Capitulo 1

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En Azgeda el clima siempre era frío y húmedo. El aire contaminado, las calles sucias y la violencia eran algo cotidiano en esa maldita ciudad amurallada en la que, todos aquellos no nacidos con iris grises eran considerados criminales, y se apodaban "lireos". Por las calles se solía decir que eran torturados, prostituidos e incluso asesinados.

Louis sintió las pequeñas gotas de lluvia sobre su piel y una corriente fría atravesó su columna. Hizo caso omiso a la ráfaga gélida y se acomodó nuevamente el velo. Ya era parte de su vida diaria salir con esa tela gris y delgada cubriendo sus ojos. Sus condenados ojos, que desde el momento de su nacimiento lo obligaron a llevar una vida en las sombras. Con el tiempo, la ilusión del omega de poder salir y tener una vida normal se había desvanecido. Él conocía su realidad, y sin embargo, no se consideraba desdichado, su madre se había encargado de llenar su vida con amor y calidez. Era una mujer fuerte que no había dudado ni un segundo en proteger a su cachorro en cuanto se dió cuenta de su condición, habían estado juntos desde el principio, y para Louis era suficiente. Además, lo tenía a Niall, ese omega rubio y ruidoso al que consideraba su hermano. Lo había conocido hace unos años, cuando apareció en la puerta de su casa enfermo y sollozando de frío. Jay lo había curado y preparado una cama para que descanse. Al principio, al ojiazul le había costado interactuar con él, su manera rápida de hablar y la confianza con la que lo trataba lo había desconcertado. Pero con el pasar de los días, fue encontrando en el chico un amigo y al cabo de unas semanas, parecía que se conocían desde hace toda una vida. Nialll se quedó a vivir con ellos, no se pudo resistir a las súplicas de Jay; encontro trabajo en un bar y cobraba lo suficiente como para ayudar en la casa.

Louis se dirigía al mercado central. Su madre lo había mandado por medicinas al boticario. Continuó el camino en silencio, procurando pasar desaparecido entre la gente como siempre. Llegó a la pequeña tienda; las paredes eran de un tono crema gastado, habían infinitas repisas de madera oscura repletas de frascos, jarabes y libros. Del techo colgaban varias macetas con plantas y yuyos de diferentes colores y tamaños. No importaba cuántas veces el castaño haya visitado aquel lugar, siempre le generaba la misma curiosidad y fascinación.
Lo atendió Liam, un alfa alegre y atento al que Louis solía visitar seguido debido al trabajo de su mamá. Le recitó de memoria la lista de Jay, el joven alfa le entregó su pedido y se despidió prometiendo que se verían luego.

El omega caminaba de vuelta a casa sumido en sus pensamientos cuando chocó con algo que parecía un muro, perdió el equilibrio y una mano firme en su muñeca lo detuvo de caer al suelo. Louis levantó su rostro y se encontró con una mirada preocupada que rápidamente se tornó curiosa, sus pulmones se inundaron de un intenso olor a café y canela con notas de madera. El omega jadeó. Un destello verde atravesó los ojos grises del alfa que tenía enfrente. El ojiazul rápidamente se soltó de su agarre y corrió sin mirar atrás.

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El despertador sonó. Harry abrió los ojos sabiendo que el día de hoy no sería diferente al resto. Se dirigió al vestidor, seleccionó una musculosa blanca, unos pantalones negros y unos borcegos del mismo color. Recogió sus rizos en una coleta y caminó en dirección a las cocinas en busca de María, él le daba su beso de buenos días todos los días sin falta. María era una beta mayor y dulce. Ella es quien lo había cuidado desde que era cachorro. El alfa le tenía un inmenso cariño, la consideraba su segunda madre.

Tomó su desayuno mientras oía las noticias que se murmuraban entre los empleados. Se decía que el consejo de Azgeda le estaba pagando a un alfa pueblerino por investigar y cazar sujetos criminales, de esos que tienen "ojos de color". Harry no estaba de acuerdo con esas ideas, ¿Desaparecer personas por ser diferentes? Eso de los criminales siempre despertó cierta curiosidad en él, pero jamás los odió por ser lo que eran.
Seguro esta fue obra de Des, su padre.

El destello de sus ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora