Allí estaba, tal como la recordaba haber visto en los libros ilustrados de la antigua biblioteca de Attende. El cañón de los olvidados. Una increíble extensión de arena y roca que por miles de años fue el bosque más vasto y fecundo de Atma, hasta la llegada de la guerra de los incontables.
La joven lo observó en silencio, haciendo con su mano una visera para cubrirse del sol. Pensó que seguramente seria la única humana que habría recorrido esos senderos al menos desde que el continente se separó en dos, una hazaña que para nada le causaba orgullo ni era objeto de valentía, ni siquiera los más tontos asomarían sus narices mucho más allá de las montañas del noreste, todos sabían que esa era la invisible línea entre la vida y la muerte.
Solo la destrucción de su hogar y la de prácticamente todo el norte del continente, habían sido necesario para que Ashley, la mujer que miraba el infinito sobre una escarpada roca de la montaña, se aventurara pisar tierras enemigas.
Exhalo cansada y sacudió la tierra de sus manos. Sabía que no quedaban más lugares a donde huir. Dartock siquiera era una opción. Las ciudades y reinos vecinos prácticamente habían sido destruidos en un parpadeo. Las montañas se encontraban repletas de bestias y ya no eran seguras.
Los pocos sobrevivientes habían tenido que unirse a los ejércitos de Taxaro, estar en el bando más fuerte les garantizaba al menos vivir para un nuevo amanecer, aunque eso significara trabajo forzado, hambre y miseria hasta el fin de sus días. Pero en su caso esta no sería una opción.
Después de incontables noches heladas y decena de senderos tan parecidos que si no fuera viajado con brújula en mano tendría la certeza que caminaba en círculo, Ashley logro divisar el cañón, quien ocultaba en sus entrañas un castillo esculpido en sus paredes de roca. Los grandes sabios contaban que además, bajo el cañón había sido construida una ingeniosa e inmensa red de túneles subterráneos que permitía a los eternos atravesar su territorio aunque afuera brillará la luz del día. La única cosa que parecía debilitarlos. Ashley se preguntó si lograría dar con algunos de esos misteriosos túneles, a pesar de lo suicida y miserable que parecía su misión, no perdería por nada la oportunidad de ver y recorrer por su propia cuenta una ciudad bajo tierra.
El solo hecho de imaginarlo la emocionaba, —Que distinto sería todo si no habláramos del reino de los vampiros— pensó.
La tarde había caído más pronto de lo esperado, con la proximidad del invierno los días se volvían más cortos y las noches parecían eternas. Lo cual se volvía una importante desventaja en un territorio donde reinaban los seres nocturnos.
Atrás había quedado ya la seguridad de las cuevas y vegetación de la montaña. Allí abajo, no había escondites que valieran, todo estaba a la vista desde casi cualquier punto de la redoma. Otra razón por la cual este estratégico lugar era el hogar de la especie más longeva de la historia del mundo.
Con la oscuridad, llegaba el descenso abrupto de la temperatura por lo cual la mujer se apresuró a bajar de la roca y volver al lugar que había elegido para acampar previamente.
Como no podía hacer fogatas por obvias razones, tenía que recurrir al abrigo que le aportaba su capa y el viejo saco de dormir de lana que muchos años atrás había confeccionado para sus frecuentes viajes de exploración. Cenó los restos de una comida que fue todo menos copiosa, y antes darse cuenta sus párpados cayeron pesadamente sumergiéndose en otro reino en el que si estaba familiarizada.
Los sueños habían comenzado densos y turbulentos, resultado de las agobiantes emociones del día, pero poco a poco se volvieron apacibles.
Fue entonces que un par de figuras que se resguardaban bajo la protección de la oscuridad y las sombras, se acercaron a su posible presa, una que había causado terrible curiosidad y disputas temprano en el cuartel, cuando divisaron muy fácilmente, la presencia de un errante en su territorio.
Markod, el vampiro alto y de hombros anchos, era partidario de acabar lo antes posible con la visita indeseada, pues su existencia parecía regirse por la lealtad y el acato incuestionable a las órdenes superiores.— "Disciplina es lo que nos ha mantenido vivos sobre otras especies"—era siempre la frase que le gustaba citar ante su compañero para reñirle cuando este los metía en problemas ejecutando algunas de sus "brillantes ideas".
Aquella noche no fue una excepción y Blafy, el segundo vampiro, se burló mentalmente de la frase de su compañero mucho antes que este la pronunciara. Cuando salieron aquella noche del castillo con las órdenes claras de acabar con la intrusa, no podía dejar de sonreír internamente, pues habían sido a ellos dos quienes habían elegido para la misión más interesante que habían tenido desde que se alistó.Ya hace mucho que nadie se aventuraban por aquellas tierras, ni siquiera recordaba la última vez que vieron un extranjero.
Los que vivían en el castillo y sus ciudades subterráneas, eran y habían sido por siempre los mismos, y no había razón para que eso fuera a cambiar en un futuro cercano.Es por esta razón, mi querido lector, la inmensa excitación de Blafy ante una oportunidad que seguramente no tendría nunca más.
Aquella tarde cuando su comandante le mandó a llamar para asignarle la que parecía ser la más divertida y fácil misión, pues un humano representaba apenas mayor amenaza que una mosca para un vampiro, ni hablar para dos soldados del mismísimo ejército del rey. Ni siquiera las frases desgastadas y el tétrico humor de Markod fueron suficientes para arruinar su campaña.
Frente a ellos, a escasos metros de distancia, bajo la débil protección de la saliente de una roca, se encontraba descansando el objetivo de su misión. Una mujer que respiraba bajo capas de pieles. Era hipnotizante para sus espectadores.
Habían estado esperando un buen rato hasta que esta estaba acostada y plácidamente dormida, no porque fuera más peligrosa despiertas, si no porque Blafy había rogado a Markod que le permitiera al menos vigilar un rato antes de acabar con su vida. Era tan interesante mirarla, tan ligera y frágil como una mariposa.
El saber que tenían extrema ventaja sobre ella, aumentaba el interés.Al principio, como siempre, Markod se negó a la petición de su compañero, con mayor razón de ser algo inusual le parecía lo más racional acabar con la amenaza lo antes posible.
Pero luego, cuando estuvieron tan cerca que podía escuchar claramente el latido de la humana y oler la fragancia de su sangre, no pudo evitar complacer a Blafy y concederse unos minutos antes de hacer lo que se tenía que hacer.Así fue como ambos observaron con la mayor de las curiosidades y deleite, como la mujer se bajó de la roca donde había estado vigilando el cañón, preparó y degustó lo que sería su última cena, y se alistó para dormir.
Aquella acción que los vampiros escasamente recordaban de su vida pasada, pero que ahora no podían volver a experimentar jamás.
—Ya está, ha sido suficiente.— dijo finalmente Markod. —Si no la matamos ahora, no llegaremos a tiempo al castillo para el cambio de guardia. No quiero cruzarme por nada del mundo con Urien y además tener que darle explicaciones de por que hemos demorado tanto en la superficie.
Blafy lo observó resignado, su compañero tenía razón, no tenía sentido meterse en problemas por una minimidad como aquella, al final había conseguido su objetivo y para ser sinceros no aguantaba las ganas de averiguar si aquello que decían sobre la sangre humana era real. Tenía que serlo, pues de no ser cierto la misión no contendría una segunda orden donde se les pedía a los soldados drenar el cuerpo y extraer hasta la última gota de sangre que debían transportar de regreso al castillo en un pellejo.
—Si bebo una gota cuando haga el corte, nadie lo notará— era lo que habían pensado ambos vampiros en lo más profundo de sus mentes. Pero claro que lo sabría, no había nada en el mundo vampírico que pasara desapercibido para Urien, el comandante del ejército de los eternos y mano derecha del rey.
Con la garganta quemando frente a la proximidad de una presa, las dos sombras acortaron paso por paso y silenciosamente las distancias.
Cuando estuvieron prácticamente encima de ella, se miraron por última vez para darse la señal de cuándo atacarían, con puñal en mano finalmente se abalanzaron de manera veloz sobre el cuerpo.Lo que ellos no sabían, es que alguien también los había estado esperando todo ese tiempo.
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La Dama de Negro
FantasyEl reino de los eternos parece ser una de las ultimas civilizaciones en pie tras las invasión y devastación de Atma por las fuerzas comandadas por Taxaro, un ejercito conformado por bestias y mutantes que ciudad tras ciudad, han forjado su imperio s...