Gael caminaba apresurado a pesar del dolor que sentía en el brazo, esperaba que su madre no se diera cuenta de su escape, pero a esas alturas ya no le importaba mucho, se detuvo junto a un árbol y se recostó esperando que pasara el mareo que lo asaltó en ese momento, el analgésico que se había tomado no le quitaba el dolor, pero si las fuerzas, un momento después con un profundo suspiro se enderezó y siguió su camino.Unos minutos después avistó la cabaña donde solía pasar tiempo con su padre antes de que...movió la cabeza y buscó la llave que tenía escondida para entrar, quería despedirse del lugar donde solía ir cuando se sentía solo, lo que sucedía casi todo el tiempo y también quería pedirle un favor al recuerdo de su padre, se había escapado de su casa en descuido de su madre que estaba ocupada discutiendo con un político por teléfono, en ese momento su trabajo como senadora ocupaba todo su tiempo.
Rodeado de las cosas de su padre, perdió la noción del tiempo y su mente volvió al momento que lo había llevado hasta ahí, la obsesión de Karina Abasolo, la traición de quien creía que era su amigo y la pequeña inocente que había sido víctima de todo eso, igual que él. Había pasado casi una semana, pero aun podía escuchar el sonido de la explosión, los gritos, se le helaba la sangre al pensar en lo que podía haber ocurrido.
Si él no hubiera hecho lo que hizo, Perdita podría haber...muerto, solo por los celos de una loca desquiciada, su familia y la de ella habían tenido amistad por muchos años, aunque él y Karina habían coincidido muy pocas veces, hasta dos años antes cuando ella y su hermana pequeña habían ido a vivir con su abuelo al morir sus padres en un accidente.
No sabía en qué momento las cosas se habían torcido tanto, tal vez en el momento que Karina se había obsesionado con él, o cuando descubrió ella que golpeaba a su hermana, o cuando él le dio un obsequio de cumpleaños a la pequeña Perdita, provocando sin querer sus celos y furia ya que arropada por el consentimiento de su abuelo, siempre conseguía lo que quería, el viejo Osvaldo Abasolo, hizo un gesto de desagrado al recordar al recordar la expresión casi cruel que el anciano tenia de manera permanente en el rostro.
Una punzada de dolor en el brazo lo hizo jadear, vio su entorno pensando que tal vez sería la última vez que estaría en ese lugar en muchos años, en ese momento en su corazón algo empezó a morir, no sabía que le deparaba el futuro, pero si sabía que debía irse lejos, alejarse de todo y de todos y el primer paso era acatar la decisión de su madre.
La cabaña estaba cerca de un lago y cuando salió de ahí, se detuvo un momento a ver la superficie que reflejaba los últimos rayos del sol de la tarde. Aún tenía la llave en la mano, pero no sabía qué hacer con ella. En ese momento se dio cuenta que las sombras de la noche estaban empezando a caer.
—Así como mi vida es cada vez más sombría —murmuró antes de seguir su camino.
Mas adelante decidió parar un momento para despedirse de Aldo, el guardabosques que en ese momento estaba en el huerto dónde acostumbraba a sembrar sus hortalizas, el anciano se sorprendió cuando lo vio llegar, pero no le dijo nada, solo le ayudó a sentarse y le ofreció una bebida fría.
—Vengo a despedirme, Aldo —anunció Gael en voz baja.
—¿Te vas de viaje, muchacho?
—Sí, un viaje muy largo, me envían al seminario.
—Entiendo.
El anciano se sentó junto a Gael y le puso la mano en la espalda, aún era muy joven, pero parecía llevar el peso del mundo en su espalda.
—Algún día tu vida tomará su verdadero camino, Gael.
—¿Cuándo, Aldo? A veces quisiera haberme ido con mi padre.
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Perdita (mujer perdida)
RomanceUna amistad temprana que se convirtió en amor con el paso del tiempo Perdita y Gael tendrian que luchar contra el tiempo y el destino para poder estar juntos.