Desperté en un lugar que no conocía. Y estaba demasiado confundido. Mi último recuerdo era estar en el gimnasio, pero no recordaba nada más. Hacía demasiado frío, así que me trate de girar para taparme un poco, sin embargo, cuando el peso de mi cuerpo estaba sobre mi costado, una pequeña ráfaga de frío se coló y fue directamente al lugar más indeseable e inesperado de todos.
Tapé mi trasero, cerrando la incomoda bata que tenía puesta y me tapé con las sábanas.
Me incorporé recargándome en un brazo y observé mi alrededor. Había un baño, y un mueble con muchas puertas con un televisor. En la pared, colgaba una pizarra con algunas anotaciones que no logré distinguir. Había una cosa que sostenía una bolsa; que hacía un irritable pitido cada segundo; y de esa cosa, había un tubo transparente, que entraba en mi mano; así que después de al menos cinco minutos deduje que era una bomba de suero.
Escrudiñé la habitación de ese lado e intenté rodar para observar el otro lado. Y entonces escuché algo. Un ruido tal vez. No, no era ruido, era una melodía.
Intenté identificarla, pero no lo logré. Sin embargo, si identifiqué de dónde venía. Rodé, esperando sentir el agudo piquete que sentía en la pierna que aparecía últimamente cada vez que me movía, pero no sentí nada.
Despacio y en silencio, me levanté de la camilla, y la chica ni siquiera se inmutó. Estaba escribiendo algo mientras tarareaba. Hice algo de ruido, pero ella seguía sin ponerme atención. Quería esa capacidad de concentración. Me agaché un poco y la observé fijamente. Al ver que no reaccionaba, me acerqué y le quité uno de los audífonos y ella saltó en su asiento y mirándome con los ojos abiertos como platos...
—Hola— dijo con cara de angustia
—¿Dónde compraste tus audífonos? — pregunté
—¿Disculpa? —
—Quiero decir. Casi acabo de danzar enfrente de ti y cantarle al dios del trueno y tu ni siquiera te diste cuenta, así que supongo que tus audífonos son de esos que utilizan para cancelar el ruido o algo así—
—Lo lamento— dejó su bolígrafo sobre la mesa y me observó —deberías estar acostado. Al parecer tu presión descendió demasiado y por eso perdiste la conciencia— me tomó del brazo y me dirigió al sofá. Me hizo sentarme y sacó de la bolsa de su uniforme un estetoscopio. Escuchó mi corazón y mis pulmones. Antes de seguirme examinando tocó el botón que estaba en la pared y se dirigió hacia el lugar en donde estaba antes. Detrás de la silla en donde estaba, había una mochila que yo no había notado antes. Sacó algo y se lo puso en la misma bolsa de donde había sacado antes el estetoscopio que ahora llevaba colgado alrededor del cuello. Quitó las cosas que había sobre la pequeña mesa y las puso sobre la silla.
La arrastró hacia mi y tomó mi brazo izquierdo, donde no tenía el suero. Sacó el aparato de su bolsa y lo acomodó alrededor de mi brazo. Colocó la cosa con la que escuchaba del estetoscopio en el doblez del codo y comenzó a presionar una pequeña bomba que inflaba el brazalete que tenía puesto.
—Disculpa...— quise preguntar. Sabía que revisaba mi presión arterial, porque había visto a mamá hacerlo mil veces a mi abuela. Pero mamá era enfermera y por lo que sabía, la chica no lo era, por que llevaba el uniforme de las personas que estudiaban medicina en la universidad
—Silencio— me calló la chica antes de que pudiera decir nada más. La observé mientras medía mi presión arterial. Tenía la piel demasiado blanca, salvo por unas pequeñas pecas en sus pómulos, que de lejos eran imperceptibles. Sus ojos eran color caramelo, muy claros, con un aro más oscuro alrededor del iris. Tenía las pestañas largas y rizadas, y probablemente usaba un poco de rímel. Tenía un rostro tierno y aniñado y usaba unos lentes de pasta de aviador color dorado. Su cabello era muy negro y lo llevaba atado en una coleta.
