Nervios Disfrazados Bajo una Mascara de Confianza

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Un codazo en la costilla me despertó en la madrugada del dos de septiembre, el sol empezaba a colorear de rojiza la cortina en la habitación, a mi lado Helio babeaba medio roncando sobre mi brazo aferrado cual garrapata, las sabanas le habían dejado surcos en su cara; intenté abrazarlo y continuar durmiendo un ratito más, pero por mucho que me acomodara no conseguí volver a adormecerme, luego de veinte minutos tratando decidí zafarme del abrazo de mi hermano y tratar de comenzar este día, fui al baño y el pasillo estaba en completo silencio, en el mismo silencio me asee, me peiné y fui a la habitación para vestirme, en la cama vacía me senté y con pereza me coloqué la blusa cuello alto de satén ultramar, el pantalón de vestir negro y las botas negras debajo, observé el espejo en la habitación y lucia como debía, formal , alta y presentable, observé mi cabello que hoy lucia más rizado que de costumbre, tal vez era el agua del hogar que era más pura y sin tanta sustancia, me lamenté de mis ojeras que me hacían ver cansada y enfermiza, en especial ahora, que tenía los ojos vidriosos y la cara algo quemada por la insolada del mar; alejé esos pensamientos y me puse en "personaje", la presencia de los Blackwood Lestrange no debe perderse, enderecé mi cabeza y mi espalda, le sonreí al reflejo y a pasos silenciosos pero firmes, salí de la habitación con la frente bien alta y escondiendo lo mejor que podía la creciente ansiedad que me hacía rascarme los nudillos y jugar con el anillo familiar, en este momento y camino a la cocina extrañé los cigarrillos, extrañé los chicles, y los caramelos que me ayudaban a mantener mi ansiedad a raya, no me ponían nerviosos los niños, pero sí que tenía muchas expectativas para hoy, hoy vería finalmente a otro reanimador en acción, hoy recibiría educación formal de una Ymbryne, y hoy probaría mis propias habilidades contra alguien que llevaba siglos entrenando, además de que probablemente, hablaría con Enoch en una verdadera conversación, ya que ayer no se había podido, entre que los niños nos acapararon a mis hermanos y a mí con preguntas y mostrándonos sus cosas, no tuvimos tiempo como para hablar realmente los dos.

La cocina creí que estaría vacía, pero Miss Peregrine estaba en ella, tomando lo que creí sería un té.

— Buenos Días Madame — un pequeño respingo de su parte me hizo sonreír— Lamento haberla asustado— dejando su taza de lado, me observó con una sonrisa amable:

— Helena, mi niña, ¿Qué haces despierta tan temprano?, apenas son las seis y media, ven, te prepararé un té,—

— No se moleste Madame Peregrine, yo puedo hacerlo, la verdad es que me desperté hace un rato con un codazo de Helio y ya no pude volver a dormir, así que decidí levantarme. — mientras hablábamos en voz baja para que los demás no se despertaran, me encaminé hacia la tetera y con la bomba de agua saqué lo suficiente para hacerme mi propio té, todo bajo la atenta mirada de Miss Peregrine:

— Madame, ¿necesita que le ayude en algo?, ¿Él desayuno tal vez?, ya que estoy levantada no me molestaría en nada ayudarle en lo que necesite...— Una sonrisa amable se formó en su pálida y tersa cara :

— No mi cielo, no te preocupes, pero ahora que estás aquí, me gustaría que me acompañes a la biblioteca del hogar, te daré unos libros que creo que te vendrán muy bien, será un buen rato de lectura hasta que los demás despierten y desayunemos todos,— diciendo esto se puso de pie, dejó su taza en el fregadero, y se encaminó hacia donde creí, era la biblioteca, de cerca la seguía a paso firme conteniendo la emoción, sin embargo me dejó en su oficina, me dijo que me acomodara en el sillón que enseguida me traería los libros, y así lo hizo, cinco libros de pasta dura, que parecían sacados de un grimorio o bestiario en la época medieval, y me pidió expresamente que empezara por "Una Historia Peculiar", el comienzo y los orígenes de nuestra mutación.

Enoch P.o.V:

Mentiría si dijera que pude dormir anoche, desde el momento de la llegada de los hermanos, tenía un creciente nerviosismo y bochorno que me tenía con las orejas y la nuca ardiendo, si bien mis hermanitos no me dejaron acercar ni un momento en la tarde, el metraje de Horace me dejó medio idiota al notar que me veía rarísimo sonriéndole a Helena, pero aunque intentara no hacerlo, mi emoción me hacía sonreír, los veía en la cena y escuche atentamente todo los que contaron de sus vidas, y en más de una ocasión fui descubierto por mis hermanos y la misma Helena observándola como imbécil, observaba los gestos que tenían los tres, y los similares que eran, observaba la preocupación y el cariño paternal de Orión por los dos gemelos, y noté un par de mechones de pelo de Helio cambiar de colores a medida que contaba algunas anécdotas, noté el miedo y la desesperación que la invadieron al ver los acorazados acercarse, sin pensarlo trate de ayudarla y decirle que todo iba a estar bien, Olive también trató de hacérselo saber tomando su mano, como solía hacer conmigo.

Cartas a un Muerto- Enoch o'ConnorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora