Te odio, mi lord [fire Emblem: Three Houses]

Capítulo 03. Llámame Ferdinand

Capítulo 03
Llámame Ferdinand

Tras ese primer encuentro, los días pasaron con relativa rapidez, y poco a poco los nuevos estudiantes se fueron acostumbrando a la rutina del monasterio, así como a sus diferentes clases. En cuestión de algunas semanas, todos (o casi todos) sentían aquel sitio prácticamente como su hogar.

El profesor que se suponía sería el encargado de la Casa de las Águilas Negras, terminó siendo removido de su puesto por... un incidente con unos bandidos que no lo dejó precisamente bien parado. Por corto tiempo se rumoró que el nuevo encargado sería el profesor Jeritza, maestro de entrenamiento en combate con armas, pero las cosas dieron un pequeño giro inesperado a raíz de ese mismo incidente con los bandidos.

Con respecto a Ferdinand, sus primeros días en la Academia estaban resultando favorables en (casi) todo aspecto. Sus habilidades en el manejo de armas y entrenamiento de mando eran sobresalientes, y se había lucido en el Simulacro de Combate entre las tres casas, ocurrido durante el último día de la Luna Árborea. Por coincidencia, ese fue también el día de su cumpleaños dieciocho, y la victoria de las Águilas Negras en el campo de batalla, y su reconocimiento especial por su desempeño, fue la mejor forma de celebrarlo.

Además de eso, había comenzado a entablar una buena relación con (casi) todos sus demás compañeros, y la mayoría no se limitaba al momento de expresarle su admiración y respeto. Incluso Edelgard al menos en un par de ocasiones le reconoció abiertamente sus logros (en especial felicitándolo por su participación en el simulacro), pero no demasiado; después de todo, Ferdinand no perdía oportunidad para hacer alarde de cualquier mínima insinuación que pudiera dar a entender que había superado a la princesa en cualquier aspecto.

En pocas palabras, sus primeras semanas en la Academia de Oficiales estaban resultando más que excelentes para el joven noble de la Casa Aegir. Excepto por una pequeña situación que se presentaba de manera constante, y que era como una molesta nube oscura en su cielo soleado. Y esa situación llevaba un nombre y apellido: Dorothea Arnault.

La fría hostilidad que la ex cantante de ópera expresaba hacia su persona no pasó desapercibida para Ferdinand, incluso desde su primera conversación. En un inicio pensó que quizás sólo lo había imaginado, o quizás la había importunado en aquel lugar y momento. Pero la actitud de Dorothea hacia él no cambió en lo absoluto, y si acaso fue yendo un poco a peor.

Se quiso convencer a sí mismo de que muy seguramente no era algo personal contra él. O, que en base a sus comentarios, podría deberse a un descontento general con la clase noble. Esta última deducción era debido a que en las ocasiones en las que directamente le preguntaba al respecto, ella le daba alguna de sus respuestas que evitaban por cada rincón ser directas, pero que giraban en torno a la misma idea:

"No sé de qué habla, mi lord. ¿Cómo podría una simple plebeya como yo importunar a un noble como usted?"

"Lo siento, ¿acaso mi trato plebeyo resulta demasiado tosco para alguien de cuna noble como usted?"

"Estoy segura que alguien como usted debe tener cosas mucho más importantes que hacer, que pensar en una mujer tan simple como yo. Por favor, mi lord, no gaste su tiempo en mí."

Sin embargo, con tan sólo ser lo mínimo de observador, le fue claro que con la mayoría de sus otros compañeros era bastante más amable, sonriente, juguetona... o al menos mucho menos hiriente de lo que era con él. Aún y a pesar de que la mayoría eran nobles, e incluso de rangos superiores a él como la propia Edelgard, Dimitri el príncipe de Faerghus, o Claude el nieto del Archiduque de la casa Riegan de Leicester.

Pero, ¿por qué? No creía haber hecho nada para causar tal actitud hacia su persona. ¿Sería por su familia? Él más que nadie sabía lo propenso que era su padre a ganarse enemigos, pero no podía imaginarse qué podría haberle hecho a esa chica para que la tomara de esa forma contra él.