𝐸𝑛 𝐿𝑜 𝑃𝑟𝑜𝑓𝑢𝑛𝑑𝑜 𝐷𝑒𝑙 𝑀𝑎𝑟

I

El gran barco de madera, con sus velas desplegadas y su quilla fuerte, surcaba los mares hacia nuevos horizontes, llevando a su tripulación a través de aguas desconocidas en busca de nuevas tierras y experiencias encantadoras. La tripulación era un grupo diverso y colorido, cada uno con sus propias historias y personalidades.

Había marineros cantores, con sus voces fuertes y melodiosas, que entonaban canciones de mar y aventuras mientras limpiaban la proa del barco. Una hermosa gatita de pelaje crema con franjas en negro en la punta de su frondosa colita, se paseaba por la cubierta, buscando ratones.

Un tutor muy mareado, que con cada una de las olas que chocaban contra el barco, vomitaba por la borda, demostrando su falta de experiencia en el mar. Una muy hermosa dama de compañía pelinegra, con unos bellos ojos azules, se ocupaba de la doncella castaña, asegurándose de que estuviera siempre segura y cómoda.

Y luego estaba la espléndida doncella de cabellera castaña, con unos ojos realmente deslumbrantes, de semblante amable, muy enérgica, aventurera, labios rosados y fuerte impulso ante las adversidades. Era la protagonista de esta historia, una joven valiente y decidida, que se embarcaba en esta aventura con la esperanza de encontrar nuevos horizontes y descubrir su propio destino.

El barco, con su tripulación tan diversa, era un reflejo de la vida misma, con sus altibajos, sus desafíos y sus momentos de belleza y maravilla. Y la doncella castaña, con su espíritu aventurero y su corazón valiente, era el alma de este viaje, la que lo impulsaba hacia adelante, hacia nuevos descubrimientos y experiencias.

El anciano tutor, aún mareado, insistía en preguntarle a la princesa cuándo pararía sus viajes y sentaría cabeza con un buen prospecto. Pero ella ignoró su comentario, absorta en el mapa que trazaba la ruta a una nueva aventura y un nuevo comercio.

El anciano continuó.-Sabe que el próximo mes será su cumpleaños número 18, ¿eso no le preocupa? Será su mayoría de edad.- Apartó ligeramente el papel de la vista de la mujer, tratando de captar su atención.
-Su padre, el rey, y su madre, la reina, estarían muy preocupados y sobre todo decepcionados si supieran que no piensa regresar a casa para su cumpleaños y asumir sus responsabilidades reales.- agregó, con un tono de preocupación y autoridad. Pero la princesa seguía concentrada en su mapa.

La princesa se cruzó de brazos, alzando una ceja y mirando al tutor con altivez. -¿Decepcionados porque aún no he conseguido un buen marido que me despose y tenga las tierras que me pertenecen por ley, pero que no podré heredar a menos que me case con un hombre y le dé herederos?.-preguntó con ironía.
El tutor suspiró, agobiado, y la princesa continuó: Escucheme, sensei Myoga. Yo adoro a mis padres y amo a mi reino, pero no voy a casarme por obligación. Quiero casarme por amor verdadero, no porque mi reino dependa de ello.
La princesa puso los puntos sobre la mesa, mirando al tutor fijamente. -No me pueden destituir de mi puesto porque soy la única miembro viva de la familia real Takahashi. Nadie puede quitarme mi derecho al trono, siquiera intentarlo sería un agravio al reino y sería castigado con la muerte y lo sabe perfectamente.

El tutor se preocupó, sabiendo que la princesa tenía razón, él no podia hacer absolutamente nada. La ley era clara: solo un miembro de la sangre real Takahashi podía gobernar el reino, y la princesa era la última esperanza de la dinastía.
Pero a él  en si no le preocupaba el reino o el título de reina para su señorita, le preocupaba el hecho de saber que la castaña estába a costumbrandoce a la vida marinera lo que entonces significaba que no estaba dispuesta a ser reina por lo momento, algo que era un problema para él, al estar de viajes en su barco favorito con aquellos alcohólicos que no hacían más que beber, fumar, cantar y ser sucios al transpirar, él le preocupaba de sobre manera que ella quedará inmersa en aquella fantasía que solo alimentaba el vacío de aquella traumante vez en la que perdió a toda su familia.