--- Voy a estar bien, voy a estar bien --- dijo Heeseung, con esa sonrisa encantadora y cuadrada que enamoraba a Jungwon cada vez que la veía ---. En serio, es muy importante que vayas.
--- Pero, ¿Y los Humanos? ¿Y si te sientes mal? --- Jungwon no quería volver a verlo de la forma que lo había encontrado, tan roto e inundado de pánico, sin poder respirar del dolor que recorría su cuerpo debido a las catástrofes en otro mundo y el sufrimiento de sus pequeños protegidos.
--- Ya he pasado por eso y sigo aquí, ya te lo dije --- le recordó, tomó sus mejillas para dejar caricias con sus pulgares, se detuvo un momento a ver sus rosados labios, en ese pequeño mohín que solían estar siempre, como un lindo puchero ---. Estaré bien, vé con Agust, no es conocido por tener gran... Paciencia.
Miró de reojo al rubio, que parecía estar maldeciendo mil veces al mismo tiempo.
--- Junnie estará contigo --- dijo el castaño rápidamente, tomó al conejo que estaba a sus pies y lo llevó hasta el pecho del otro Dios, haciendo que este lo cargara ---. Cuídalo bien --- le dijo al dorado conejito ---. Volveré lo antes que pueda.
Heeseung asintió, le hizo señas para que se vaya, pero el unicornio era demasiado alto para subirse solo, así que Heeseung tuvo que dejar a Junnie en el suelo para ayudarlo a subir, para sentarse detrás de aquel Dios que le daba miedo.
--- Es mejor que te agarres porque esta cosa va rápido --- dijo Agust, y Jungwon no entendió, fue Hee quien guió sus brazos hasta la cintura del rubio, ruborizandose, dándole mucha ternura a Heeseung.
Por todos los Dioses, se lo podría comer vivo de la ternura.
Finalmente el animal comenzó a galopar para irse, tomando velocidad rápidamente, al mirar para atrás Jungwon pudo ver a su lindo Dios de los Humanos abrazarse al conejito con dolor, se prometió volver rápido, no quería que sufriera, no más de lo que ya lo había hecho sufrir.
No habló en todo el camino con el rubio, vio aquel mundo que poco había explorado pasar rapidamente junto a él, vio que había más que sólo árboles, el pequeño hogar de Heeseung debía estar tan apartado de los demás, había casas, y calles, se patecía a las ciudades que tenían los mortales, y había muchísimos Humanos, la gran mayoría se veía tan perdidos, tan nuevos.
Jungwon quiso llorar, porque aquellas almas eran víctimas del más reciente apocalipsis, que era su culpa.
Todos los miraban al pasar, a Jungwon le costaba tanto mantener la vista en ellos, porque parecían verlo con admiración, con una sonrisa, los saludaban con ganas y los recibían con victores.
No sabía si lo miraban tanto por aquel enorme corcel con un único cuerno, o la presencia de Agust, el Dios de las Almas, que era imposible de ignorar, o quizás él, que aún destacaba demasiado, aún se notaba "demasiado hermoso", si bien se había adaptado a aquel lugar, su amplia túnica rosa se había reducido a una simple tela que cubría su cuerpo, sin tan dramáticos doblajes, su cabello no estaba tan pulcro como antes, estaba seguro que su piel estaba en un tono más gris y hasta tenía ojeras, pero parecía que no podría quitarse el título del Dios de Todo lo Bello nunca.
Sus ojitos brillaron con admiración cuando se encontraron con un enorme templo, casi igual al que Sunghoon tenía en el Mundo de Arriba, igual de blanco e imponente pero de alguna manera se veía mucho más amigable, porque podía notar la gente que estaba a su alrededor, que era libre entrar y salir de las amplias puertas dobles de la entrada.
Agust se detuvo antes de llegar al interior, para bajarse bruscamente del unicornio y luego ayudar a Jungwon a bajarse, aunque no fue de gran ayuda porque igual terminó casi callendo de cara al suelo cuando sus pies se tropezaron consigo mismo.
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La Tierra de los Dioses Muertos [Heewon]
FanfictionJungwon, el Dios de lo bello, huye de los dominios del Dios Creador, desatando su furía, en búsqueda de su libertad y felicidad, para vivir una vida sin presiones. Va hacia el inframundo, la tierra de los dioses muertos, dónde conoce a Heeseung, Dio...