Después del levantamiento contra el emperador Anastacius, el segundo príncipe Claude de Alger Obelia toma posesión del tronó, dando un fin a las horribles condiciones del antiguo emperador.
Cuando las cosas parecen ir bien, llega un delicioso hombre...
El imperio Obeliano estaba festejando. Hoy, después de años en penumbra por fin verían un cambio con el segundo princepe, su actual emperador.
Las calles estaban abarrotadas de puestos, musica y danzas. Los plebeyos disfrutaban con sus familias y a su manera, el resplandeciente futuro.
Por otro lado, los nobles no sentían esa dicha pero nadie se atrevió a romper la burbuja, hacerlo significaba una muerte inmediata.
Si no asistían a la ceremonia de presentación serían de igual forma ejecutados por lo que la mayoría fue con los nervios a flor de piel. A pesar de la negativa, era un espectáculo fascinante a ojos de los más bajos.
Los carruajes desfilaban uno tras de otro, destinados al Palacio Garnet, lugar donde se llevaría a cabo la entrega de presentes al emperador.
El salón pronto se llenó. Por orden de jerarquía entregaron sus presentes y de paso, darle bendiciones al emperador.
Nada podría ser más aburrido a ojos Claude. Ver tal majestuosidad en oro, telas y joyas lo estaban fastidiando.
Lo único que escuchaba eran palabrerías de los hipócritas. Meneaban la cola cuál perros en busca de algún cumplido o reconocimiento.
Giro su mirada a un punto vacío del salon sin querer escuchar al hombre que hablaba sin parar. Otro más llegó y lo ignoro, el regalo era una mujer que poco le importaba. Hubo un momento en el cual su cabeza comenzo a palpitar. Descanso sus ojos por un momento mientras los gusanos pasaban.
"Basura repugnante"
Sin embargo, los murmullos y jadeos ruidosos lo hicieron abrir los ojos y simplemente mirar de reojo al causante de dicho disturbio.
— Saludos, su majestad, el sol naciente de Obelia— el hombre rubio hizo una reverencia. — El ducado Torunk presenta sus regalos al emperador.
Ante el se alzó un pedazo de tela blanca con detalles aquí y haya pero era, demasiado simple.
Era demasiado insignificante para un presente y eso descolocó a algunos nobles y a Félix que se encontraba bajo el trono.
— ¿Qué...— Claude entrecerró los ojos con un brillo sádico. — significa ésto?
— S-su majestad-
— ¿Me ofendes al traer una simple tela bordaba como presente? ¿Acaso quieres morir?
La cabeza de la familia solo pudo tragar al sentir la dura mirada azulada, pero con un leve vistazo al acompañante y enamorado de su hijo, logró dar un mensaje sutil
Haz tu trabajo.
— Discúlpeme, su majestad. —
Una ola de jadeos le llevo a dirigir su atención al responsable de tal falta. Los ojos de Claude pasaron en cada curvo expuesta por el revelador traje. — Pero no es una simple tela.
Los vibrantes ojos azules removieron sus sentidos, aún así, no dejo de mirar. — Entonces, ¿Qué podría ser?
Con atrevimiento, el esbelto hombre río levemente divertido. Los hombros delgados se movieron levemente, su espalda descubierta dio una espléndida vista. Las mujeres negaron con disgusto y la mayoría del público masculino se removió fascinado.
— Eso es llamado Toga picta — aclaro al moverse con gracia y lentitud hacia el traje exhibido. El contoneo de caderas no le fue indiferente al emperador. — Fue elaborado en su totalidad por los mejores diseñadores extranjeros del país.
Claude escaneo el traje de nueva cuenta. — ¿Y?
— Es utilizado por emperadores y generales para demostrar un triunfo.
Los nobles que hasta el momento se encontraban en silencio, miraron con más atención el vestuario. ¿Aquello era utilizado por gente de tal alto nivel social?
— ¿Cuál es tu nombre?— el emperador dejo de lado el traje. Ese hombre había despertado su curiosidad.
Con una elegante inclinación y sin quitar su mirada de los brillantes diamantes se presentó— Eliz Quirós, su majestad.
— Bien, retirense.
— Gloria y bendiciones al sol de Obelia.
La cabeza de familia se inclino junto a su hijo y acompañante.
La presentación de regalos termino y el banquete dio comienzo.
Durante toda la velada, el emperador se mantuvo fijo en Eliz y Eliz de igual forma le daba leves miradas cargadas de deseó.
Claude se levantó de su tronó y con ello, los nobles se inclinaron cómo despedida.
Antes de cruzar por la puerta. Ambas miradas se conectaron. Claude hizo un leve movimiento de cabeza. Eliz sonrió y poco después abandono el salón con la excusa de retirarse. Dejando solo al insignificante pretendiente.
Félix lo guío en silencio por los pasillos hasta la habítacion del emperador.
El hombre entro y automáticamente fue recibido por los hambrientos labios de Claude.
El hermoso azul cristalino cambio a carmín al no ser visto.
Tener alimento de primera categoría le alegraba tanto~
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