Capitulo 54: Adiós papá Final 1/2

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Los grises ojos esperaban con furia la contestación de su padre.
Pero su silencio le dio la respuesta.
Molesta se dio la vuelta para atender a su madre e hijo, ilusa de que su padre se fuese a marchar le dio la espalda. Su peor error.

Una estaca, le atravesó, la sangre empezaba a caer de sus labios. Lo último que vio antes de caer desmayada en el suelo fue los ojos sangrientos de su compañero, mirándola como si el mundo se le fuese a caer encima.

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Se levantó de golpe molesta, intento caminar y pero los puntos en su estómago se lo impedían, su amado con su hijo en brazos le miraron.

El pequeño en busca de su madre empezó a retorcerse en los brazos de su progenitor. Salió de su prisión paterna y se lanzo a su madre, el pequeño no hablaba, ni era capaz de caminar por si solo sin que nadie le diera la mano, pero tenía el tamaño de un niño de dos años.

—Sora, Cayó— el le miro.
—¿Donde esta mi padre?— el molesto miró afuera en el patio, donde había una fuerte tormenta.

—¿Que le van a hacer?— el miró el suelo y suspiro; —Hemos cedido a las peticiones de tu madre, no lo mataremos, pero lo desterraremos de Volterra, nunca volverá a verte o pisar suelo italiano. — ella asintió. No por sumisa, no por qué le tuviese miedo a su compañero, si no porque le parecía bien la decisión.

—Nessy— el sonrió recordando como su cuñada casi mata a su propio padre por atravesar a su hermana.

—Bueno, ella se niega a volver a Estados Unidos, dice que le gusta europa, y tu peludo amigo también, asique se quedarán— ella asinto.

Al nacer su hijo, ella decidió quedarse en Italia permanentemente. Sabía que haber tenido a su hijo a tan corta edad había sido una decisión demasiado precipitada, y que en circunstancias normales como el ser una humana común y no tener como mantener ese hijo, nunca lo hubiese tenido.

Pero el mero echo de ver al pequeño jugar con sus dedos le enternecia el corazón frío. Por alguna razón, no le dolia nada. No sentía dolor, no sentía ni su corazón.

— Cayó, ¿Estoy trasformada del todo verdad?— su amado le miro. Asintio, le contó con lujo de detalles el porque y como.

—¿Fuiste tú?— dos dedos del padre se convirtieron en el juguete del pequeño ahora.

—Fue tu padre quien te mordió, pero yo te comverti, no podía verte morir, sentía que el mundo se me cayera, Arya, te he esperado durante tantos años que el mero echo de la idea de perderte me hizo querer perder mi vida— ella sonrió acariciando su cara, el cerro los ojos y beso el dorso de su mano, deseando que el calor que solía emanar el cuerpo de su compañera volviese.

—Estare siempre contigo ahora— el sonrió. La ayudo a vestirse y junto a su hijo de la mano bajaron hasta el patio.

Algo emanaba del cuerpo de la muchacha, tristeza, nostalgia. Sus ojos plateados estaban más opacos que de costumbre, había perdido la vieja constumbre de cambiar el color de sus ojos por placer, pero su hijo, había heredado esa habilidad, y como ella hacía en un pasado para comunicarse cambiaba sus ojos, ahora estaban amarillos, felicidad, el pequeño estaba en brazos de su padre.

Al llegar al patio los ojos del bebé cambiaron, ultramarino. Miedo, ver al hombre que casi mataba a su madre delante de él hizo que el pequeño se escondiese entre el pelo de su alto padre.

Para la visita del padre de la pelirroja su hija había crecido mil años en apenas dos, si habían pasado dos largos años en los que Aria y Cayó porfin pudieron estar juntos.

El vestido negro de su hija tenía un pronunciado escote, la falda de gasa tenía tonos rojizos como el pelo de la muchacha. Ella miraba a su padre con nostalgia, recordando la única época donde fue feliz con el.

Antes de echarlo del castillo, ella se acerco con su hijo en brazos. El hombre le miro, miró a su madre y sonrió.

—Dile adiós a la abuela Bella, y a los tíos— el pequeño fue rodando de brazos en brazos siendo besuqueados por todos los tíos de la pelirroja y por su madre.
—Adios bisabuelos— dijo con gracia. Su abuela la abrazo y sonrió besando su frente, y su abuelo sonrio desordenado su melena roja.

Llegó el turno de su padre, todos alerta miraron cada paso del vidente.

No agarró a su nieto, solo le miro y miró con soslayo a su hija.
—Adios Arya Cullen—

Ella suspiro y sonrió, mirando a su abuelo;
—Arya Vulturi Cullen, despídete de tu nieto Sora Vulturi, será la última vez que lo veas, Adiós papá— ella se dio la vuelta para volver al lado de su amado y su hermana.

—Ustedes siempre serán bienvenidos aquí, menos tu Eduard, y por eso quiero anunciar el compromiso de Arya y Cayo por lo que están invitados, buen viaje queridos— la pelirroja asombrada miró a su amado, el cual estaba de rodillas y sonreía con un brillante anillo de rubíes.

Ella acepto sin tener que hacerle la pregunta, su hermana chocaba las palmas junto a Sulplicia, su concuñada.

La Otra CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora