La paradoja del esclavo

72 4 0
                                    


Oswal era el legítimo heredero al reino del este. Siempre, sus destrezas para liderar y luchar estuvieron a la sombra de las de su prima, la ninfa Ethel. Ella no comprendía como un ser inferior podía ser su gobernante cuando el rey Alfredo muriera. Si bien es cierto que Oswal siempre fue un joven escuálido, todas las noches, cultivó su mente con todos los libros que había en el palacio. Pese a ello, no pudo prever la traición de Ethel.

Cuando el rey enfermó, ella pidió una cena a solas con su primo. Hermosa como toda ninfa, se valió de sus recursos para seducir al joven príncipe y prometiéndole amor eterno, lo besó. De ese modo, el veneno con el que había embebido sus labios hizo su trabajo y Oswal se desplomó perdiendo el conocimiento.

A pesar de tan cruel traición, la ambiciosa ninfa no pudo matar a su primo, pero se aseguró que no volviera jamás. Realizó un trato con Choza, el más cruel de los centauros mercantes. Él era dueño de unas cuantas galeras y se proveía de esclavos para usarlos como galeotes. El trato consistió en que Choza se llevara a Oswal y no lo dejara ver nunca más la luz del sol. A cambio, él podría anclar una vez al año en los muelles del reino del este donde no solo comercializaría sus baratijas, sino que también le darían un centenar de esclavos jóvenes y fuertes. Sin perder el tiempo, Choza partió a las profundidades del mar con el cautivo príncipe en lo más oscuro de las galeras. Mientras tanto, Ethel se encargó de difundir por el reino que Oswal había escapado por miedo a convertirse en rey. Finalmente, Ethel se coronó reina tras la muerte de su tío Alfredo.

Choza cumplió con su palabra. Nunca dejó ver la luz del sol a Oswal y solo le permitió salir a la cubierta del barco de noche. El príncipe compredió rápidamente su situación. Ahora, era esclavo de seres que lo triplicaban en tamaño y no podía escapar. Oswal se pasaba horas observando las estrellas en la noche mientras frotaba la espalda al mástil principal tratando de calmar la comezón que le provocaban las heridas producidas por el látigo. Pasaron los meses y él, todos los días, remaba sin cesar. Su situación era tan mala que había quienes juraban que había perdido la cordura al verlo perseguir ratas y alimañas para comer.

Pasó un año y el invierno había dejado casi sin esclavos a Choza. Por eso, se apresuró en llegar al reino del este para exigirle a Ethel que cumpliera su parte del trato. Al llegar a la costa, gran parte de los centauros fueron a la ciudad por lo que les correspondía y dejaron en el barco a Umer, el más grande y sanguinario de ellos, junto a cuatro centauros más para custodiar a los 10 esclavos que les quedaban. Oswal esperó que la comitiva principal se alejara lo suficiente y comenzó a gritar incoherencias de manera desmedida. Umer, cuya paciencia era escasa, se arrimó para castigarlo. Sin dudarlo, el príncipe se abalanzó sobre él y de un solo golpe lo dejó inconsciente. Al oír el estruendo que provocó la caída del cuerpo de Umer, los otros centauros se alarmaron y acudieron a ver qué sucedía, pero ya era tarde. Oswal había escapado y corría con vehemencia por la playa. Sin pensarlo un segundo, Tyron, el arquero, tomó una flecha y se la lanzó con una precisión pocas veces vista, pero la flecha simplemente rebotó en la espalda del fugitivo.

Lo sucedido no tenía mucha explicación, pero era más sencillo de comprender de lo que parecía. Oswal, en sus noches de lectura, adoraba leer sobre astronomía y conocía a la perfección la posición de las estrellas. Por ello, cuando salía en las noches y se quedaba mirando al cielo, calculaba las distancias recorridas durante el día y de ese modo sabía perfectamente su posición. Así, supo que había llegado al reino del este. Pero, ¿cómo había tumbado a un centauro cinco veces más grande que él de un solo golpe? Simplemente, remar todo el día sin descanso le proveyó de una fuerza descomunal. Por otro lado, perseguir ratas no solo le dio el alimento suficiente para mantenerse fuerte, sino que lo dotó de una gran agilidad que le permitió escapar velozmente por la playa. Por último, Oswal siendo consciente de que al momento de escapar no iba a tener quien le cuide la espalda se frotó cada noche durante horas al mástil principal y de ese modo, en su espalda, se hizo un callo tan duro que fue capaz de desviar la flecha que le disparó Tyron.

Finalmente, consumó su venganza rápidamente y dio fin al reinado de su prima. Choza fue su prisionero eternamente y Ethel sucumbió bajo su espada. Previo a morir, ella comprendió que el haberlo convertido en esclavo le permitió a Oswal fortalecer sus debilidades. De esta forma, la tragedia de príncipe cesó y fue coronado bajo el nombre de rey Oswal, el resiliente.

 De esta forma, la tragedia de príncipe cesó y fue coronado bajo el nombre de rey Oswal, el resiliente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
15 NOCHES DE FANTASÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora