Capítulo 7

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Gael miraba por la ventana, afuera solo se veían las siluetas de los árboles que rodeaban la cabaña, pensaba en el cambio tan radical que estaba dando su vida en ese momento, había vuelto a San Antonio por instinto, porque quería saber quién era la joven de su visión y algo le decía que ahí estaba la respuesta, jamás imaginó que fuera Perdita. Eso había sido una sorpresa.

La mejor sorpresa de su vida, ella siempre había sido importante para él, pero jamás pensó que llegaría a significar tanto, aun sin saber quién era la mujer que le robaba el sueño. No entendía como era que había visto su rostro aquel día, tal vez nunca lo haría, pero ahí estaba ahora y no dejaría escapar la oportunidad que se le estaba dando de ser feliz.

—Volví por ella, Flor —repitió la respuesta.

—¿Y qué piensas hacer ahora?

—Conquistarla, enamorarla.

—¿Acaso estás ciego? Gael, esa niña creé que el sol sale y se esconde por ti.

—Pensaba que me había olvidado. Han pasado muchos años.

Flor se acercó a él y le tocó el brazo.

—Nunca lo hizo, aquel afecto que sentía por ti cuando era niña, creció junto con ella, hasta convertirse en amor, me preguntó por ti muchas veces, siempre guardó la esperanza de que volvieras.

—Lamento haber tardado tanto.

—Creo que fue lo mejor, es muy joven aun, como ya te dije, por eso te pido que tengas paciencia, para que procese todo lo que está sintiendo.

—Está bien, prometo no apresurarme... mucho.

En ese momento, Perdita salió del baño con un pijama con estampado de mariposas azules que hizo sonreír a Gael, este le pidió que lo esperara un momento y fue a la habitación por unas cosas. Aldo llegó cuando ellos ya se iban y solo les dijo adiós con la mano. Cuando llegaron al lago, unas sombras junto a la tienda asustaron a Perdita que se aferró al brazo de Gael, pero un momento después reconoció a los hombres de la cafetería, aunque solo los había visto de pasada.

—Discúlpenos, señorita —le pidió uno de ellos—, no quisimos asustarla, teniente, ¿podemos hablar?

Gael entendió al momento y se alejó con Carlos, no sin antes acariciar la mejilla de Perdita.

—Espérame aquí, enseguida vuelvo.

Ella entró a la tienda pensando en lo que había escuchado, Gael era teniente, eso quería decir que estaba o había estado en el ejército.

—¿Qué pasa, Carlos?

—Encontramos al chico que la perseguía en la cafetería, merodeando —con el gesto del hombre a la tienda dónde estaba Perdita, Gael entendió lo que quería decir.

—¿Dónde está?

—Amordazado, junto a su compañero a un par de metros de nuestra tienda, Uz los está vigilando. ¿Qué hacemos con ellos?

—Déjenlos así hasta mañana, los sueltan al amanecer y los escoltan fuera de aquí.

—Sí, señor.

Gael volvió a la tienda y Antonio, que estaba haciendo guardia a un metro, se fue en silencio dejándolo a solas con Perdita.

Ella asomó la cabeza al escuchar los pasos y cuando lo vio salió de la tienda.

—¿Pasó algo?

—Nada, todo está bien.

—¿Quiénes son ellos, Gael?

Perdita (mujer perdida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora