Capítulo 2

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Gritos se escucharon en los pasillos de la mansión del Duque Alpheus.
Los servidores conocían esos chillidos. Era la duquesa.

— ¡No dejaré que metas a ese maldito prostituto en mi casa! — gritó al hombre frente a ella. Sus ojos verdes estaban acuosos. — ¡Jamás! ¡¿Escuchaste, Roger?!

El hombre peli blanco acomodo las muñequeras de su camisa blanca y tras una corta mirada al espejo para ver a la mujer furiosa. Sonrió con frialdad.

— Deja de ser tan escandalosa y vete a tu habitación. No quiero interrupciones cuando Eliz llegué. — acomodo lo último de su atuendo. Sin mirarla.

Las lágrimas cayeron con furia del marcado rostro de porcelana. Apretó el costoso vestido y salió a grandes pasos. Azotó la puerta.

Kiel, el primogénito del duque bajo la mirada ante el ruido de los pesados pasos.
Cerro sus ojos para no dejar que las lágrimas bajarán y se encerró en su habitación.

No saldría para recibir al hermoso joven con el cual su padre pasaba las noches.

Ya no lo haría.

En cambio, Jennette si que bajo con un hermoso vestido en espera del duque para recibir a la única persona que parecía quererla.

Los sirvientes que pasaban por el lugar la miraban de reojo y continuaban con sus deberes. Poco le importó, estaba muy feliz y nadie arruinaría eso.

— Jennette, ¿Qué haces aquí? ¿Dónde está Kiel? — el duque aparecio en lo alto de las escaleras. Confundido de verla solo a ella.

— T-tio bueno, Kiel dijo que no vendría por sus pendientes. — Mintió. Había visto a Kiel encerrarse en su habitación después de escuchar a sus padres discutir. — Yo que-queria recibir a Sir. Eliz en lugar de Kiel.

Tímidamente tomó su vestido y lo apretó. El duque suspiro resignado, con Janneth aquí sería difícil de Eliz le prestará atención.

— No-

— Disculpe, Duque Alpheus. — un sirviente intervino, se veía nervioso. — El carruaje está por llegar.

— Preparen el té y postres — Jennette escucha atentamente. — Sirvan en el comedor.— ordenó. El joven reverencio y se fue.

Jennette sonrió ante el permiso indirecto de su tío.

— No molestaré, lo prometo. — aseguró decidida.

El duque asintió levemente y se apresuró a la entrada, dejando atras a una feliz castaña.

Vería al amable Sir. Eliz, el hombre más hermoso de este imperio.

Alzó levemente su vestido y corrió para alcanzar al Duque.
Llegó justo a tiempo, el carruaje ya había arribado y de el, salía el rubio con un despampanante y revelador traje.

Aún siendo algo escandaloso para los nobles y sociedad en general, eso no era el caso de Sir. Eliz.
Usaba diseños que favorecían a marcar su cuerpo, cómo el de ahora.

El corazon de Jennette latió rápidamente al verlo acercarse.

— Duque Alpheus. — reverencio al llegar frente a ellos. — Me sorprende no ser recibido con los gritos de la Duquesa.

— Tiene prohibido estar aquí.

— ¿Es así? — Eliz sonrió. — Extrañare su presencia.

Entonces se percató de la segunda presencia tras el duque. El hermoso rubio sonrió y acercó su mano aguantada la barbilla de la joven, dando un leve empujóncito cariñoso y suave. Su interesante saludo.

— Lady Jennette crece tan rápido. — sonrió, pero suspiro con fingida tristeza. —  Me sentiré mal cuando sea mayor y me supere en belleza.

Roger río por lo bajo. Janneth se exaltó y negó varias veces, estaba entrando en pánico.

— ¡N-no! ¡Es-eso-! — sujeto la mano del rubio sorprendido. — ¡Sir. Eliz es el hombre más hermoso del imperio! ¡Del mundo entero!

La seriedad de las palabras hizo reír al hombre que solo palmeó la cabeza para tranquilizar a la castaña.

— Eso es verdad. — El duque se acercó a su amante y coloco su mano en la espalda baja. Acercó su rostro al del rubio. — No hay persona que se le compare. Es simplemente único.

— Oh, me halaga. — murmuró al apartar la mirada. — Tan encantador como de costumbre, pero deje de enviarme cartas. No siempre puedo hacerle compañía.

Jennette mantenía sus ojos en la conversación. Era algo ingenua al pensar que el duque y Eliz solo se veían para conversar como viejos amigos.

El duque sostuvo la cadera del rubio y sonrió.

— Entremos. El té será servido en el comedor.

Eliz permitió que Janneth tomara su mano y al poco tiempo los tres entraron.
Eliz deslizo su chal de piel y dejo que una mucama lo tomara.

— Te ves tan ardiente. — el susurro bajo se acompaño de un leve apretón en su cintura. — ¿Deberíamos?

— No lo sé, ¿Quiero? — aparto el brazo del duque y se retiró con Jennette, dejando parado en la entrada al duque.

El duque suspiro fastidiado y los siguió.

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Jennette estaba pasando el mejor día de su vida.

Incumplido su palabra de no molestar, paso todo el dia pegada a Sir. Eliz y al duque (por un corto periodo de tiempo).

Se sentía tan bien el tener la atención exclusiva de alguien tan amable. No podías evitarlo.

Anhelaba toda su atención.

Y lo consiguió.
Sir. Eliz ayudó a  elaborar una corona de flores en el jardín; jugaron con sus muñecas; comieron y cenaron juntos.

¡Hizo todo lo que soñaba en un solo día! ¡En compañia de su persona favorita!

Para su mala suerte, la noche cayó y ella tenía que dormir le gustará o no. Órdenes del duque.

— Bueno, lady. Jennette es hora de dormir. Necesita descansar para estar saludable.— la calidez la embargo al recibir tan simples palabras. Dejó que la arropara. — Buenas noches, My Lady.

Un suave beso se plantó en su frente. Un beso que marcó el corazón de la hermosa joven. Sintió lagrimear, pero aún así sonrió.

— Buenas noches, Sir. Eliz

Con un último pensamiento de felicidad. Su conciencia se desvaneció sin notar los ojos carmín que la miraban fijamente.

— Janneth, ¿Qué debería hacer contigo?

Negó al observar peluches similares. Rubios, ojos azules. Conocía bien esas carácteristicas, el emperador y su hija. Aquella quimera anhelaba el amor y atención de una familia.

Claro, siendo ella un miembro de la familia real por los ojos gemas, ¿Quién no desearía una familia cómo esa? 

Lo había sentido y eso le produjo un revoltijo. La magia que absorbió del emperador y su escolta choco con la magia negra que poseia esa niña.
Le hizo sentir enfermó.
Y aún así aguanto, aún se preguntaba el por qué de esto pero seguramente era por su parecido.

Sus ganas de estar con duque disminuyeron, pero tenía que recolectar aunque sea un terció de mana.

Giro sobre sus talones y salió de la habitación. Con suerte no se encontraría a la perra escandalosa y al perrito jr.

Camino por el pasillo y entró a los aposentos de su juguete.
El duque estaba esperándolo, estaba sin camisa y con un semblante irritado. Al verlo, avanzó hasta el y lo tomo de la cintura, acercando sus labios en un beso apasionado.

La energía fluyó en el lugar, estremeciendo de placer a Eliz.

Caminaron entre besos hasta la cama.

El duque lo aprisiono con sus brazos y se inclino a besarlo. Comenzó lo que tanto estaba esperando.

Seductor de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora