Capítulo 21

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Después de ponerle a Gael una venda en la herida y de que todos los intrusos fueron detenidos, Vic y Obed lo ayudaron a llegar a la cabaña, aunque la herida había sido superficial, era muy dolorosa.

—Necesitas algo para el dolor y una inyección para evitar cualquier infección, jefe.

—Ya lo sé, Vic, deja de cacarear a mi alrededor.

—Esta vez no te vas a poder escapar. Es posible que tu mujer te lleve al hospital.

Gael suspiró resignado porque Vic tenía razón, Perdita no se iba a quedar tranquila hasta que le curaran la herida y no quería que el niño lo viera así, pero sabía que eso era imposible.

—Será mejor que te dejes llevar y cooperes, Gael.

—¿Por qué lo dices, Obed?

—Por lo poco que he llegado a conocer a Perdita, me he dado cuenta de que es muy terca y la verdad, no me gustaría estar en tu lugar en este momento.


Perdita había escuchado los disparos afuera y su temor por Gael crecía a cada segundo, andaba de un lado a otro sin poder estar quieta en un solo lugar, su corazón latía apresurado y sentía algo en el pecho que le impedía respirar con normalidad.

—Gael, ten cuidado por favor —rogaba en voz baja.

Afortunadamente el niño se había vuelto a dormir y las orejeras que le había puesto su papá lo aislaban del ruido que se escuchaba fuera.

—Niña, quédate quieta —la reprendió Flor—, me estás mareando.

—No puedo, nani, estoy muy preocupada por Gael.

Hablaban en voz baja, para no despertar al pequeño, pero Perdita se acercó a su hijo y le acarició el cabello.

—Mi cielo.

Un ruido cerca de la puerta la puso en alerta hasta que escuchó las voces de Gael y Obed, se acercó apresurada justo cuando ellos entraban, se lanzó a abrazarlo y por un momento lo hizo con fuerza, hasta que escuchó cómo Gael se quejaba. Se retiró y cuando vio el vendaje en su brazo sintió que el corazón se le detenía.

—No es nada, solo un rozón dijo Gael, antes de que ella lo acribillara con preguntas.

—¿Cómo qué no es nada? ¡Estás sangrando!

Todos empezaron a hablar al mismo tiempo, pero Gael los ignoró y se concentró solo en su mujer, fue Obed quien se llevó a Rita y a los demás aparte para contarles lo que había pasado.

—Perdita...

—¡Nada de Perdita, vamos ahora mismo al hospital!

—No, por favor.

—¡Sí!

—Carlos puede curarme.

El aludido asintió y fue a buscar su botiquín de primeros auxilios para curar la herida del jefe, antes de que a su esposa le diera algo.

—¡Necesitas un doctor!

—Mi amor, estoy bien, es un rozón solamente, he estado peor.

Perdita le quitó la chaqueta y el jersey que llevaba debajo sin hacer caso de las protestas, hasta que dejó la herida al descubierto y vio que, en efecto, era solo un rozón.

—Se ve mal, vamos a ir al hospital.

—No, solo necesito un poco de desinfectante y un analgésico.

—Pero Gael...

—Tú puedes ayudar a curarme, para que te quedes más tranquila. ¿Sí?

—Está bien, pero prométeme que, si algo va mal, mañana vamos a ir a que te revise un doctor.

Perdita (mujer perdida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora