S T A R S | AU

05 | n a ' v i

Narrador omnipresente

Neteyam mira con sorpresa a Aroa sin creer lo que le había dicho. ¿Otras tribus mantienen contacto con los humanos?
El joven heredero sabía que no se trataba de la suya. Estaba seguro. Los humanos que habían desertado a su propia su raza seguían entre sus filas, con comunicación absoluta hacía el clan, algunos incluso vivían en las montañas con ellos.

—¿Un na'vi? ¿De qué tribu? —preguntó, la curiosidad consumiendo todos sus pensamientos.

Antes de responder, Aroa niega con la cabeza.

—Fue hace mucho, mira los trenzados, nunca los pude hacer bien.

Ella pensó que no tendría caso recordar lo que había sido de su vida. Por el momento solo le importaba regresar a su hogar.

—Las mejores historias son las viejas, Aroa —dijo Neteyam—. Tengo toda la noche.

Ella terminó por aceptar, le debía su subsistir en Pandora. Se acomodó en su lugar, lista para empezar a hablar.

—Mis padres —comenzó—. Ambos son de la tierra, son personas del cielo.

—¿Están aquí? —preguntó él.

Aroa negó. Y prosiguió.

—Cuando el proyecto de los avatares Na'vi falló el gobierno dió rienda a una segunda alternativa: Humanos nacidos en Pandora, humanos puros. Con toda la información recabada los embriones se modificaron para poder resistir al ambiente, y tal vez ser aptos para vivir plenamente. Pero obviamente los cuerpos no eran compatibles con sus nuevos genes, ni con el viaje que les esperaba, así que la primera generación de embriones humanos fallecieron antes de siquiera nacer.

Neteyam entendía vagamente los conceptos que Aroa mencionaba, el relato estaba siendo contado en idioma na'vi, lo cual agradeció.

Pronto un sin fin de dudas comenzaron a llegar a su cabeza, trataba de ordenarlas mientras veía a Aroa, su expresión denotaba tristeza, tal vez al recordar a su madre. Así que Neteyam empezó sus preguntas por ahí.

—¿Qué hay de sus madres? ¿y la base? Mi pa—Se detuvo en seco antes de poder confesar que su padre fue el cabecilla de la primera derrota de la raza humana—. Mi pueblo —corrigió.— cuenta que las personas del cielo tardaron años en volver a establecer una colonia humana, ¿a dónde hubieran llegado los embriones?.

—No tenían madres —comenzó a responder ella—. Todos habían sido creados con el mismo modelo del primer proyecto, eran sintéticos. Poco después los científicos descubrieron que el prolongado tiempo que congelaban los embriones para el viaje los hacía débiles, se suponía que iban a llegar al mismo tiempo que la segunda colonia, pero solo llegaron los contenedores sin seres vivos. Cuando la primera generación falló se optó por embarazar mujeres y ocuparlas como incubadoras para después modificar al feto externamente. Ahí entran mis padres —Aroa alzó la mirada para ver la reacción de Neteyam, lucia agobiado, así que trato de restar importancia al relato mientras trataba de volver a trenzar la pulsera— Y de hecho las parejas humanas fueron seleccionadas bajo parámetros específicos que ellos cumplian, mucho antes de empezar los embriones, como una alternativa menos ética, en caso de que algo saliera mal, otra cosa que también pasó —Soltó una risita sin ganas—. Así que hicieron el viaje a Pandora, y llegaron para realizar una fecundación in vitro,—Él no entendió y ella lo supo—.Se fecundó un óvulo de mi madre con el espermatozoide de mi padre, esto fuera del cuerpo de mi mamá y después lo alojaron en su vientre, ¿me explico? —Neteyam asintió con la cabeza, imaginando cómo eso sería posible. — Al final mi madre quedó embarazada, los de bata metieron sus químicos en mi y mi madre, aceleraron el proceso de gestación y siete meses terrestres después nací, alterada genéticamente para vivir en Pandora.

Eso explicó su resistencia a estar sin máscara de oxígeno, y que de hecho, siguiera con todas sus extremidades. Pero no explicaba el porqué huía. Y mientras Neteyam más pensaba en lo que habrá escuchado más confundido se encontraba.

—Dijiste que tenías dieciséis —comentó él.

Aroa asintió, seguía haciendo la pulsera.

—Tengo dieciséis años humanos. Los calendarios en Pandora no funcionan como lo harían en la tierra. Neteyam.

Neteyam terminó de unir las piezas, y llegó a la conclusión de que si una gestación podía ser acelerada por científicos, el crecimiento que tendría Aroa también podía ser precoz.

Aroa tenía genes propios de los nativos, pero a ojos de cualquiera que la viera ella seguiría siendo una persona del cielo.

—Si creciste aquí, ¿dónde están los demás niños? —Neteyam preguntó.

Aroa miró al suelo, pensativa. Ni siquiera ella sabía con exactitud la respuesta; así que se límito a encoger los hombros.

—Solo espero que sigan aquí —respondió.