CAPITULO 1

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Nunca conoció a su madre.

La primera vez que pregunto por ella a su padre, tendría ocho años, estuvo tres meses en cama, de la paliza que le dio.

Siguió bajo el techo de su progenitor, pero se crio en la calle, donde aprendió a malear para sobrevivir.

Las gentes de la cuidad le contaban las más diversas historias sobre su madre.

Él no sabía a quién creer, así que a sus catorce años volvió a preguntar por ella a su padre.

Esta vez estuvo medio año recuperándose de los golpes.

De no ser por su vecina, la mujer del panadero, que curo sus heridas y le alimentó con migas y gachas, habría fallecido.

Cuando se recuperó, pagaba el pan a esa mujer con sexo.

Los siguientes fueron buenos años entre el lecho caliente de la panadera y los fríos páramos donde aprendió a robar ganado.

A los dieciocho años se encontró con su padre en una taberna y volvió a preguntar por su madre.

Su padre volvió a golpearlo y Duncan lo mató.

No fue por accidente o por fatalidad al intentar defenderse como comentaron algunos testigos.

Duncan lo mató a conciencia, a sangre fría, porque entre golpe y golpe su padre le susurró al oído el nombre de su madre.

Huyó.

Se unió a una compañía de Highlanders Jacobinos que partían hacia Francia para ayudar al duque de Cornualles.

Con ellos aprendió lo justo para no morir en el campo de batalla.

Nunca destaco como soldado, pero nunca le faltó un plato de estofado y un buen trago de whisky junto a las hogueras de los campamentos gracias a su gaita.

Tocaba la gaita como los dioses.

Cualquier tonada y melodía que salía de su instrumento emocionaba a los guerreros que le escuchaban.

Nunca supo donde encontró esa gaita ni como aprendió a tocarla.

Cuando le preguntaban de dónde sacó ese arte, se limitaba a encogerse de hombros y contestaba: " No sé, lo debí heredar de mi madre".

Debido a su buen hacer, esa noche estaba dentro de una fortaleza y no solo al lado de una fogata, si no dentro, en el gran salón, en donde habían sido extendido un montón de alfombras de esparto para aislar el frío del suelo, para cuando más tarde tras el comer y el mejor beber se quedarán dormidos en el suelo.

Evidentemente los lugares al lado de la chimenea habían sido tomados por los caballeros principales y estaba calculando cuantas tonadillas con su gaita le ayudarían a posicionarse cerca de las brasas, sin llevarse un golpe, cuando la vio pasar.

Su compañero miró en la dirección que el miraba al darse cuenta de que le había dejado con la palabra en la boca y tras captar su objetivo, le dio un codazo.

*-No crees que estas picando muy alto? Ella no te mirara dos veces.

Efectivamente estaba mirando en dirección a la dama del castillo, pero no la estaba viendo a ella, si no a la moza que la había acompañado hasta el lugar y que había desaparecido al agacharse debajo de la mesa, aun así, asintió dando la razón a su compañero.

Le dejo la gaita a su cuidado y comenzó a zigzaguear entre los cuerpos para poder salir del salón.

Desde lejos siguió a la moza que caminaba por los pasillos de la mansión con total soltura.

Su melena morena desde luego que le enmarcaba el rostro y estaba peinada fuera de la regla de estilo, pero era una alta criada, así que no pretendía ser una señora y podía consentirse llevarlo así para sacar partido de su belleza.

Le estaba martirizando los movimientos de la tela de la falda sobre su trasero, no había derecho a que lo hiciera notar de esa manera.

Al girar en uno de los pasillos la perdió de vista, por lo que apretó el paso para girar él también, pero lo que ocurrió fue que le lanzaron contra la pared y le pusieron al tiempo una daga en la garganta.

*-¿Por qué me estas siguiendo patán?

*-Oye¡¡¡¡ Que yo no te he faltado!!!!! Solo estaba mostrándote mi interés en tus...-bajo los ojos hasta el trozo de piel que dejaba entrever su escote- gracias.

El filo del arma aflojo un poco su presión, así que aprovecho para desarmarla y ponerla de espaldas contra la pared contraria, ahora era ella la inmovilizada. Podía sujetar ambas manos femeninas, incluida su arma, en lo alto mientras que aún tenía libre su otra mano que uso para acércasela cogiéndola por la cintura y apoderarse de sus labios.

Tuvo que insistir un poco cambiando la presión de sus labios para obtener una respuesta femenina, que le hizo entusiasmarse y profundizar el beso, era emocionante notar como el calor corporal entre los dos subía, para....carajos ¡¡¡

El dolor en su labio le hizo parar y retirarse de encima de la moza que le mordía con bastante fuerza...

*-Lo dicho eres un patán...

Y se alejó de el con rapidez que no alcanzo a tener una réplica rápida.

DUNCAN, YA NO ES GAITERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora