Capítulo 16

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Obed había sentido como su tímpano se reventaba con el grito de Gael a través de la línea, lo dejó que se desahogara con una ristra de maldiciones que jamás hubiera pensado saldrían de él. Escuchó como lo maldecía, a él, a sus ancestros y a su futura descendencia, eso lo hizo fruncir el ceño y, aunque trató de protestar, se lo pensó mejor y esperó a que la tormenta pasara.

—Villaseñor...

—¿De qué demonios estás hablando, Obed?

—Es una historia larga.

—¡Pues ve acortando!

—Cálmate, ¿quieres?

—¡¿Cómo me pides que me calme cuando me estás diciendo que te vas a casar con mi mujer?! ¡Cuando me fui de San Antonio te pedí que la cuidaras, no que te casaras con ella!

—¡Escúchame, Gael! —Obed levantó la voz cuando se dio cuenta de que su amigo no entendía razones—. ¡No quiero casarme con ella, Rita me chantajeó!

—¿Qué?

—Créeme, Villaseñor, no tuve opción.

—Explícate —pidió Gael más tranquilo.

—Es lo que he estado tratando de hacer los últimos diez minutos.

—Habla.

Obed suspiró y le explicó todo a Gael como habían encontrado a Perdita meses después de su desaparición, sin mencionar al niño, solo le dijo que había estado en peligro, le dijo que Flor estaba viva, también, los planes que habían hecho para recuperar el testamento y la desesperación de Abasolo por obtener la herencia. También le dijo que había pensado casarla con Ernesto Cosío, lo que provocó más maldiciones por parte de Gael.

—Pero ¿qué le pasa?

—Está desesperado, Gael, y quiere controlar a Perdita, más bien la herencia.

—Está acorralado.

—Sí, Cosío quiere su dinero y algunos de sus otros socios también, hasta ahora los tiene tranquilos por lo de la herencia. Como podrás entender, no podía dejar a Perdita a su suerte, ninguno de esos sujetos lo pensaría dos veces antes de aceptar los planes de Abasolo.

—¿Cuándo es la supuesta boda? —preguntó Gael pensando que su amigo tenía razón.

—¿Supuesta?

—¿Pensaste que me iba a quedar de brazos cruzados?

—Claro que no. Se supone que es en cinco días. ¿Vas a venir?

—Por supuesto que voy a ir. Dame un par de días.

—Date prisa.

—Lo haré. Otra cosa, Obed, saquen a Perdita de esa casa.

—Ya lo habíamos pensado.

—Háganlo.

—Pero...

La comunicación se cortó abruptamente y Obed se quedó viendo el aparato en su mano sin saber que pensar.

—¿Qué te dijo? —Rita, que se había mantenido al margen de la charla, se acercó al pelirrojo esperando respuestas.

—Viene en camino.

—¡Si!

—No sé qué es más peligroso, si enfrentar a Abasolo, o a ustedes.

—No seas dramático, cariño.

—No cielo, eso te lo dejo a ti, por lo pronto, tengo que ver cómo sacar a Perdita de la mansión sin que el viejo sospeche que ya no va a volver.

Perdita (mujer perdida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora