice nada más. Poco después pude ver que los otros humanos están debajo de nosotros.

—¡Puedes salir, Aroa! Si cooperas puedes seguir en la misión.

Aroa, es su nombre, ¿no?

Ella revisa su ropa, buscando algo, luego toca la máscara, como si recordara que la trae puesta.

Murmura muchas cosas por lo bajo. Después contiene la respiración y se retira la máscara. La miró sin saber que va a hacer, ¿cómo va a aguantar la respiración?

Ella ata la máscara a una liana, y avanza por las ramas. Decido ir tras ella. Cuando estamos lo suficientemente lejos, tira de la liana, haciendo que esta caiga al piso. Sin mirar detrás, ella sigue avanzando.

Algo dentro de mi dice que tengo que ayudarla. Y espero no morir a manos de mis padres por lo que estoy a punto de hacer.

La vuelvo a alzar, no puede decir nada, ocupada por contener el aire, y así avanzo a casa lo más rápido que puedo.

S T A R S | AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora