Wendnesday ha escrito durante docientos cuarenta y tres días seguidos. Pero está racha se ve amenazada por un coro de muchachos de descendencia asiática de dudosa orientación sexual. Se supone que tiene un acuerdo tácito con su compañera de cuarto que de ocho a nueve de la noche no debería evocar ningún ruido, sin importar que esté en otro idioma. Revisa el reloj de arena sobre su escritorio, y por la cantidad que le queda por caer, calcula que falta un cuarto de hora más para terminar su sesión de escritura.
Alguien tiene deseo de muerte.
Ella sígue tecleando, tratando de que cada golpeteo de las teclas suene aún más elevado que la repugnante dulce voz de esos chicos, o al menos así debe escucharse con el oído súper sensible de la loba. Hasta que hay una estrofa donde una voz ronca y profunda opaca a todos, y Enid sube al máximo el sonido del aparato en su muñeca.
—¡Felix cuánto te adoro!
Sus dedos bajan al compás de ese grito, tecleando letras al azar y arruinando la hoja por completo. Wendnesday mira lo que acaba de ocurrir como si se tratara de una escena de un asesinato, normalmente estaría complacida por dicha escena, pero en está ocasión solo quería hacer pagar a la culpable de dicha atrocidad.
Se levanta de la silla, observa al lado contrario de la habitación. No le gusta disparar sus ojos oscuros a esa esquina contaminada de colores diversos. Trata de evitarlo, al igual que sostener algún intercambio de palabras con la dueña de ese vómito psicodelico.
—¡Quiero que sea el padre de mis cachorros!
Wendsday alza una ceja ante esa declaración. debe recordarse que Enid es una adolescente, y dichos especímenes se dejan llevar por las hormonas. Lo cuál le lleva a pensar en que sus padres nunca han pasado de esa etapa, a pesar de la maduración de sus cuerpos.
Enid sigue gritando eufórica en su almohada a medida que él tal Félix sigue llenando el cuarto con su varonil voz.
—Sinclar, si no apagas eso en este instante. Verás la nueva luz del día con el cabello de un solo tono.
Su compañera de cuarto desentierra su cabeza de la almohada y la mira, los ojos azules tienen un atisbo de seriedad. Que luego explota en una ingenuidad totalmente esperada.
—No lo harías.
Enid sonríe, como si se tratara de juego entre amigas.
Wendsday no hace amigas, y parece que debe recordárselo a ese cerebro canino.
—Vuelve a dudar de mí y amaneceras sin un centímetro cúbico de tú cabello.
Levanto su barbilla, como si se tratara de un guante blanco para invitar a su compañera de cuarto a un duelo. Enid lo aceptó, al bajarse de la cama con las manos al lado de su cuerpo, empuñadas. Cada uno de sus pasos hacia crujir las viejas tablas. Había algo en el porte, que era diferente. Se atrevería a decir que intimida, al igual que un cachorro.
Pero tuvo que cambiar ese pensamiento con lo que ahora observan su par de ojos de alquitrán.
Los puños de Enid se alejan de sus caderas, y las manos florecen con unas garras de diferentes tonalidades. Ese truco de fiesta, atrajo la fascinación de Wendnesday. No sabía que un hombre lobo que aún no podía transformarse en uno, podía cambiar sutilmente algunas partes de su cuerpo en tan maravillosos instrumentos para el homicidio.
Oh por Lizzie Andrew, estaba anhelando porque Sinclair le mostrará más de este lado salvaje. Y no la defraudó.
Las iris azules tan asquerosamente alegres, son devoradas por una rendija negra. Luego es escoltada por un zafiro eléctrico, un color que gritaba por si mismo: advertencia. Le hizo recordar a las ranas de centroamérica, vistiendo de colores brillantes significaban que eran venenosas, mortales, peligrosas. Se vio embrujada por esos ojos, que dejó su mano a medio camino para mostrarle a su compañera de cuarto su cuchillo. De qué hablaba muy en serio de su cometido.
Enid cruza por primera vez la cinta gris que divide la habitación. No hay una disculpa, como en esas ocasiones dónde baila y cruza sin darse cuenta, no pide una invitación, en aquellas circunstancias dónde Thing ha llevado algo de ella y lo deja en área oscura. Ella cruza como si fuera parte de su territorio, Wednesday la mira con curiosidad. Todo el aurora infantil y colorido se ha esfumado, realmente puede ver allí a un lobo con piel de humano. Un lobo que su lenguaje corporal aulla: no juegues conmigo o serás devorado.
Aunque nunca había bailado con un lobo, no se dejaría devorar nunca por uno.
La mano de Enid sale disparada como una serpiente, por un fugaz momento piensa que va por su cuello; esa idea hizo que los murciélagos de su abdomen revolotearan sin sentido. En cambio va por su corbata, una vez que se aferra a ella, hace por primera vez hace alusión a su fuerza como hombre lobo. Tira del accesorio del uniforme, y con eso hace que el centro de gravedad de Wednesday se incline hacia ella, la arrastra lo más cercano a su cara y por ende obliga al pequeño psicópata a pararse de puntillas.
—¿De verdad crees que me intimidan tus amenazas vacías?— Cada palabra fue un gruñido que recibió muy cerca de su cara. — ¿Wednesday?
Muy pocas veces en su corta y miserable vida, se había quedado sin réplicas. No había nada en su repertorio, ni un sarcasmo o contestación hostil, ni una respuesta inteligente, ni siquiera una frase matadora que dejara a la loba con la boca abierta como un pez.
En realidad esto último lo está realizando ella.
El aire de sus pulmones se fugó ante lo encantadoramente bélica, endiabladamente hermosa, lo fuerte y amazónica que destaca Enid en ese instante.
Realmente era una vista tortuosa, y Wednesday no pudo evitar tomarse un momento para disfrutarla.
O fuera querido tener esa dicha, quiere gritar que No. No quiere ver nada más que lo que tiene en frente de ella. Pero siente la corriente eléctrica serpentear por su columna, como su cuello se inclina hacia atrás como si alguien tirará del, y el color de sus iris se decoloran.
Y en eso tiene una visión.
ESTÁS LEYENDO
Asesinando a Enid Sinclair
FanfictionWendnesday tiene una pelea con Enid, y en eso tiene una visión.