Capítulo 11

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Dominick~

Aparecí en la sala de mi casa después de transportarme. Miré por la ventana al edificio de enfrente, podía ver a la perfección las ventanas de su departamento. Se encontraban abiertas tal cual las dejé.

Caminé a mi cuarto mientras recapitulaba los acontecimientos de la noche anterior. Aún tenia el sabor de la sangre de Castiel en mi gusto, ni los sándwiches con café pudieron eliminarlo y, sinceramente, eso era algo que agradecía.

Ya en mi cuarto me tiré a la cama para mantener la mirada fija en el techo, recordé cómo anoche intentaron ingresar en la mente del peliblanco; sinceramente, había sentido el pánico por un momento. Si Redeck se enteraba de lo sucedido entre su hijo y yo estoy seguro que no dudaría en matarme, o peor, decirle a Behemoth para que este me castigase. No dudé ni un segundo en despertar a Castiel en el momento que noté todo lo que decía, después volvió a dormir mientras yo le colocaba un hechizo de bloqueo a su mente. Esto mantendría lejos a cualquiera que no fuese yo, y para ello, él debía permitirme saber qué pensaba; también había dejado una pequeña parte disponible para que pudiera comunicarse con su padre con la finalidad de que no sospeche, aunque claro, a estas alturas el que intentaran entrar en su mente solo me hace pensar que ya duda de su propio hijo.

Mi pensamiento siguió vagando entre recuerdos tontos y los labios de aquel peliblanco que tengo por vecino. Así fue como transcurrieron las horas sin que me diera cuenta, en este momento eran las 6 de la tarde. Me carcomía la idea de la cita que se suponía íbamos a tener, supongo que lo he arruinado.

Mierda

«¿Cómo carajos terminé en todo esto? Es que, el solo hecho de pensar en él de esta forma es poco apropiado de mi parte. No soy así, yo mato sin remordimiento, llevo más de dos siglos haciéndolo y ahora llega un azulito a cambiarlo todo.»

Aún con todos mis pensamientos hice lo posible por hablar con él, lo llamé varias veces por la mente y no obtener respuestas me hizo preocuparme un poco. O el bloqueo que había colocado funcionaba muy bien, o él no quería saber nada de mí.

Me transporté a su casa, necesitaba saber que estaba bien. Aún tengo mucha incertidumbre de lo que pasó durante la noche.

Al llegar pude sentir su presencia, eso me relajó un poco. Permanecí de pie en la sala durante unos minutos en espera a que saliera al sentir mi llegada, pero no fue así. Caminé a su cuarto y lo encontré dormido, se mantenía medio cubierto con la sabana y abrazaba una de sus almohadas. Me senté a la orilla de su cama y moví un poco del cabello que cubría su rostro. Pasé mi mano sobre su mejilla, esta era suave. Tal parece que esta acción lo despertó pues abrió los ojos, estos se encontraban en lo que supongo son su forma como demonio. La electricidad en su mirada hizo que mi pecho de oprimiera, pude ver el dolor y la ira reprimida que estos contenían.

Cambié mis ojos a su naturaleza demoniaca, lo empujé un poco para poder acostarme a su lado y recosté mi cabeza sobre su pecho. Le oí suspirar. Lentamente comenzó con suaves caricias a mi cabello; cerré los ojos ante estos actos.

-Hola -murmuré contra su pecho.

-Hola -me respondió en un suspiro-. ¿Llevas mucho tiempo aquí?

Negué con la cabeza. -La verdad es que acabo de llegar, cuando mucho he de llevar unos cinco minutos en lo que esperaba a que salieras a la sala. Perdóname por despertarte.

El murmuró un simple «bueno» y volvió a suspirar.

Después de un tiempo su respiración se aligeró más, lo cual me hizo suponer había vuelto a dormir. No quise moverme, temía despertarlo si lo hacia así que opté por mantenerme quieto y disfrutar de la calidez de su cuerpo. Prontamente mi cuerpo se relajó al punto de casi quedarme dormido, digo casi porque él soltó una pregunta al aire.

La guerra de los infiernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora