LXXVI

1.2K 162 146
                                    

Uno pensaría que meses lejos del barullo y caos de la Capital y lo que conlleva haría que sintiera rechazo al regresar.

Pero a Cassia Lannister le tomó menos de un día para volver al trabajo de escuchar entre muros. O, mejor dicho, encontrar a sus ratas menos favoritas.

El sol seguía en el cielo cuando se encontraba a medio camino a la Calle de la Seda, su ropa de servidumbre y cabello oculto llamarían poco la atención. En especial cuando esta era la ropa masculina, podrían creer que era un chico que quería mojarse la polla, sin saber que entre medio de su vestimenta una cuchilla familiar reposa, por sí un asqueroso con tendencia a los niños se le acerca.

Ha querido castrar a alguien desde Dragonstone (y más tiempo) y espera que alguien se le cruce. Los reta.

Como sea, la casa de placer había adquirido nueva tapicería. Y menos trabajadoras en el frente.

Cass no entró, porque buscó entre la gente que iba por ahí.

Espero.

Lanzó la moneda de oro una vez. La segunda. La tercera.

Un niño aparece, mirando entre ella y el oro.

–Sabes qué hacer si lo quieres.

Este le guío hacia la entrada menos transitada.

Hacia ellos venía una mujer de cabellos rojizos ensortijados, contoneándose con una sonrisa coqueta pero desdeñosa.

–Lo siento, muchacho. A menos que lo que tengas abajo valga la pena, no cobramos gratis.

–El Gusano Blanco me espera.

Su expresión se torció en molestia–No lo creo.

–Ella siempre me espera.

–Es cierto. Me entretiene mucho.

La voz es de una mujer, quién baja las escaleras con la calma de que está bajo sus dominios. Un semblante tranquilo en su tez trigueña, sin esforzarse cómo la otra en que su paso sea exagerado. Es medido. Es control. Son negocios. Ella manda.

Maldita perra traidora, piensa instintivamente en lo que el Gusano Blanco la guía a una supuesta sala privada, lejos de ruidos que le causan escalofríos y muchas muchas ganas de usar la daga.

–Es una agradable sorpresa, después de todo lo que ha pasado–dice la ex-prostituta.

–Así es, creí que teníamos un acuerdo.

–Claro.

–¿Segura? –pregunta, jugando con la moneda que le debe al chico, sobre esta mesa bastante decente y tratando de leer la expresión de la otra–¿No son casi inexistentes las peleas de niños?

–Sí.

–¿No tienen las mujeres y niñas de este lado la oportunidad de un oficio seguro?

–Lo tienen.

–¿Y qué hay de los comedores? ¿Faltan de suministros?

–Son suficientes.

–Entonces, sí yo he cumplido, ¿por qué tú no? –golpea la moneda con dureza contra la madera, sus ojos verdes taladrando el oscuro del Gusano Blanco–¿A quién le susurrabas mientras yo estaba Dragonstone? Y si tratas de engañarme, te diré, que he sido todo y más que sincera en nuestra asociación. El trato merece lo justo.

Cada acusación hacía que la simpatía de la essosi disminuyera. Indignación que le mostraba en el tic de su boca fruncida, y que Cass atrapó antes de recomponerse.

There is a ghost in your eyes (a promise from a better tomorrow)[#PGP2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora