Noche de tormenta

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Era una noche oscura y tormentosa

La temporada de lluvia se estaba extendiendo mas de lo normal en Paris, causando estragos en toda la ciudad debido a la gran cantidad imprevista de agua extra, sin mencionar los estrepitosos y ensordecedores truenos y relámpagos que traía consigo la lluvia.

A pesar del ruido allá afuera Nathalie se encontraba profundamente dormida, agradecía que las habitaciones de la mansión fueran construidas con elementos aislantes del ruido, lo que disminuía en gran parte los ruidos del exterior; sin embargo, su sueño se vio interrumpido por unos golpes suaves en su puerta.

Nathalie parpadeó un par de veces con sus ojos aun somnolientos, cuando su vista logró acostumbrarse a la oscuridad de la habitación giró su cabeza para verificar como el reloj en su mesa de noche marcaba las 2 am "¿Quien podría estar despierto a esta hora?" se preguntó. Era demasiado tarde, y a pesar de la tormentosa noche no parecía haber alguna emergencia que requiriese su presencia.

Pero, aun dudosa, todo lo que podía oír eran golpes, que -a pesar de que eran constantes- se podían definir como un sonido agudo, lo que solo significaba que eran producidos por manos pequeñas, como si algún niño pequeño estuviera golpeando tras la muralla.

Y entonces dejo de pensar, dándose cuenta de que solo podía ser una única persona. De inmediato se preocupo mientras iba saliendo rápidamente de entre las sábanas hasta llegar al puerta y abrirla, revelando ante sus ojos una cabellera rubia.

- ¿Adrien? - El pequeño rubio de tan solo 5 años levantó su cabeza cuando escucho como la mujer mencionaba su nombre.

- Mmm... Nathalie... Hola - avergonzado de estar ahí Adrien intentaba no sonar demasiado evidente.

Nathalie sonrió mientras invitaba a Adrien para que se adentrarse en la habitación. El pequeño no lo dudo, aun si todavía no estaba seguro si debía.

- ¿Sucede algo cariño? - preguntó Nathalie mientras cerraba la puerta tras ella.

- No... De hecho si, pero - Adrien miro el suelo al momento que hizo una pausa, pensando bien que iba a decir - Lo siento si te desperté.

Nathalie sonrió a modo de compasión. Se acercó donde Adrien guiándolo hasta su cama para después ambos sentarse al borde de esta. Con cuidado Nathalie levantó la cabeza cabizbaja de Adrien obligándolo a mirarla.

- No tienes que pedirme disculpas, no me despertaste - Nathalie encendió la lámpara que estaba a un costado de su cama - ¿Estas bien?

Podía percibirse lo nervioso que Adrien estaba, el juego de sus pequeñas manos entre sí lo demostraba. Pasaron unos cuantos segundos antes de que el pequeño rubio volviera a posar su mirada en el rostro de Nathalie, quien seguía sonriéndole paciente esperando una respuesta.

- La tormenta... me da miedo - casi susurrando Adrien confesó.

- ¿Estas asustado? - era una pregunta obvia pero Nathalie no pudo evitarlo. Adrien movió su cabeza confirmando.

Las tormentas suelen asustar a los niños, sobretodo a los mas pequeños. Los inciertos relámpagos iluminando el cielo seguidos de los aterradores truenos eran el principal temor. Ver a Adrien y saber que se sentía asustado y temeroso la preocupaba de una manera inexplicable, llegando hasta ser un poco doloroso verlo así.

- Tengo miedo, y yo solo... - de nuevo esa pausa - Lo siento por venir.

Una lágrima cayó por la mejilla de Adrien aterrizando en su pantalón de pijama. No solo estaba asustado, estaba aterrado. Odiaba despertarse en medio de la noche y encontrarse solo en su habitación. Por muy valiente que sea el hecho de pensar en lo vulnerable que se sentía en ese momento lo superaba.

La maternidad no siempre es biológicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora