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┊𝗬𝗢𝗨𝗥𝗣𝗔𝗥𝗘𝗡𝗧𝗦𝗔𝗥𝗘𝗗𝗘𝗔𝗗
You're on your own, kid You always have been
Los días sombríos y lluviosos en el arrecife eran raros, pero nunca imposibles y por muy peculiar que fuera, aquel día el cielo se había teñido de un azul acero, las olas chocaban contra las rocas con mayor frecuencia y el viento azotaba con violencia.
Aquellos raros días donde parecía que Eywa lloraba tiñendo los cielos y agitando las aguas ponían en alerta a cada clan, pues era casi imposible lograr llevar a cabo sus actividades sin algún inconveniente de por medio y aunque eso retrasada los cultivos y la colecta de alimentos, nunca faltaban algunos na'vis traviesos alegres de poder librarse de sus ajetreadas agendas para disfrutar de la compañía del otro o al menos algunos lo hacían.
Nyra, como todo el clan Metkayina la llamaba mantenía su mente ocupada dejando caer entre sus dedos la arena de la playa, el clima era contraproducente para tomar un paseo por el arrecife, pero eso no evitaba que pasara tiempo con su tsurak aquella bestia guerrera e imponente que se transformaba en el animal más dócil y consentido cuando disfrutaba de la compañía de su jinete.
Repartía pequeñas caricias sobre la cabeza del animal mientras dejaba que todos sus problemas se disiparan por breves instantes, luego de la muerte de sus padres la vida en el arrecife había perdido el encanto que la ataba a este, como si de un hechizo roto se tratase. A penas era una pequeña de diez años cuando sintió su mundo caerse a pedazos.
Fue acogida en el seno de la familia del Olo'eyktan y fue instruida por la Tsahik como futura candidata para guiar a su pueblo al lado de Aonung, un na'vi de la misma edad que ella, pero que se comportaba como un total skawng cada que se lo proponía.
Los primeros cinco años los considera duros, pero tranquilos, entrenaba cada día para hacer sentir orgulloso al Olo'eyktan y que nunca tendría que arrepentirse de permitirle formarse como guerrera, su vínculo con Tsireya solo había logrado fortalecerse y la relación que mantenía con Aonung se basaba en ignorarse todo lo posible, los primeros dos años se esforzó para acercarse y formar una amistad, pero este parecía solo poner trabas e incrementar su hostilidad en cada interacción, con el tiempo se dio cuenta de que no tenía sentido esmerarse en agradarla a alguien que no valía la pena. Pero la poca paz que podía tener se vino abajo el día que ambos líderes anunciaron en una ceremonia de bienvenida por sus hermanos espirituales, a la futura Tsahik del clan.
Desde ese día, los siguientes años de su vida se basaron en mantenerse ocupada, entrenando o buscando excusas para estar dentro del agua alejada de su futura pareja, la persona que se había vuelto su verdugo personal. Era claro que ella no era de su agrado, pero, ¿acaso, debía tratarla de forma tan brusca y hostil? No tiene recuerdo alguno de algo que haya hecho para merecer aquel trato.
