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La primera vez lo dije en broma.

Dije que te quería, me respondiste «sapo».

Y todo siguió normal.

La segunda vez lo dije en serio.

Dije que te quería, me respondiste «yo igual».

Y todo siguió igual.

Daba el mes de julio cuando en alguna noche, de esas tan comunes para ti en las que te sincerabas de todo, diciéndome cómo odiabas los arañazos de tu gato o las malas palabras de tu hermana mayor, en esas palabras trasnochadas, que mencionaste tu mal de amores.

Sentí dolor por dentro al oírte decir lo mal que te había ido en tu última relación, en que ya no sabías qué pensar acerca de los sentimientos. Y yo intenté ayudar a aliviar tus cargas, al final era alguien con quien habías tratado únicamente de manera virtual.

Al igual que yo.

La tercera vez lo dije en serio, pero lo tomaste como broma.

Me dijiste que si lo volvía a hacer dejarías de hablar conmigo, tal vez seguías resentida por esa relación virtual que salió mal, o eso quería pensar.

Te empecé a hacer poemas en septiembre.

En agosto ya te mandaba uno cada madrugada, para que me recordaras tan pronto despertaras.

Decías que eran buenos y ello me animaba a hacerlo un día más.

Hasta que de repente, un día de diciembre dejaste de hablarme.

A la semana una foto tuya en llamada con alguien más, posteada en redes, fue la respuesta al porqué no decías nada.

Año nuevo me recibió con un mensaje tuyo.

Un corto mensaje de voz en el que me contabas, con tu vozarrón divertido, que estabas sufriendo de frío en algún lugar.

Y yo te respondí como lo hacía siempre, aunque me dolía el que me hayas dejado de hablar por casi un mes.

Y todo siguió igual.

Porque te amaba.

Oscura noche sin estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora