El Asesinato Perfecto

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   Al regresar al presente, vuelve a inclinar su cuello a un ángulo recto. Aquella fue una experiencia miserable, irritante y completamente confusa. Ella se suponía que era un cuervo, un maldito cuervo. Debía ver desgracias y penurias que sucedieran a futuro, y no consideraba que traumar a un hijo con muestras lascivas de afecto podrían atribuirse a la necesidad de mostrar aquella visión. Pero al ponerse sus zapatos, que bien lo ha calzado bastantes años con sus padres, podría atribuirse a eso. Y no una advertencia de que se estaría perdiendo si asesinara aquí y ahora a Enid Sinclair.

Un delicioso silencio se ha instalado cómodamente. Los ojos de Enid aún tienen esas formas salvajes, pero su agresividad ha menguado tiñendo de preocupación y suplicando una interrogativa a lo que ha sucedido. Aun así, su rostro brilla, y su línea de pensamiento se descarrila como un tren al precipicio.

Enid era como la brillantina, es indiscutiblemente colorida, destella con solo un gramo de sol, invade cualquier área al instante y tiene la particularidad de que nunca te puedes librar fácilmente de ella.

—¿Fue una visión? ¡No me digas que viste mi muerte!

Sus impulsos susurran: que aniquilará a Enid. Cada décima de segundo se extiende más por su cerebro como una enfermedad incurable.

A menos que acabe con su compañera.

Aún recuerda el cuchillo, aunque tiene otras armas encima o en la habitación que podría utilizar. Cómo la daga de plata que guarda en su escritorio, es la manera más eficiente de despachar a un hombre lobo, o una fracción de uno. No puede pensar claramente, no puede elegir una forma. Es que hay tantas maneras de proceder, una más elegante que la otra, o hacer un desastre por toda la habitación con la sangre roja y al fin hacer una decoración más agradable o de tal manera que no pudieran inculparla a ella. Pero escoge una que se arrepiente incluso de asestar la embestida.

Una que es la favorita de su padre.

Hace el esfuerzo de que sus pies y cuello se estiren más no poder, buscando arrebatar al vacío esos últimos centímetros que separan a Enid de ella. Sus labios se rozan. Es igual de rápido como la caída de un rayo. Siente que la electricidad va a quemar todo su sistema nervioso. Que desciende por su columna vertebral y se instala exquisitamente en su estómago. Y espera que las probabilidades que se repita sean exponencialmente altas en comparación de la caída de este. Porque lo más cercano que ha experimentado a esta sacudida en su alma, es con la silla eléctrica del tío Fester a todo voltaje.

Cuando se aparta, nuevamente siente el anhelo homicida. Este le grita que vuelva a dar otro golpe, pero está vez más codiciosa y debe admitir que le asusta esta parte que acaba de descubrir de ella, una cosa era haber sido voyerista con su futuro yo y otra vivirlo bajo su propia carne. Cómo la maldición de los Addams está sucumbiendo en ella. Con eso se aparta, con el último gramo de cordura y control que le queda, porque ya no sabe que es capaz de hacer por sí misma con la distancia de un aliento compartido. Ella pone la mano en el pecho de Sinclair para equilibrarse nuevamente y empujarla, necesita con urgencia y violencia su espacio personal despejado.

Concluye que es un error, que estará pagando a futuro, no haber elegido la daga de plata e incrustarla en la parte izquierda de la caja torácica de la loba. Probablemente un remordimiento que la acompañe hasta que su cuerpo expire. Porque acaba de descubrir de este lado afilado a su compañera, que ha resultado magnífico y ya le tiene un profundo respeto. No quiere dejar que el tiempo obre su efecto, luego despertarse una mañana y descubrir que disfruta también del lado más suave y brillante de Sinclair. Una pista de ello es como su corazón martillea, en un insufrible intento de salirse de la jaula de su pecho y correr a su legítima dueña.

Patético, dieciséis años huyendo de esto. Se negaba a ser como su madre, huyendo de ese miserable destino. Para resultar ser la reverenda hija de su padre.

Negó con la cabeza y miro nuevamente a su futura esposa. Degustó no solo la palabra, si no el residuo de labial que se quedó contaminado sus labios. El sabor que bailaba en su paladar era tormentoso, pero sobre todo adictivo.

Pudo presenciar como la dorada cabeza de Enid explotó. Casi podía escuchar los engranajes del cerebro trabajar a una velocidad anormal, o probablemente la que usaba para procesar de manera adecuada los cotilleos en los pasillos de Nevermore. Las formas de las cejas se contrajeron, casi se distrae con esa nimiedad. Hubo momentos en que parecía que quería hablar, pero ninguna palabra salió. Solo hubo una vaga vacilación y un par de labios entreabiertos. Wendnesday tuvo que enfocar su vista a más allá del hombro de Enid, o definitivamente estaría cometiendo asesinato, de nuevo. Toda el aura de Enid desapareció tras ese beso, solo quedaba otra vez su burbujeante compañera de cuarto. Podía ver con claridad como su rubor que se extendió por sus mejillas combinando a la perfección con su colorido cabello.

Definitivamente el rosa era el color de Enid.

¿Fue el vestido de novia de ese color peculiarmente alegre? Aunque también pudo optar por lo más tradicional, o lucir el vestido fúnebre que uso su madre en su boda. Porque en ese vistazo al futuro, quedaba muy claro que no habría ningún problema que la indumentaria le quede como una segunda piel.

Se da cuenta de que ha perdido la cabeza, una de las esquinas de su boca se alza apenas. Está divagando una tontería que no ha sucedido y se pregunta si así serán siempre los pensamientos de su padre. No le queda otra opción que maldecir el maleficio de su familia ¿Cómo era posible que un beso casi infantil retirará la tapa de la caja de Pandora? Cómo algo que duro el aleteo de un murciélago, desembocará en la peor de las maldiciones.

Cómo sería amar hasta la muerte a Enid Sinclair.

Tenerla a un metro de distancia no era suficiente para que sus estrangulados pensamientos volvieran a estar en un orden correcto. Lo mejor era abandonar la habitación, dejar Nevemore, tomar el primer vuelo a Rumania y...

—¿Wendnesday?

No está segura si su nombre bajo esos labios, siempre había sonado tan eufónico y decidía de manera inconsciente ignorarlo o es parte de la maldición.

— No voy a disculparme por mi arrebato. — Wendnesday sujeta la puerta y dice, con cierto regocijo, antes de salir por ella. —Por cierto, Enid. Nuestros cachorros serán terriblemente encantadores. Seguramente más, de aquellos que fueras dado a luz con ese tal Félix.

Enid parpadea dos veces y solo puede pensar en una cosa cuando ve la puerta cerrarse:

—¡¿Que diablos?!

Asesinando a Enid SinclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora