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La primera vez que te dije que te amaba, fue junto a una captura de pantalla en la que decías algo que no recuerdo. Esa misma vez dije, en algo de broma, que nuestros gustos eran demasiada coincidencia, que deberíamos casarnos.

Y tú, con tu humor extraño de siempre, entre risas mal sonadas me respondiste en audio «acepto».

Entonces terminaste de usurpar mi corazón.

Me diste esperanzas.

La pandemia pasó y el año nuevo me recibía estudiando. Por fin salimos de casa y todo fue un tanto distinto, aún recuerdo cómo tocaba comprar muchos tapabocas para poder entrar a clase.

No estudiábamos juntos, pero estabas cerca.

Ansiaba cada día esperando el poder verte en algún momento, confiando en mi mala fortuna.

De camino a casa pasaba casualmente por frente a la tuya, quizá deseando poder toparte de suerte.

Mas nunca sucedió.

Pasó enero, febrero, marzo y abril. Cerca de mi cumpleaños dijiste que me darías un regalo. Un día antes me dijiste que ya no, que tu familia viajaría.

Que me lo quedabas debiendo.

Tu nombre en mis contactos ya habría llevado dos años acompañado de un corazón, cuando luego de volver de vacaciones te oí en chismes de mis compañeros.

Eras tan linda como para que ellos aceptaran que lo eras, y yo estaba entre celoso y orgulloso de eso.

Hasta que oí algo que quizás, no querrías que yo supiera.

Y te pregunté si tenías pareja, respondiéndome tú que lo sentías.

Y tuve que sufrir tan dolorosamente, pidiéndome tú que me alejara.

Mas como idiota enamorado te repetí mil veces mis promesas, esas que te daba cada noche en que no te sentías bien.

Te recordaba mis Te quiero, para que no dudaras en que me quedaría.

Y te quedaste, y me quedé.

Oscura noche sin estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora