Él
El infierno pronto sería mi nuevo hogar.
Dante reviviría y reescribiría su obra para agregar el decimo circulo del infierno. El círculo de Erick. Al menos sería exclusivo para mí, y ardería solo, y mi castigo eterno sería que todos los días estaría colgado de la cadenita de la chica y escucharía su voz diciendo que era especial para ella. Los cuervos me sacarían los ojos y después Belzebuth los cocinaría y luego haría que Satanás se los comiera en frente de mí, y no tendría la educación de invitarme ni una rebanada de pan. Además, Asmodeus, me haría escuchar al odioso de Justin Bieber hasta que me sangraran los oídos y probablemente después me haría aprenderme la coreografía de Baby y después...
Es suficiente Garroway
Mi abuela solía decir que era un poco dramático, pero recordaba que alguna vez mi abuela, durante una parrillada, descubrió que tenía un "lunar" en el brazo. La parrillada se convirtió en su despedida e hizo que toda la familia relatara el mejor recuerdo que tuviera con ella. Al día siguiente, cuando se duchaba para ir a comprar su propia urna, por que "nadie tenía tan buen gusto como ella"; descubrió que tan solo era una mancha de carbón, así que no tenía que decir mucho al respecto.
Merecía ir todo el camino de regreso a mi habitación de rodillas, pero mi situación actual no me lo permitía, así que puse la playlist de Justin Bieber que Samhara tenía en Spotify a todo volumen en mis audífonos. Para mí, eso era suficiente castigo.
Ya era tarde cuando llegué a mi habitación, así que me dispuse a comenzar el trabajo de Charlie Brown. No se cuanto tiempo pasó, pero me quedé dormido sobre el escritorio, hasta el otro día a las 5:30 a.m., como de costumbre. Me tomé una bebida energizante y salí al gimnasio de la universidad a entrenar un poco. Había perdido demasiado peso desde que había vuelto y no me sentía yo mismo. Mi piel se pegaba a mis huesos y la ropa me quedaba enorme. Mamá se había ofrecido a darme un poco de dinero para comprar ropa de mi talla, pero me negaba a aceptarme de esta manera. En algún momento volvería a ser el mismo de antes, pero a veces el comer era difícil. En ocasiones trataba de comer como cuando estaba entrenando, sin embargo, terminaba en el baño, vomitando todo lo que había comido, sudando frío y con espasmos musculares en todo mi cuerpo. Me había propuesto regresar a como era antes, y por eso había pagado treinta dólares al mes para poder ir una hora al día al gimnasio de la Universidad.
Mi rutina fue la de siempre. Calentamiento, brazo, abdomen, espalda y por último pierna. Todo iba bastante bien. El entrenador me felicitó por que le había aumentado un kilo a la máquina. La rutina iba bien, pero sentí un toque en la pierna.
Ahora no, por favor.
Me quedé con el peso arriba, suspendido. No podía bajar de golpe, porque podía lesionarme.
—¡Entrenador! — grité desesperado. Nadie respondió. El sudor frío comenzó a deslizarse por mi espalda. —¡Alguien puede ayudarme! — un calambre recorría mi pierna y el dolor comenzó a ser más intenso. —Por favor— mi voz sonaba ahogada. Comencé a ver borroso y el gimnasio entero dio vueltas alrededor de mí, hasta que todo se volvió oscuro.
Ella
Estaba demasiado estresada. El collar, la discusión con Christopher, la pequeña que se había lesionado el fin de semana anterior, la cirugía fallida, el Cascanueces, etc. Y cuando estaba estresada, comía demasiado, así que había ganado dos kilos en el ultimo mes. La ropa me quedaba mal e incluso sentí que a Marck le costaba levantarme en el ensayo. Necesitaba hacer ejercicio, con mucha urgencia.
Me levanté temprano para ir al gimnasio. Si Michelle lo supiera, estaría orgullosa de la oferta que había encontrado. Tomé una taza de café y me puse la ropa que solía usar para estar en casa el fin de semana. No había tenido tiempo -ni dinero en realidad- para comprar ropa para ir al gimnasio, así que mi playera del campamento de ballet de hace cinco años y un pantalón gris gigante servían a la perfección. Michelle tenía un conjunto parecido, pero su playera era de un concierto al que había ido su madre cuando estaba embarazada de ella; y su pantalón era negro. Los fines de semana, lucíamos como todas unas Miss Universo.

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Broken
RomanceHabía perdido todos sus brillantes colores, sin que nadie pudiese afirmar si a consecuencia del viaje o de sus sufrimientos. Miró a la bailarina, lo miró ella, y el soldadito sintió que se derretía, pero continuó impávido con su fusil al hombro. Se...