Capítulo Final

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-¿Conque eso pasó en tu casa ayer?

-Pues sí, tal y como te lo cuento Ian. No diré que se me haga raro que la gente pueda tener ciertos pensamientos, pero tú sabes de sobra lo que nos puede ocurrir a Paolo y a mí si se descubre la verdad.

-Lo sé, pero te repito lo mismo que te he dicho otras veces, no tengáis miedo, por mi parte y por la de Leila, nuestros labios están completamente sellados, y nadie se enterará. Solo debéis intentar aclarar todas las sospechas que la gente puede llegar a tener. Intentad averiguar qué las provoca y solucionadlo, será lo más seguro para vosotros dos. Además, os prometo que tendré en cuenta si alguien se va de la lengua con algún rumor y se dedica a soltar bulos por aquí.

Paolo y Héctor, sentados en las sillas delante de la mesa del director de la asociación, asintieron y se miraron mutuamente antes de levantarse y dirigirse hacia la puerta seguidos por Ian.

-Ah, por cierto Paolo, Héctor, ¿Os gustaría venir a nuestra casa a cenar mañana por la noche conmigo y con Leila? Así os podemos presentar de manera más formal a nuestros pequeños.

Ambos futbolistas se alegraron por la invitación, habían conocido a Jakub y Nadra el día que nacieron y sus padres les invitaron a verles, pero habían decidido realizar una visita corta para no agobiar a Leila, que acababa de dar a luz. Luego habían tenido que solucionar sus propias dudas internas cuando se había dado la situación de la playa, y después de eso, habían iniciado la rutina de verse por las noches tras pasar todo el día juntos y que, con mucha alegría, llevaban "arrastrando" varias semanas ya, por lo que apenas habían tenido tiempo de visitar a sus amigos y conocer de manera más profunda a los nuevos miembros de su pequeña familia.

-Claro que sí Ian, iremos encantados, ¿Verdad Paolo?

-Por supuesto, ahí estaremos.

-Excelente, entonces venid sobre las 21:00, lo tendremos todo preparado. Seguro que a los niños les hace ilusión conocer a más gente.

Terninada la conversación, los tres salieron del despacho y, tras una rápida despedida, cada quién se fue por su lado a empezar el trabajo del día.

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-No sé qué te habrá parecido a tí, pero yo he tenido la impresión de que tenía unos ojos mirándome por la espalda todo el tiempo.

Héctor se sentó en la silla que había al lado de donde estaba Paolo dejando sobre la mesa la comida que había traído de casa. El meteoro blanco le estaba observando intentando no mostrar ninguna emoción mientras escuchaba sus palabras.

-Sí, yo he estado igual que tú. No sé qué demonios le pasa a la gente, sin ofender, pero parece que no son capaces de aceptar que un rumor es falso-Paolo bajó el tono de voz y se acercó ligeramente a Héctor antes de seguir hablando-Aunque en este caso no lo sea del todo, pero tú ya me entiendes.

Héctor no pudo evitar la risa ante las palabras del italiano, aunque decidió ocultar su expresión tras fijarse en cómo había varias personas en el lugar que les observaban con una mirada muy rara en la cara, como si fuera desaprobación, o algo peor.
Empezando a temer por sus pensamientos, y haciendo caso a lo que Ian les había dicho antes, Paolo decidió levantarse de la mesa en la que estaba y alejarse de Héctor, no es que no quisiera estar sentado a su lado, al contrario, era eso lo que más quería, pero desde luego tampoco le hacía especial ilusión tener que pasarse todo el rato que iban a estar ahí teniendo cuidado de no hacer ningún gesto o compartir con él ninguna frase que se pudiera malinterpretar y causar que la gente empezase a sospechar cosas.

Paolo le explicó esto brevemente a Héctor, quien estuvo de acuerdo y se ofreció a ser él quien se cambiase de lugar, a lo que él italiano le respondió que no hacía falta, pues él ya estaba a punto de acabar y simplemente se levantaría a tirar el papel y el vaso de cartón mientras se terminaba estando de pie lo que le quedaba del bocadillo. Rápidamente para evitar las protestas del africano, Paolo se levantó, fue hacia la basura para deshacerse de los deshechos de su comida y luego salió por la puerta, resistiendo con todas sus fuerzas las ganas de girarse hacia Héctor para dirigirle aunque solo fuera una mirada y una sonrisa.

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