Creo que nunca antes había entrado en una residencia tan inmensa como la de los trillizos. Las amplias paredes estaban adornadas por elegantes cuadros que casi alcanzaban el techo, mientras que el pasillo por el cual Nick me guiaba parecía no tener fin.
—El interruptor está a tu derecha —dijo antes de encaminarse de vuelta a la sala de estar.
Tras pisar los grises azulejos, encendí la luz e hice girar el grifo con tanta delicadeza como si estuviera hecho de cristal puro. Dejé el agua correr tranquilamente a través de mis dedos por unos segundos para luego escurrirla sobre el calor en mis mejillas.
No pude evitar sentirme recriminada una vez que mi mirada subió hasta ser capturada por el largo espejo frente a mí. Las ampolletas situadas a su alrededor exhibieron al instante el oscuro color tiñendo las bolsas bajo mis ojos, los cuales se mantenían abiertos gracias al canturreo de los grillos que daban la impresión de entonarme a coro una y otra vez la misma pregunta: «¿qué sigues haciendo aquí?»
Sin más, sacudí ligeramente las débiles gotas que aún se deslizaban por el borde de mis yemas antes de salir del baño y encontrarme con el que sería el laberinto de mis pesadillas.
Un solo camino que recorrer, incontables manijas; donde solo una sería aquella que me lleve a la sala.
La ley de vida dice que cuando una puerta se cierra, otra se abre, y puede que sea cierto después de todo.
Mientras deambulaba, una particular puerta a lo largo del corredor llamó mi curiosidad. En la parte superior tenía pintada una telaraña de azul claro cuyo desgaste daba la impresión de llevar un tiempo allí. Fue cuando me asomé a apreciar el dibujo más de cerca que tomé la mala decisión de apoyarme sobre la madera, solo para darme cuenta que estaba igual de entreabierta que mi boca tras hacer contacto visual con el chico que sorprendí allí dentro cambiándose.
—¡Dios, ¿Chris?! ¡No sabía que este era tu cuarto, lo siento! —me apresuré en explicar.
Él solo me devolvió una mirada confundida, y luego rió.
—Déjame adivinar, ¿eres otra de las chicas que Chris trae un viernes por la noche, no?
Ahora la confundida era yo.
Me crucé de brazos y tuve prisa en sacar mis conclusiones.
A decir verdad, no me sorprendería que Chris fuera uno de esos raros a los cuales les gusta inflarse el pecho refiriéndose a sí mismos en tercera persona. Sin embargo, la forma en la que las palabras salieron de su boca me revelaron que no tenían intención de presumir, sino que todo lo contrario.
Parodiar su ego.
Una teoría empezaba a aparecer en mi mente, pero necesitaba más pruebas para respaldarla.
Hice uso de mi visión para recorrer al chico de pies a cabeza en un intento por encontrar algún rasgo que pudiera diferenciarlo, cuando de pronto atrapé a mis ojos clavados en su torso descubierto. Lamentablemente, la forma en la que chasqueó su lengua una vez que subí mi mirada hasta la suya me dio a entender que él también los había pillado.
—¿Cómo crees? ¡Claro que no! —quise distraerlo retomando la conversación.
—¿Qué haces metida en mi casa, entonces?
Solo bastó aquella frase para comprobar la veracidad de mi hipótesis y mi gran talento como investigadora.
Quien tenía enfrente resultaba ser nadie menos que el tercer hermano, cuya existencia ya comenzaba a resultarme un tanto dudosa.
Sabía que la secuencia de hechos que me había llevado a parar a este lugar le sonaría como una excusa barata recién inventada, y por desgracia, me estaba costando trabajo elaborar una respuesta lo suficientemente creíble que no delatara el espectáculo de sus hermanos.
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Donde yace el corazón
FanficPara todo adolescente, trabajar en una boutique mientras se acerca el verano representa un dolor de cabeza. Para Cassia, un sueño que perseguir a cualquier costo, incluso al de tener que ocultarle su pasión por la moda a sus convencionales padres, q...