|| Quién diría que un Tokio retorcido y un chico prodigio con problemas de ansiedad se llevarían tan bien ||
|¦ Igualmente nadie pensaría que en ese lugar encontrarías una razón para seguir existiendo ¦|
¦¦ Pero nada es para siempre ¦¦
(chishiya x m...
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Ya había pasado una semana desde su primer juego de corazones, que para su buena o mala suerte fue el 9, un juego de rango difícil y que gracias a el descubrió que los corazones eran de traición, fue fácil pero eso tomando en cuenta que jugó con personas listas a su lado y el impostor había sido muy transparente, tal vez en otras condiciones habría sido más difícil.
También fue un momento para socializar un poco, Chishiya era un poco raro, se veía como un tipo listo pero parecía un rarito fetichista, quizá jugando se lo volvería a encontrar, pero ahora sí se había prometido tomar un buen descanso y aprovechar su larga visa.
Durante su huida con la carta realizó demasiado esfuerzo y una cuadra antes de llegar a su casa, su patineta se atascó con una roca y al ir a gran velocidad salió volando y de nuevo, la herida se abrió, esta situación comenzaba a hartarlo y ya se estaba quedando sin medicamentos para el dolor, era momento de preocuparse.
Había tratado de vagar por la ciudad para buscar a alguien que lo ayudara pero aún no había tenido suerte, además tenía miedo de encontrarse con los tipos fedranos y que le hicieran algo por lo de la carta, aunque era gracioso como habían caído en ese truco tan barato de distracción.
Llevaba ya un mes atrapado en el extraño Tokio, se estaba quedando sin provisiones, su reserva de agua comenzaba a escasear, peligraba de que la infección se propagara y sobre todo, ya casi no tenía ropa limpia.
Tenía que buscar otro lugar en donde quedarse, tal vez juntarse con más sobrevivientes, odiaba la decisión que estaba a punto de tomar pero era necesario.
Tomó una pequeña maleta y metió tres cambios de ropa, unos cuantos libros para mantenerse entretenido, las pocas latas de comida que le quedaban, unas botellas de agua, su botiquín de primeros auxilios y lo que se le ocurriera para estar unos días buscando un nuevo refugio y solo tal vez, algún compañero.
Se colgó su mochila, sacó las rueditas de la maleta, acomodó su katana y partió en su patineta sin ningún rumbo, sin saber exactamente a dónde ir.
Después de unas horas caminando tomó la repentina decisión de ir hacía Shibuya, ahí había comenzado todo y tal vez encontraría algo que le fuera útil.
Le tomó horas llegar ya que en un principio había caminado hacía la dirección contraria, cuando por fin estuvo ahí ya estaba anocheciendo y no parecía haber ni una sola alma, exhausto se tiró a medio paso peatonal, deseando que un coche apareciera mágicamente y lo atropellara, nunca fue una persona suicida pero sentía tanto dolor y ardor en ese momento que solo quería morir.
Nunca supo en qué momento se había quedado dormido, pero de la nada empezó a escuchar voces.
¿Quién es él? No estaba aquí antes de que nos fuéramos.
