01 | c o n t a c t o

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Habían pasado ya dos semanas desde que me tope con Aroa, llevaba dos semanas escondiendo a una humana; no la pude llevar con mi tribu, no me atreví, el solo hecho de conocerla ya me ponía en riesgo, y que ella supiera que nuestro clan tenia contac...

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Habían pasado ya dos semanas desde que me tope con Aroa, llevaba dos semanas escondiendo a una humana; no la pude llevar con mi tribu, no me atreví, el solo hecho de conocerla ya me ponía en riesgo, y que ella supiera que nuestro clan tenia contacto con los humanos rebeldes solo lo aumentaba.

Poco después de huir con ella en brazos, Aroa había perdido el conocimiento, con trabajo regrese al viejo laboratorio, con la esperanza de que no hubiera nadie, pero que sí hubiera alguna máscara vieja, el oxígeno no caduca, ¿verdad? Para su suerte había, y así tomo conciencia de nuevo. Débil, pero al menos estaba viva, y no me había arriesgado en vano.

Al final opte por llevarla a un lugar algo lejos de las montañas flotantes, un lugar que solo Lo'ak y yo conocíamos, era una especie de cueva que fuimos acomodando para pasar el rato de vez en cuando. Alta y de difícil acceso para un Na'vi, y de acceso prácticamente imposible para un humano que no contara con equipo extra. Así que ella no podría salir, al menos no tan fácilmente, y cuando lo hiciera yo podría alejarla lo más posible.

Ella no hablaba mucho, se limitaba a decir lo básico, y a mostrar que no confiaba en mi, lo cual entendí, estaba prácticamente atrapada.
Desde que la había dejado ahí, todos los días trataba de llevarle comida, agua, y distintos ungüentos exclusivamente naturales, para que no sospechara nada; también tuve que robar más tanques de oxigeno para que no muriera, esto último también lo oculte de la humana. Había sido tan difícil escabullirme de la aldea, que nadie me viera y llegar cada día con miedo de que de alguna manera ella me atacara, esa idea me frenaba un poco, pero aún así lo seguía haciendo.

No entendía muy bien porque había actuado así, en retrospectiva hubiera sido más fácil salir de ese lugar, pero al verla tan herida solo pude pensar en ayudarla.

Aroa comía rápido, la mayoría de veces al llegar la encontraba dormida, otros días tenía muchas preguntas, y otros más solo estaba callada y esperando. Este día era de preguntas.

Entre con cuidado, y cauteloso, pero solo la vi sentada al fondo, tomando agua con dificultad, para después ponerse la mascara tan rápido como podía. Me senté lejos de ella, dejando el pequeño morral con las cosas que traía para ese día. Saque el ungüento y lo rodé hasta ella, lo tomó y comenzó a frotarlo sobre sus heridas, como le había mostrado.

—Disculpa —me llamó.

Hice caso omiso, trataba de fingir que no casi no le entendía.

Se levanto a como pudo, sus pies seguían lastimados. Hizo el tanque de oxígeno a un lado, y se sentó muy cerca de donde yo estaba. La ignore, mientras acomodaba su comida.

—Sé que me entiendes, ya me has hablado —comenzó a hablar, pero aún así no la mire, así que siguió—. Te agradezco por cuidarme, aunque... espero que no me mantengas viva para sacrificarme o algo así.

Ahora si la mire de arriba a abajo, que comentario tan absurdo. No había razón para tal cosa, y probablemente La Gran Madre no la aceptaría. Aroa soltó una risilla, en lo que se dejaba caer para recostarse.

—Bien, no creo que me vayas a matar, ya lo hubieras hecho —Todo lo decía con una sonrisa en la cara—. Me presentaría, pero creo que ya habías escuchado como me llamaron —Ella espero mi respuesta, y solo asentí con la cabeza— Entonces, ¿cómo te llamas? Llevo días intentando saberlo.

No abrí la boca. Señale su comida, tome mi morral y me dispuse a salir. No la había visto tan expresiva.

Ella se levanto rápido, un gesto de dolor cruzo su rostro, pero aún así me siguió.

—Ok, ok, no me digas tu nombre, pero al menos habla conmigo, te juro que si sigo hablando yo sola me voy a volver loca. Empecemos de nuevo. Me llamo Aroa, tengo dieciséis años humanos, al parecer nací aquí, y eso es todo lo que sé sobre mi—Apretó los labios en una línea recta al terminar la última frase. Me dedique a mirarla, de verdad que era pequeña. Cuando noto mi silencio, dijo:—Es tu turno... puedes empezar por tu nombre.

Iba a irme, pero sus ojos se abrían expectantes de lo que dijera. Entonces suspire y hable.

—Neteyam, quince años.

Aroa sonrió de nuevo.

—¡Sí hablas mi idioma! —Rodé los ojos, y ella aclaro su garganta—. Es un placer, Neteyam —Extendió su mano hacía mi, era un saludo de humanos.

La tome como pude, no quería lastimarla; ella dio un apretón cerrando aquel saludo, y yo no pude evitar reír por la diferencia de tamaño. Aroa frunció el ceño y me soltó.

—Disculpa por no medir dos metros, amigo.

Reí más fuerte, y ahora sí fui a la salida, se me hacía tarde.

Señale su comida y dije:

—Come, no quieres que se apeste.

Ella tomo el alimento, y cuando tuve un pie fuera del escondite, Aroa, ya con un pedazo de comida en la boca me llamó.

—Hablando de apestar —tragó—. Apesto, llevo días sin asearme... ¿Crees que— hizo una pausa y bajo el tono de su voz—¿Crees que podrías llevarme a algún lugar para que pueda darme un baño?

¡También tiene que asearse!, lo había olvidado por completo.

Skxáwng.

—Prometo no huir, o hacer algo malo —exclamó.

Reí por su mano en su pecho, parecía que me ofrecía su corazón como pacto de promesa.

—Sí te llevaré. Pero será mañana, porque se me hace tarde... Ah, y toma.

Saque algunas cosas con las que podría hacer collares, nada filoso, y todo demasiado frágil en caso de que tratara de volverlo puntiagudo. Le señale mi collar, y una pulsera sencilla que mi hermana pequeña me había hecho.

Aroa tomo las cosas entre sus manos. Paso sus yemas para apreciar la textura.

—Muchas gracias, Neteyam— Las esquinas de su boca se curvearon hacia arriba.— De verdad.

—No es nada.

Cuando estuve afuera, y escondí la entrada, alcancé a oír su voz.

—¡Hasta mañana!

S T A R S | AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora