Capítulo 1

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— Amo Sesshomaru, amo Sesshomaru. Es aquí, no puedo equivocarme. El báculo nos guío hasta está tumba.

El kappa sostuvo su báculo y espero a la llegada de su señor. Sesshomaru observó aquella tumba.

De ella aparecieron bestias.

— ¡No puede equivocarme! ¡Esas bestias protegen el lugar!

Sesshomaru lideró el camino con un kappa algo nervioso por detrás.

Detuvo su andar, giro su mirada a las bestias que gruñían. Los colmillos se asomaban de sus mandíbulas babeantes.

— Esos colmillos...— miro fijamente a la bestia frente a el. — Es la cosa que más deseo. — expresó. — El que obtendré con ellos me ayudarán a transformarme.

Un asoma de sonrisa se hizo presente en el demonio. — Al parecer aún no soy merecedor de aquel poder. — medito y después negó. — Aún no conozco mis límites.

Extendió su mano y giro balanceando su látigo. Eliminando de una sentada a las bestias y a la tumba.

— Mi poder sigue creciendo.

El kappa comenzó a llorar al darse cuenta de que la tumba no era la indicada.

—  Amo bonito, d-disculpe, este fiel sirviente no le fue útil. — lloró, ganandose una patada.

— Cállate. — miró por última vez la tumba y camino sin mirar atrás. — Muévete. Informa a mi madre de mi ausencia en los próximos 2 días.

— Si, amo bonito.

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— ¡Uy! ¡Ese desgraciado de Sesshomaru me dejó atrás otra vez! — rugió llena de irá sin medir sus palabras. — ¡Cómo desteto que haga eso!

— Lady Hiroko-

— ¡Cállate!

— ¡No me grite!

— ¡No me respondas! ¡Soy tu superior, inmundo gusano!

El ¿sirviente? bufó e ignoró el berrinche de su señora. De un salto, desapareció entre los árboles, dejando con la palabra en la boca a la peli plateada.

— ¡Shinichi!

— ¡Sigamos!

Gritó con los nervios crispados. Gruño ante la insolencia del demonio dragón.
A regañadientes, la mujer se impulso, la tierra se desquebrajo, se hundió y salto. Un cráter era lo único que quedaba.

Si fuera por ella ya lo hubiera descuartizado y viajado sola, se detenía por la condición de su madre de llevar a un guardián.

Lo veía injusto. Sesshomaru viajaba solo y no le imponían un chaperón.

¡Era tan solo 200 años mayor que ella!

Arrojó sus pensamientos al olfatear el aroma de su hermano. Aterrizó frente a una tumba rodeada de cadáveres.

¿Su hermano desperdicio su fuerza por algo tan insignificante como aquellas bestias?

— El ataque sucedió hace poco. La sangre está caliente— el pelirrojo fijo su azulada mirada en la dirección opuesta a ellos. —  Varios de ellos escaparon, dudo mucho que sea simple casualidad.

— Mi hermano los dejo ir a propósito. — arranco el pelaje de un cadáver y prácticamente abofeteo a su guardia con el. — Rastrea.

El pelirrojo golpeó la mano. — ¡No soy un perro!

— ¡Eres un general y no sabes hacer algo tan simple!— sacudió el pelaje con burla. — ¡Inútil!

Shinichi contrajo su enojo y contó hasta diez. Recitando el mantra efectivo que le ayudaba a levantarse y seguir con aquella niña mimada.

"Estoy al servicio de Ryu-dono, estoy al servicio de Ryu-dono"

Arrebato los pelos y olfateo a regañadientes. Al terminar, se los aventó a la cara de la peliplateada. Hiroko limpio su cara con rapidez ante tal suciedad mientras Shinichi olfateaba en busca del rastro.

— ¡Pff! ¡Ugh! ¡Me entró en la boca!

Ignorando las arcadas a su derecha, el hombre emprendió vuelo hacia las montañas.

Lord Sesshomaru se dirigía hasta la aldea de su medio hermano.

Entrecerró los ojos pensativo.

¿Qué buscaba del híbrido?

¿Debería contactar a su amó?

Giró su mirada. Tras el, la princesa venía hecha una furia, derrumbando los árboles a su paso. Parecía no importarle el escándalo que hacía ni mucho menos el malgaste de su energía en algo tan simple.

— El entrenamiento será largo...

Su amó era tan cruel al dejarle bajo su protección a tan irritante cría. No tenía ni una pizca de aquella personalidad impecable de su madre, en cambio, adapto esa insípida impaciencia y explosividad que caracterizaba a su padre, el gran general perro.

Esquivó el golpe y regreso uno con mas potencia.

Hiroko se estrelló contra el frondoso paisaje, quedando inconciente al instante.

Shinichi hizo una mueca. Se le venía un castigo.

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