4

20 7 0
                                    

Alda

Al día siguiente casi me quedo dormida. Eran las cuatro de la tarde cuando conseguí despegarme de las sábanas. Me vestí corriendo, cogí la primera sudadera y los primeros vaqueros que encontré y me los puse, y me dirigí al baño para intentar camuflar la maldita cicatriz de mi cara. Esa estúpida mancha roja...

Por suerte esta vez no manché el lavabo ni el espejo, y ninguna barra de labios salió volando.
Salí de casa tras ponerme la chaqueta. Tenía veinte minutos para llegar a la cafetería. No iba tan mal de tiempo.


•••


Cuando llegué, el inspector ya me estaba esperando en la entrada. Le saludé, cuestionándome si había tomado la decisión correcta. ¿Y si me arrepentía? ¿Y si él no podía ayudarme? ¿Y si todo salía mal? ¿Y si...?

Nos sentamos en una mesa al fondo del local. Y, por algún motivo, me sentía como si estuviese en mi primera cita. Más bien peor. Porque esos nervios no eran ni medio normales. No podía parar de repiquetear los dedos en la mesa, mover los pies, o jugar con el dobladillo de la sudadera.

—Entonces... ¿Qué quería contarme? —empezó el inspector Greco, tratando de aliviar la tensión en el ambiente—. Si lo desea, puedo empezar contándole todo lo que sé sobre Vicenzo, y usted me rellena los vacíos en la información.

—Lo primero, puedes dejar de llamarme de usted. No me gusta; no estoy acostumbrada. Lo segundo, no me siento muy... cómoda que digamos, contándole esto a un completo extraño.

—Ah, bien, claro. ¿Prefieres un ambiente más familiar?

Asentí.

—Pues dejemos de lado las formalidades. Llámame Alessio.

—Yo Alda —dije sin pensar que obviamente él ya sabía mi nombre.

—¿Qué tal tu día?

Eso me pilló por sorpresa. ¿De verdad iba a intentar que me sintiera cómoda? No, eso no era posible. ¿Era Alessio el poli bueno? ¿Dónde estaba el poli malo, entonces?

—Hmm... —¿Cómo explicar que dormí hasta las cuatro de la tarde? —Normal, supongo. Nada fuera de lo común. Y... ¿Qué tal tú?

—He estado interrogando a un sospechoso de asesinato, aunque no he conseguido sacar nada en claro. Cada testigo da una versión diferente de los hechos. En fin, una mañana promedio para un inspector.

En ese momento llegó un camarero para tomarnos nota. Alessio pidió un batido de chocolate, y yo un bol de helado de diferentes sabores. Nos trajeron el pedido y Alessio comenzó a beber el batido como si fuera lo más delicioso del mundo.

—Es mi favorito —aclaró al ver que me quedé mirándole. Sonreí. Me gustaba más esta versión no seria del inspector—. ¿A qué te dedicas?

—Conoces mi antiguo nombre, pero ¿no sabes a qué me dedico?

—Bueno, admito que te he estado investigando —rió, un poco nervioso—. Pero prefiero que la gente me cuente las cosas, en vez de tener que investigarlo.

—Pues resulta que me despidieron hace cuatro días.

—Lamento oír eso.

—Yo sí que lo siento. Me despidieron porque supuestamente había robado productos de la tienda, —Por algún motivo, en cuanto me puse a hablar no pude detenerme. Era mi momento de desahogarme—, cuando en realidad la asquerosa de mi excompañera me había incriminado. Ya sabía que en realidad le caía mal, pero la muy falsa fingía ser mi amiga. ¡Y ni siquiera sabía decir mi nombre bien! ¡Argh! Con la de favores que le hice, y va y me lo paga haciendo que me despidan. Pero claro, como ella es la que le lame el culo al jefe, él por supuesto iba a hacerle caso. Porque, ¿quién no creería a la chica guapa, buenorra y extrovertida? —Cogí aire y suspiré. Nunca en mi vida había hablado tan rápido.

Presa del pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora