La quinta vez

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Un tembloroso sacudón se apodera de la tranquila siesta. Las alarmas de los vehículos y casas se disparan por kilómetros. Los pájaros huyen en diferentes direcciones y los perros aturdidos aúllan sin saber a qué. Un calor envolvente se desprende de aquel lugar. Ni el más curioso ser se atreve a indagar sobre qué sucede. Todos temen.

Todos temen porque se teme a lo que se desconoce. La gran mayoría no sabe qué es. Muy pocos han conocido el amor, pero casi nadie la pasión. Por eso, sus sentidos no logran comprender lo que sucede en esa casa de fachada tranquila cuyas cortinas cerradas sirven de contención visual a tan desmesurada pasión.

Emme y John han logrado escapar de sus parejas para poder coincidir por veinte minutos en la casa de él. El primer contacto de sus cuerpos produce el primer gran temblor. Luego, las réplicas continúan al ritmo de sus cuerpos. El calor emerge de la fricción constante que se ejercen mutuamente como queriendo despojarse de sus pieles para lograr quedar alma versus alma. Ese calor incontrolable desciende bruscamente tras el alarido placentero de descarga, amor, dolor y despedida de ambos. Se visten, se despiden y se prometen por quinta vez que esta fue su última vez.

 Se visten, se despiden y se prometen por quinta vez que esta fue su última vez

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