XX

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La noche que Lucerys vuelve a la Fortaleza Roja, sueña con fuego.

Se ve a sí mismo, caminando en la oscuridad de la noche, en medio de un castillo que nunca ha visto. Es pacífico, y las estrellas en el cielo iluminan el paisaje nocturno. 

En un momento, las estrellas comienzan a crecer, acercarse, y Lucerys descubre que no son estrellas, sino luciernagas. 

Se quedo quieto, viendo como estos insectos volando por el espacio que rodeaba al castaño. Tenían su propia luz de un color peculiar: verde

Se alejaron de Lucerys, pero cuando intento atrapar uno por el placer infantil, un grito salió de su boca ante el ardor recorriendo su mano. Al verla, noto las quemaduras.

Alzando la mirada, encontró el castillo ardiendo. 

Lucerys corrió, alejándose de las llamas lo más que puede. 

Las luciernagas se unen hacia una sola dirección, en un pasillo que aún no ha sido tocado. 

Él las sigue.

Al final de ese pasillo, el humo se desliza y ahoga a Luke. Debe huir, tiene que, pero siente que si una sola luciérnaga marcó al joven, ¿por qué se unirían y qué buscaban? Solo había un muro sin ventanas, una trampa perfecta.

Se gira en su lugar, y el primer grito que escucha es: 

–¡Padre, me quemó!

Luke está horrorizado al ver la silueta de un hombre entre las llamas, golpeando una puerta que no había visto con todas sus fuerzas. Ve el humo tomando la forma de cadenas, que sujetan el cuerpo del hombre hasta llegar a su cuello. Le cuesta respirar, pero sigue gritando.

¡Clank! ¡Clank!

El golpe del metal es del otro lado, pero se nota la desesperación del golpe. Intentando llegar al otro, de salvarse, protegerse. 

Las llamas se elevan, el verde iluminando y el rostro es revelado a Lucerys, cuando unas vigas caen y una palabra queda atascada en su boca. 

El humor ahoga el grito silencioso dónde solo puede pronunciar el nombre y no lo que ese hombre era para Lucerys.

Enterrado entre los secretos que guarda, el humo se eleva hasta que la culpa lo asfixia–

–Despierta jadeando, en busca de aire, la sensación de estar atrapado persistente en todo el cuerpo del joven Velaryon.

Tras un minuto, puede afirmar que esta totalmente despierto y su cuerpo reacciona a que era un sueño.

Aunque no lo sintió como tal.

Porque unos días después de haber llegado a Dragonstone, en su niñez, recuerda la carta que un cuervo trajo y que su madre abrió apresuradamente. Un minuto de leerlo, se disculpó y dijo que tenía que hacer algo. Su padre de inquietó y dijo que iría a verla, y dejó a los tres niños en compañía del otro.

Lucerys fue a su solar. Quería decirle que aprendió una nueva oración en Alto valyrio cuando la encontró llorando en su alfombra, el padre abrazándola. Lo que descolocó al infante, pues para él, su madre no lloraba. Jamás.

Cuando su padre les habló de lo ocurrido, Jace también huyó y sabe que, como madre, lloró. Lucerys se quedó con padre y el bebé Joffrey, tratando de entender porque su madre, la mujer más fuerte que ha conocido, una auténtica dragona Targaryen, se había puesto a llorar.

Ella le respondería, sin saberlo, cuando se encaminaron a Driftmark a un funeral.

"–En nuestra familia el fuego corre en nuestras venas. Entonces, al amar, lo hacemos para arder. Atesoramos, y queremos que dure para siempre. Al ser arrebatado, parte de nuestra alma se pierde. Y lloramos porque es irremplazable y extrañaremos lo que fuimos cuando lo teníamos en nuestro poder.

There is a ghost in your eyes (a promise from a better tomorrow)[#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora