Ch 13. 🍭

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Grace

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Grace.

Contuve una carcajada ante la situación en la que Vladimir y yo nos encontramos.

¿Quién iba a pensar que estaría frente a mi querida Nana cuando minutos atrás estaba por tener sexo?

Absolutamente yo no.

Pero aquí estoy, sentada a un lado del rubio, siendo escudriñada por los filosos ojos de Nana, los cuales se pasean de Vladimir a mi, repetidas veces. Sé que está haciendo eso solamente para ponernos nerviosos, recuerdo que lo hacía cuando era pequeña y cometía alguna travesura.

Sin embargo eso no servirá, al menos no conmigo.

Con disimulo lo observo, notando de esa manera la forma en que sus manos se aferran a la otra por debajo de la mesa. Esa simple acción de su parte me causa ternura.

Entiendo perfectamente que este nervioso por la repentina aparición de Nana, así que sin que mi querida abuela se dé cuenta, sujeto una de sus manos para luego entrelazar los dedos. Es necesario que se mantenga en calma para que Nana no pueda notar nada extraño.

Por lo tanto, le doy un suave apretón en la mano que él recibe con gusto.

—¿No nos vas a presentar?—espeta Nana, rompiendo el silencio del lugar.

Regreso mi atención a Nana, a pesar de los años que tiene conserva la belleza la cual he visto a través de las fotografías familiares. Y la cual veo cada que me encuentro frente a un espejo, básicamente soy una copia exacta de ella.

Cualquiera podría asegurar que es mi madre y no mi abuela.

—¿Grace?

Parpadeo, notando de esa forma que ambos se encuentran observándome con curiosidad.

—Sí, lo siento—sonrío—. Nana, ¿recuerdas al amigo de papá?

—Tu padre tiene muchos amigos, Gracie—responde tajante, aunque suaviza la oración con la típica abreviatura de mi nombre.

Quiero creer que mi rostro se siente caliente por la época calurosa en la que nos encontramos, y no por estar pasando vergüenza frente a Nana y Vladimir.

De reojo lo observo. Mi mano no se contiene a propinarle un suave golpe en el muslo por debajo de la mesa al verlo tratar de ocultar su risa por la vergüenza que acabo de pasar con Nana.

—Él es Vladimir Dmitriév, Nana.

Mi presentación lo toma por sorpresa, haciendo que eleve la cabeza abruptamente.

—¿El niño que siempre seguía a tu padre?—pregunta mi abuela, fijando su mirada en Vladimir.

Sus mejillas se ruborizan suavemente al tener la atención de ella.

—No era un niño, pero sí—sonrío, recordando a Vladimir de joven.

—¿El que siempre estaba contigo cuando tus padres se iban?—ataca nuevamente con otra pregunta.

Cuando todos duermen © [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora