(CANCELADA) Las Hermanas Noceda

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—Amity, mamá no va a volver.

Amity siguió arreglando sus raíces con tinte, para conseguir el tono uniforme rubio en su cabello que a Odalia tanto le gustaba. Su hermana suspiró y salió del lavabo, sólo para volver un poco más tarde con Edric.

—Manoplas… —empezó a decir Edric —. Tenemos que hablar del asunto.

—¿De qué hay que hablar? Mamá volverá a por nosotros —dijo —. Tiene que hacerlo.

La realidad aún era difícil de asumir para Amity Blight. Primero fue el divorcio de sus padres, seguido por el anuncio de que Odalia iba a quedarse con la empresa familiar e irse al extranjero a expandirla por su cuenta; Después su padre anunció que iba a casarse con Darius, su mejor amigo de toda la vida, y que él y su hijo adoptivo Hunter irían a vivir con ellos. De golpe Amity se veía sin la persona a la que siempre había tratado de complacer, pues Odalia se había marchado dejando una cantidad increíble de dinero para “cubrir” el acuerdo de divorcio y la manutención de la única hija menor que tenía.

La pequeña de los Blight siempre había sabido que sus padres no se amaban; lo que le costaba asumir era que su madre se hubiese marchado de un día para otro sin despedirse, que nunca respondiese al teléfono.

Que la hubiera abandonado.

Amity, de algún modo, había asumido también que ella podría conseguir que su madre volviera siendo la hija que ella quería que fuese. Rubia, perfecta, perfectas calificaciones, educada, presidenta del consejo estudiantil. Su madre lo sabría y volvería, porque seguro que hablaba con su padre de ella.

¿Verdad?

¡Tenía que hacerlo!

—Amity, mamá se ha ido para siempre —dijo Emira —. Ella no quería ser madre, nunca ha querido.

Amity dentro de sí misma lo sabía, pero no quería admitirlo. 

—¿Podéis dejarme sola, por favor?

Los mayores suspiraron, pero hicieron lo que les pidió. Mientras, lo único que consolaba de algún modo a Amity era el recuerdo de la chica nueva de su clase.

Luz Noceda.

Era todo lo que creía que odiaría en una persona. Luz era desorganizada, caótica, escandalosa y genial, divertida, gentil. No sabía qué tenía esa hermosa latina de cabello corto que la hacía pensarla a todas horas.

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—¡Kylie, vuelve aquí! 

—¡Noooo! —gritó la niña mientras seguía corriendo, huyendo de su hermana mayor.

Boscha podría haberla atrapado mucho antes, pero quería que su hermanita creyese que podía superarla para que, algún día, realmente pudiera.

—¡Niñas, a merendar! —las llamó Larry, bandeja en mano.

Ambas abandonaron su juego de pilla pilla y fueron a la mesa de jardín dónde sus madres servían limonada y bocadillos para las cuatro. 

Artemisia y Larry Maschemist eran un matrimonio feliz que habían decidido convertirse en madres algo tarde a través de la adopción. Boscha, la mayor, había sido adoptada procedente de Rusia cuando era un bebé de apenas seis meses; Kylie, su pequeña, era americana como ellas y también fue adoptada de bebé. Ahora Boscha tenía diecisiete años y Kylie tenía seis.

—¿Cómo ha ido la primera semana del curso, Boscha? —preguntó Artemisia. Ella no estaba demasiado presente en el día a día porque era cirujana en un importante hospital y tenía jornadas intensivas.