Terminó de revisarme y guardó sus cosas. Y yo solo la observaba. Volvió a presionar el botón de la pared, pero nada sucedió. La chica se impaciento y movió su pie con frustración. Me recordó a algo o alguien, pero en ese momento, mi mente estaba borrosa.
—Disculpa— volví a preguntar, esperando que no me volvieran a callar. —¿Qué me sucedió? —
—No lo sé— me dijo encogiéndose de hombros. —no entendemos por que tu presión arterial bajó tanto. Te hicimos estudios, tomamos imágenes y estas casi sano— dijo mirando las hojas que antes la vi escribiendo —¿Qué recuerdas de antes de perder el conocimiento? ¿Qué estabas haciendo? — preguntó intrigada.
—Entrenaba un poco— quise responderle irónicamente. ¿Qué otra cosa podría estar haciendo en el gimnasio? ¿Cultivando tomates?
—¿Consumes suplementos alimenticios para aumentar tu masa muscular? — preguntó con simplicidad la chica
—Por su puesto que no— dije ofendido. Mis músculos eran probablemente vergonzosos, pero eran trabajo honesto
—Por supuesto. Te hicimos un examen toxicológico y todo salió negativo— dijo anotando en su hoja. ¿Por qué si mi examen toxicológico había sido negativo me lo había preguntaba? ¿Acaso dudaba de mi gran musculatura?
—¿Padeces de alguna enfermedad? Por que revisé tu expediente y estas limpio— comentó con interés.
Por su puesto que mi historial estaba limpio. Jamás había hablado con nadie en la universidad acerca de lo que había sucedido. Y menos me arriesgaría a ir a los servicios médicos a que lo guardaran en mi expediente y que todo mundo tuviera acceso a él. No señor, eso sí que no.
—Probablemente me excedí un poco y como no había comido nada, eso fue todo— mentí poniendo cara de angelito
—Probablemente— asintió la chica —Pero tu glucosa no estaba baja. Bien, te haremos otros estudios y si todo sale bien, mañana podrás regresar a tu dormitorio— una enfermera entró antes de que la chica pudiera decir algo más. Esta la fulminó con la mirada y la enfermera solamente la miró con cara de "lo siento"
—Bien, cualquier cosa que necesites, la enfermera Rose te lo puede traer— guardó sus cosas en su mochila y se dirigió a la puerta de mi habitación.
—Oye— alcancé a decir antes de que se marchara —gracias por traerme aquí y cuidarme— me sentía torpe diciendo esas cosas, como un niño tonto.
—Ese es mi labor— dijo haciendo un gesto, restándole importancia.
—Puedo saber ¿cuál es el nombre de mi salvadora? — una sonrisa se asomó en su tierno rostro y sus mejillas se sonrojaron. Y por alguna razón me sentí satisfecho por provocar esa reacción en ella.
—Mi nombre es Thea— nerviosa, se puso un mechón de cabello detrás de la oreja y se dirigió hacia la puerta —Que estés bien Erick, espero que te recuperes pronto.
...
Al día siguiente por la mañana me dieron el alta. Me enviaron a guardar reposo por tres días y una deliciosa enorme cantidad de analgésicos y vitaminas. Le había tenido que decir a la doctora pelirroja que había sentido mucho dolor antes de perder el conocimiento. Tuve que contarle todo, pero le pedí que no lo incluyera en mi expediente. La mujer me dijo que no podía hacer eso y le rogué que me ayudara. Me dijo que podía arreglar un poco las cosas y solo me fui a casa con un supuesto esguince en el tobillo.
Obviamente no descansé ni un solo día. Al salir del hospital, solamente fui a mi dormitorio a tomar un baño y regresé a clases.

ESTÁS LEYENDO
Broken
RomantikHabía perdido todos sus brillantes colores, sin que nadie pudiese afirmar si a consecuencia del viaje o de sus sufrimientos. Miró a la bailarina, lo miró ella, y el soldadito sintió que se derretía, pero continuó impávido con su fusil al hombro. Se...