CAPITULO 6

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No había entendido muy bien, porque su señora, había insistido en que la peinaran sus damas.

Sentía el cabello acartonado y tirante, pero después de verse en un espejo, tenía que reconocerlo, se veía guapa. Hacía que sus ojos resaltaran más. Aunque la pomada que la habían aplicado en los labios para realzar su color, si le había gustado, sabía bien.

Pero lo que le sacó, lágrimas de alegría, era el vestido de color azul oscuro. Por supuesto, no era algo ostentoso, era de la tela más sencilla, sin adornos o ribetes, pero era completamente nuevo, solo lo había usado ella, eso era algo que jamás había tenido, así que sus manos se le iban al propio torso, sin darse cuenta, solo para asegurarse de que era de ella.

Lo que ella no sabía, era que sus ojos brillaban más que su nuevo aspecto.

Estaba tan contenta de que no dudó en salir a bailar al centro de la estera cuando se lo propusieron. Danzaba al son de la música. Dejándose llevar, de cara a la mesa de los señores, aunque quizás sus ojos estaban en otro lugar.

Cuando por fin dejo de bailar, algunos conocidos la jalearon, para que se acercara a beber con ellos, pero se negó, solo quería llegar a su cuarto y cambiarse de ropa, conservaría ese vestido intacto el mayor tiempo posible.

*-Magdalena.

L a voz de un soldado la hizo pararse.

*-¿Esta noche estás muy guapa, porque no vienes a beber vino conmigo?

Al cambiarse de ropa se había olvidado su útil navaja y supo que que iba a estar en problemas.

Si era cierto que los ángeles existían, estaba viendo uno.

Hubiera preferido ser él quien bailase con ella, pero disfrutaba viéndola danzar y sonreír feliz al compás que salía de su instrumento.

Radiante, así la veía. Sus ojos brillaban al igual que los destellos de las velas arrancaban a su precioso traje azul.

Lamento que no se quedase a beber, habría sido un buen motivo para acercarse a ella. Así que cuando la vio abandonar el salón, cambió el ritmo de tres por cuatro del minué que estaba interpretando por un allegro que dejó extenuados a los danzantes y aduciendo que se orinaba salió tras ella.

Estaba al final de uno de los pasillos principales, junto a un gran ventanal románico que iba del suelo al techo.

Frente a ella, dando la espalda a Duncan, un hombre con una botella de vino en la mano.

-¿Tú también eres su hermano?, preguntó Duncan inocentemente.

Se dio cuenta de su error cuando se giró hacia el...

"Vete de aquí gaitero, esto no es asunto tuyo" le gruño Luner MacBrain, un paisano nacido junto al lago Ness que tenía la merecida fama de ser un guerrero peligroso.

Duncan miró hacia Magdalena y se dio cuenta que algo no iba bien.

-No te lo voy a volver a repetir, vete.

Cuando vio que Luner sujetaba la botella por el cuello supo que tenía que hacer algo.

Duncan había aprendido a base de palos que quien golpea primero, golpea dos veces, así que no se lo pensó y se lanzó contra Luner.

Por su parte, Luner, guerrero experimentado, sabía que quien se aparta a tiempo, gana.

Y eso hizo, dejando además una zancadilla que desestabilizó a Duncan haciendo que fuera trastabillando hasta chocar con Magdalena.

Casualidad. La casualidad quiso que el gran ventanal estuviera abierto.

Física. La inercia hizo que ambos cayesen al patio.

DUNCAN, YA NO ES GAITERODonde viven las historias. Descúbrelo ahora